La semana de receso escolar se convirtió en un bálsamo para muchos negocios en el país. Regresaron imágenes que hace rato no se veían por la cuarentena, como un aumento en el flujo de viajeros, huéspedes en hoteles y fincas, y hasta trancones por las carreteras. Por las cifras de paso por peajes, 9,9 millones de vehículos se movilizaron por los principales corredores viales.
También subió la demanda de combustibles, con despachos que no se veían desde que comenzó la emergencia sanitaria. Estas primeras señales del arranque del turismo generan optimismo sobre un nuevo impulso del proceso de reactivación. Pero no son las únicas.
Tras la decisión del Gobierno de finalizar el aislamiento preventivo, en septiembre la actividad productiva reaccionó. Las ventas de vivienda de interés social (VIS) alcanzaron su mayor nivel en la historia, según datos del Ministerio de Vivienda. Este también resaltó un incremento anual de dos dígitos en la vivienda no VIS, que superó el umbral de las 5.000 unidades vendidas.
Asimismo, las ventas de autos volvieron a valores cercanos a los que se observaban antes de la pandemia, lo cual muestra que muchos hogares reactivaron sus decisiones de consumo e inversión.
Varias entidades financieras consultadas también reportaron un aumento en el número de transacciones, así como más pagos de nómina y un buen comportamiento del crédito tras las menores tasas de interés. Al parecer, los recortes de las tasas de intervención del Banco de la República por fin empiezan a notarse.
El nivel de compras de los hogares de igual forma reaccionó. En efecto, alcanzó en septiembre cerca del 90 por ciento de un mes prepandemia, frente a un 67 por ciento de agosto, afirma Juan Pablo Espinosa, director de Investigaciones Económicas del Grupo Bancolombia.
Los hogares gastaron más e incluso hubo un repunte de la inflación, luego de varios meses de presentar resultado negativo. Eso igualmente se interpreta como una señal de mayor dinamismo.
El retorno de la confianza también avanza. El índice de confianza del consumidor (ICC) que mide Fedesarrollo mostró una mejora en la forma como los consumidores consideran la situación de sus hogares, aunque sigue en terreno negativo.
Esto revela una situación mejor que la de abril, aunque en varios frentes falta mucho para llegar a los niveles prepandemia.
Además, se da una recuperación bastante desigual por sectores. La demanda de energía del ramo agrícola ya alcanzó los niveles de principios del año, por ejemplo. En el comercio sigue mejorando, pero sectores como restaurantes, hoteles y entretenimiento aún están muy rezagados.
Por eso, es apropiado tomar las cifras recientes con optimismo tanto con la economía como con la pandemia, que registra menos muertes y mayor disponibilidad de unidades de cuidados intensivos. No obstante, no hay que confiarse porque falta mucho por hacer.
En agosto, los confinamientos y cuarentenas sectorizadas en ciudades como Bogotá y Medellín metieron la economía en un bache. Algunos estiman que ese mes descendió 11 por ciento. Pero en septiembre la caída pudo estar en 7 por ciento, estima Camilo Alberto Pérez, gerente de Investigaciones Económicas del Banco de Bogotá. Una mejora atribuida a la reapertura.
Este comportamiento de la economía hace pensar que en el tercer trimestre del año el golpe estuvo alrededor del -9,7 por ciento, según el índice NowCast que calcula Bancolombia. Una mejora frente a la caída del 15 por ciento de la economía en el segundo trimestre, el peor en la historia. Esto significa que el país recuperó casi la mitad del terreno perdido en la cuarentena, asegura Espinosa. Aunque ese rebote muestra los efectos positivos de la reapertura, también evidencia que se necesita mucho más para volver al crecimiento del 4 por ciento esperado antes de la crisis sanitaria.
La recuperación está en camino, pero lentamente. Regresar a los niveles anteriores tomará entre dos y tres años. Esto, sobre todo, en sectores en los que la reapertura aún tiene muchas trabas, como restaurantes, hoteles y entretenimiento, que pesan mucho en la ocupación laboral.
El incremento del empleo plantea otra señal positiva, pero buena parte obedece a trabajos informales y al aumento de los inactivos. Eso hace pensar que la recuperación será mucho más lenta.
Asimismo, hubo un cierto alivio en las cifras de ventas del comercio en Bogotá, que en todo caso se mantiene rezagada frente a otras ciudades.
Con lo visto hasta ahora, las proyecciones de crecimiento de los analistas para este año comienzan a converger hacia una cifra alrededor del 7 por ciento. Llama la atención que el Banco de la República es el más pesimista: ve un decrecimiento del 8,5 por ciento, muy lejos del 5,5 por ciento previsto por el Gobierno. Para 2021, el consenso indica que la economía repuntará alrededor del 4,7 por ciento, menos del 6 por ciento que espera el Ministerio de Hacienda. Esto tendrá importantes implicaciones fiscales y reavivará el debate sobre cómo pagar la enorme deuda que dejará esta crisis.
Sin embargo, surgen señales de alerta porque estas estimaciones no contemplan un eventual regreso a las cuarentenas ante posibles rebrotes. Ese sería un escenario aún más nefasto para la economía.
Por lo tanto, al igual que para contener la pandemia, será necesario contar con la responsabilidad y el compromiso de todos en las medidas de autocuidado a fin de lograr la reactivación. Preocupa la falta de disciplina de muchos ciudadanos. Sin duda, estos no solo juegan con la salud de todos, sino con el futuro económico. De manera que es grato ver las cifras con optimismo, pero no confiarse.