Goldman Sachs, el banco de inversión más poderoso y prestigioso del mundo, protagoniza el nuevo escándalo de Wall Street. Después de navegar mejor que sus competidores por las aguas turbulentas de la reciente crisis financiera, el acreditado banco estadounidense entró en un torbellino de líos y acusaciones del que muchos analistas creen no saldrá ileso. La entidad está en el banquillo. La Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos (SEC, por su sigla en inglés) lo acusa por supuesto fraude. Un grupo de accionistas del propio banco demanda a sus directivos por ocultar los detalles que llevaron a que las autoridades del gobierno norteamericano iniciaran la investigación. El Senado estadounidense acaba de darles una fuerte reprimenda al director de Goldman, Lloyd Blankfein, y a otros ejecutivos que comparecieron ante un subcomité para responder sobre el manejo que hicieron de la crisis. Y como si fuera poco, en Europa países como Reino Unido, Francia y Alemania están supremamente enojados, lo tienen en la mira, e incluso se le acusa de ayudar a Grecia a disfrazar sus cuentas fiscales. Las denuncias contra Goldman Sachs no parecen simples problemas de relaciones públicas, como han dicho algunos directivos del banco, pero hay quienes creen que pueden ser exageradas o por lo menos que se le está cobrando a este banco un comportamiento que ha sido extendido en Wall Street. ¿Qué hay de cierto? La acusación que explotó hace dos semanas se originó en 2007, cuando Goldman vendió a sus clientes productos vinculados a activos hipotecarios, pero no les informó que el propio banco tenía relación con un fondo que especulaba con esos mismos títulos en el mercado y que apostó en su contra. Es decir, comercializaba los títulos por un lado y tenía conocimiento de que le estaba apostando a su caída. Esto se interpreta como un conflicto de intereses, y muchos señalan que a costa de los clientes Goldman se embolsilló mies de millones de dólares. El asunto es grave para Goldman porque el principio rector de la SEC es velar porque se les suministre información a todos los inversionistas, lo que en este caso falló. En sus primeras declaraciones públicas en el Senado, la semana pasada, el directamente implicado en la acusación, el ejecutivo Fabrice Tourre, negó los cargos y afirmó, según citó la agencia Reuters, que la firma tiene el deber de comprar y vender títulos de los clientes y no el de ser asesor de inversionistas. Esto es algo muy discutido entre los analistas. De comprobarse que ocultó información que debía suministrar, muchos bancos e inversionistas que perdieron hasta la camisa con estos sofisticados productos financieros estarían alistando demandas en Estados Unidos y en Europa. Entre ellos, la aseguradora AIG y el banco alemán IKB. Según la agencia AFP, Gordon Brown, jefe del gobierno británico, dijo que "si se demuestra que lo que pasó en Goldman Sachs o en cualquier otro banco estaba mal, se tendrán que pagar indemnizaciones de cientos de millones de dólares a los bancos británicos". Goldman y sus directivas no solo tendrán que defenderse ante la máxima autoridad regulatoria estadounidense. También de sus propios accionistas. Un grupo de ellos demandó porque se le ocultaron detalles de operaciones riesgosas que llevaron al gobierno a acusar al banco. Claro, los accionistas no deben estar muy contentos puesto que después de salir bien librados de la crisis pasada, el escándalo y la investigación hizo caer la acción en bolsa. En efecto, el 16 de abril, cuando la Comisión de Valores presentó la demanda por fraude, la acción cayó 12,8 por ciento, a 160,7 dólares. Eso les representó a los accionistas una pérdida de 12.000 millones de dólares, según su valor de mercado. En medio de la cadena de escándalos que ha sacudido a Wall Street en los últimos tres años, para cualquier ciudadano desprevenido este sería uno más. Sin embargo, no es así. La decisión que tomó el regulador bursátil en Estados Unidos de iniciar investigación contra Goldman y uno de sus empleados, Fabrice Tourre, por supuesto fraude, levantó un polvorín en el mundo financiero. A la SEC muchos le atribuyen un tinte político y pocos creían que pudiera meterse con el poderosísimo banco de inversión. Durante décadas, Goldman ha sido la entidad más influyente en el mundo financiero, con poderosas conexiones políticas. Sus ex ejecutivos han ocupado posiciones importantes en las esferas de la economía del gobierno estadounidense. Entre ellos, Henry Paulson, después de salir como director general de Goldman Sachs, fue secretario del Tesoro en la administración del presidente George W. Bush. Sus antecesores inmediatos en el banco salieron para ocupar puestos al más alto nivel: Jon Corzine pasó a ser senador de Estados Unidos y gobernador de New Jersey; Stephen Friedman a ser presidente del Concilio Económico en el gobierno de Bush, y Robert Rubin también entró a esa entidad y posteriormente a ser secretario del Tesoro del presidente Clinton. Este maridaje entre Wall Street y la Casa Blanca ha sido duramente cuestionado por la prensa estadounidense. El cineasta Michael Moore lo desnuda crudamente en su documental Capitalismo: una historia de amor. La crítica tiene que ver básicamente con el hecho de que esta cercanía con el poder le resta independencia a la labor de vigilancia y control del gobierno y el Congreso. El prestigio de Goldman no se discute y atrae a los más poderosos. En la pasada crisis, Warren Buffet, a través de su vehículo de inversión Berkshire Hathaway, adquirió en una colocación privada 5.000 millones de dólares de acciones preferenciales perpetuas de Goldman Sachs. El caso de Goldman ha revivido la indignación del pueblo estadounidense por los banqueros de Wall Street. El amplio despliegue que se le ha dado a este escándalo tiene que ver también con que el hecho de que Goldman Sachs se benefició del rescate financiero que lanzó el presidente Barack Obama, y poco después estaba dando millonarias ganancias. Ahora, Obama aprovechará las acusaciones de fraude contra Goldman para acelerar la aprobación de la reforma financiera. La regulación tiene precisamente un capítulo para poner en cintura los complejos productos financieros (como los derivados) que se inventaron los banqueros, y en los que Goldman se ha destacado por su gran creatividad. Crearon un engranaje financiero que siempre 'jugó' con el dinero de los inversionistas que no sabían realmente dónde estaban metiendo su dinero. Los problemas que enfrenta Goldman Sachs van más allá de las fronteras estadounidenses. En uno de los puntos de mayor discordia entre Grecia y el Banco Central Europeo está metido el poderoso banquero de inversión. Según la revista Spiegel, Goldman Sachs ayudó al gobierno griego a disfrazar la verdadera magnitud de su déficit público con el apoyo de un contrato de derivados que legalmente eludió las normas de déficit que estableció el tratado de Maastricht en la Unión Europea. El economista chileno Marco Antonio Moreno, en blogsalmon.com, señala que como Grecia nunca pudo alcanzar la meta del 60 por ciento de endeudamiento fiscal (es mayor al ciento por ciento del PIB), se comprometió a no superar el 3 por ciento del déficit público. Esta tarea no solo no cumplió, sino que engañó durante años a la oficina de la Eurostat. "Ahora se sabe que en esta operación fraudulenta Grecia contó con la generosa ayuda de Goldman Sachs: le ayudó a disfrazar los déficits con artificios contables". Una cosa es la contabilidad creativa, pero otra es el intento de fraude y engaño, dice Moreno. Explica el economista que las operaciones de cosmética contable se iniciaron en 2002. La ayuda de Goldman permitió crear figuras invisibles a los ojos de los controladores: los complejos derivados financieros con los cuales el gobierno podía obtener liquidez en préstamos diluidos a 30 años. "Goldman ideó un tipo especial de cambio para Grecia que le permitía acceder a créditos adicionales de hasta 1.000 millones de euros. Este crédito se disfrazaba como intercambio y no aparecía en la deuda griega". ¿Podrán comprobarle a Goldman todas estas acusaciones? Está por verse. Nadie sabe si estas demandas terminarán por materializarse y muchos se preguntan si abogados y banqueros estarán dispuestos a hacer algo que pocos han intentado antes -enfrentarse al poder de Goldman en público-. Esta será una prueba para ver si en Estados Unidos el poder económico está por encima del poder político.