Hace tres años, cuando comenzaron las negociaciones para la firma de un Tratado de Libre Comercio (TLC) con Corea del Sur, muchos en Colombia pegaron el grito en el cielo y consideraron que era una decisión descabellada. Los más preocupados fueron las ensambladoras nacionales de carros y los productores de electrodomésticos, pues tendrían que competir con uno de los tigres asiáticos que cuenta con marcas reconocidas en estos mercados.No era para menos. Aunque Corea del Sur tiene una población similar a la colombiana –49 millones de habitantes– ha alcanzado unos niveles de desarrollo impresionantes. Su ingreso per cápita es de 32.000 dólares, cuatro veces superior al de Colombia, es el noveno exportador mundial –con ventas externas por 550.000 millones de dólares–, el quinto fabricante de automóviles del planeta y es muy competitivo en tecnología y electrodomésticos. Pese a las críticas de los industriales, el año pasado los dos países culminaron las negociaciones del acuerdo y este jueves ambos gobiernos firmarán en Seúl el TLC. Queda pendiente su ratificación en los congresos de los respectivos países y la revisión de la Corte Constitucional en el caso de Colombia, antes de que entre en vigencia a finales de este año.Con este panorama, la pregunta es cómo le irá a Colombia con dicho acuerdo. En todos los TLC hay ganadores y perdedores. Y en este caso, mientras los industriales se sienten amenazados, el sector agropecuario ve oportunidades. Como dicen algunos analistas, la negociación de este acuerdo fue diferente de la de los anteriores. En los tratados firmados con Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea, el énfasis estuvo en lograr un mayor acceso de los productos industriales, en detrimento del sector agropecuario que se sintió la cenicienta. No obstante, en este último TLC a los temas de agroindustria les fue mejor. El ministro de Agricultura, Juan Camilo Restrepo, reconoció que se abren inmensas posibilidades para el agro porque Corea es un importador neto de alimentos. En este TLC se pactó un acceso más favorable para el café, las flores, el banano, las frutas, las hortalizas y el azúcar. En carne de bovino, en cerdo, y en productos lácteos y avícolas –sectores en los que la nación asiática se había mantenido muy cerrada– se aprobó el desmonte de aranceles en plazos que van de 10 a 18 años. Pero los productores colombianos no tienen el camino despejado porque deben competir con Estados Unidos y Nueva Zelanda, dos grandes proveedores de los coreanos, y enfrentar obstáculos en las normas fitosanitarias, donde los asiáticos son muy exigentes. Pero mientras el agro espera salir ganador, las industrias de autopartes, automóviles y electrodomésticos ven con prevención el tratado. La industria automotriz colombiana, que genera más de 100.000 empleos –entre directos e indirectos–, encendió las alarmas ante el ingreso masivo de vehículos asiáticos a precios más bajos. Corea tiene marcas reconocidas mundialmente como Hyundai y Kia, que son respectivamente la tercera y cuarta marcas más vendidas en Colombia. Con el fin de darle un tiempo prudencial al sector para que vaya adecuando sus procesos productivos, en el TLC se acordó el desmonte gradual de aranceles en diez años. En electrodomésticos el plazo es de 12 años. A pesar de estos temores, el gobierno está dispuesto a seguir fortaleciendo sus lazos comerciales. Ya hay avances con Japón y se prepara el terreno para una futura negociación con China. “Este Ministerio fue creado hace 20 años con la misión de integrar a Colombia con el mundo, tenemos una hoja de ruta definida, no estamos negociando a la topa tolondra”, dice el ministro de Comercio, Industria y Turismo, Sergio Díaz-Granados. Países de la Alianza Pacífico –de la que Colombia hace parte y entre los que se encuentran Perú, Chile y México– llevan la delantera. Chile fue el primero que firmó un TLC con Corea del Sur en 2004. En menos de una década el comercio bilateral se quintuplicó con cerca de 8.000 millones de dólares. En Colombia, en cambio, no supera los 1.500 millones de dólares. Todo indica que ya no es tiempo de lamentos, sino de asumir los retos que se avecinan porque la integración comercial no tiene reversa.