Después de abril y mayo, el de agosto fue el peor registro del indicador de seguimiento a la economía (ISE) del Dane este año. Con 0,23 por ciento de crecimiento anual, ratifica el proceso de desaceleración en 2023.
Mientras la economía estuvo impulsada por las actividades terciarias (servicios), que crecieron 1,7 por ciento anual, y por las primarias (como agricultura y extracción de minas y canteras), con un incremento de 1,2 por ciento, las secundarias (manufactureras y construcción) cayeron 7 por ciento anual.
El resultado del ISE de agosto estuvo dentro de las expectativas de los analistas y ratifica el debilitamiento de la actividad económica este año, que la ubicaría en un crecimiento de entre 1 y 1,5 por ciento.
Precisamente, ese debilitamiento se ha dado tras dos años de excepcional crecimiento impulsado por el consumo de los hogares, pero que hoy tiene, como advierte Camilo Pérez, jefe de Investigaciones Económicas del Banco de Bogotá, no solo unas expectativas debilitadas por endeudamientos más elevados, sino por un cambio en el ciclo de consumo. ¿Es un aterrizaje suave o los motores de la economía están apagados?
Para Luis Fernando Mejía, director de Fedesarrollo, esta desaceleración era necesaria “por el problema que tuvimos el año pasado y buena parte de este, un exceso de demanda que estaba generando una presión en la inflación, la cual estaba desbordando la capacidad, incluso, del Emisor. Lo que estamos viendo es un necesario aterrizaje suave de la economía”.
Sergio Olarte, economista principal de Scotiabank Colpatria, considera que la desaceleración esperada continúa, pero pareciera que efectivamente la actividad económica tocó piso y está comenzando su recuperación gradual.
Para otros, el problema es más estructural. Bruce Mac Master, presidente de la Andi, señaló en un pronunciamiento que el resultado “evidencia la marcada desaceleración que está experimentando la economía colombiana, que apunta a que al cierre del año el PIB crezca alrededor de 1 por ciento, una cifra insuficiente para cumplir con las metas sociales del país, en un contexto en el que el desempleo es del 9 por ciento y la informalidad afecta a más de la mitad de las personas ocupadas”. Según Mac Master, esas cifras son consecuencia de la percepción de incertidumbre que afecta las decisiones de inversionistas y consumidores, reflejándose en los indicadores de industria, comercio y construcción. La incertidumbre, además, está asociada con la situación económica y el impacto de las reformas que se discuten en el Congreso. También considera que el crecimiento se ha visto impactado por la alta inflación y las altas tasas de interés, al igual que por la inseguridad.
Por su parte, el exministro y rector de la Universidad EIA, José Manuel Restrepo, explica que la realidad económica de este año demuestra que la desaceleración prevista está en marcha, “pero la del segundo semestre está siendo más aguda de la que se pensaba inicialmente. Esto, porque los motores de crecimiento no están prendidos, están apagados”.
A su vez, Juan David Ballén, director de Análisis y Estrategia de Casa de Bolsa de Grupo Aval, considera que la economía colombiana se está desacelerando en línea con las expectativas. “Mantenemos nuestra proyección de 1 por ciento para 2023 y 1,5 por ciento para 2024. Según nuestras proyecciones, la economía tocaría fondo entre el tercer y cuarto trimestre de este año; sin embargo, se mantendría con un bajo crecimiento en 2024. El motivo: la escasa inversión pública y privada”, señala.
Entonces, cuál es la locomotora que debe tomar la posta, que en los dos últimos años lideró el consumo de los hogares, cuando la demanda enfrenta una inflación aún alta, con tasas de interés elevadas, exportaciones a la baja desde diciembre ante la incertidumbre global y unas inversiones que para el segundo trimestre se contrajeron 24 por ciento.
“La pregunta más interesante es qué va a pasar el próximo año. Ahí es donde juega el tema de la inversión no solo pública, sino también privada. Por ahora estamos viendo un crecimiento del 2 por ciento, que ya no es una cifra consecuente con un crecimiento de largo plazo, que es más bajo que el que teníamos antes de la pandemia, pero que puede estar entre 2,8 y 3 por ciento. Estamos viendo que buena parte del crecimiento estará influenciado a la baja por la dinámica de la inversión privada, que ha sido muy floja este año, y de la inversión pública, que no levanta cabeza”, dice Mejía, de Fedesarrollo.
Un análisis de Credicorp Capital hace una radiografía de la inversión: “La inversión total ha mostrado un comportamiento preocupante en lo que va del año, ya que ha caído al ritmo más rápido desde la crisis financiera local de 1999 (excluido el periodo de la pandemia). Si bien la inversión privada se ha visto afectada por factores como el aumento de las tasas de interés y los impuestos, sin duda la mayor incertidumbre política y regulatoria ha desempeñado un papel no despreciable”.
Para el exministro Restrepo, la inversión está en unos niveles históricamente bajos. “Claro, hay un efecto de política monetaria, pero también hay incertidumbres y un mal ambiente para la inversión. Esto se deriva de mensajes en los que falta claridad o generan incertidumbres, uno de los cuales es la reforma laboral”, asegura.
Agrega que en 2024 el análisis hay que hacerlo en dos dimensiones. Una es obras civiles y vivienda, y espera que el Gobierno, con una mejor curva de aprendizaje, tenga una mayor capacidad de ejecución y que dado el efecto base y una mejor aplicación de subsidios muevan la inversión en esos sectores. “Pero va a depender del Gobierno y de la capacidad de ejecución”, señala. La otra dimensión necesaria, dice el exministro, se refiere a las señales de confianza y la capacidad del Gobierno para concertar con el sector privado y solucionar las dificultades originadas por la incertidumbre. Y, además, evitar una excesiva volatilidad o aumento en la tasa de cambio.
Para el tema de inversión son claves tres sectores, según Fedesarrollo: infraestructura, construcción y el minero-energético. “La incertidumbre regulatoria en varios elementos particulares en estos sectores y la relacionada con las reformas laboral, pensional y de salud, especialmente la laboral, sigue siendo alta. En ese contexto, no debería sorprender que la inversión esté de capa caída. Si hay incertidumbre, la decisión más razonable es esperar a que se resuelva para tomar una decisión más acertada desde el punto de vista del negocio”, puntualiza Mejía.
Como asegura Mac Master: “Hay una necesidad de generar condiciones que reactiven la inversión de las actividades privadas, hoy detenidas, en alianzas con el Gobierno. Por ejemplo, en el caso del sector eléctrico, minero-energético, de salud y de infraestructura”.
Una de las pruebas de fuego está dada en la destinación de recursos en el Presupuesto General de la Nación, combustible para el desarrollo de proyectos, en especial para el tema de infraestructura y vivienda. Sin embargo, hay preocupación porque, como lo ha advertido el Comité Autónomo de la Regla Fiscal (Carf), hay ingresos temporales que no están garantizados –como los que llegarían por litigios con la Dian–, los cuales generan incertidumbre sobre la sostenibilidad fiscal. Esto, en un momento en el que el crecimiento no será el mejor y puede golpear el recaudo. Hoy la inversión es la llamada a liderar el crecimiento, pero la palabra clave es confianza. Es hora de reconstruirla.