Tras más de cinco meses de cuarentenas, toques de queda, cierres parciales, planes candado, ley seca, pico y cédula y todo tipo de medidas de aislamiento, la paciencia de los ciudadanos y los empresarios parece haber llegado a su límite. Comerciantes formales y vendedores callejeros protagonizaron a finales de agosto marchas y disturbios en el centro de Bogotá para que los dejaran trabajar. Y el gremio gastronómico amenazó con demandar al Distrito por violar el derecho al trabajo y a la no discriminación. Estos hechos muestran que esos mecanismos restrictivos se agotaron, que no hay economía que aguante cerrada tanto tiempo y que hay que pasar a una nueva etapa. En especial porque la vigilancia y las cuarentenas resultaban muy estrictas con la economía formal, mientras que la informal, que pesa casi el 60 por ciento del sector, buscaba el camino para volver a la actividad y generaba en muchos casos brotes masivos y gran preocupación en las autoridades. Las tensiones se aliviaron con el anuncio del gobierno, el 24 de agosto, de pasar a esa nueva fase. Los anuncios de reactivación de 14 rutas aéreas desde el aeropuerto El Dorado hacia las principales ciudades, las pruebas piloto de restaurantes al aire libre en Bogotá, Barranquilla y Cali, y la autorización de los autocines y salas de cine también mejoraron el ánimo de los empresarios. Esas decisiones se convirtieron en un bálsamo y suscitaron la idea de que septiembre será el mes de la reactivación. Pero puede no ser suficiente.

Las medidas de aislamiento han tenido un impacto económico gigantesco. En el segundo trimestre del año, el PIB se contrajo -15,7 por ciento, el peor registro en la historia del país, y alrededor de una cuarta parte de la fuerza laboral se quedó sin empleo. La tasa de desempleo urbana alcanzó cerca del 25 por ciento, 5 puntos más que el promedio nacional, lo que demostró que las ciudades se han llevado la peor parte. Esto sin contar las quiebras de empresas, el aumento de la pobreza y la pérdida de bienestar. Claramente, relajar las restricciones tiene un impacto. En abril, un mes con una cuarentena estricta en el ámbito nacional, la economía cayó un 20 por ciento. Sin embargo, en la medida que algunos sectores y actividades abrieron, el daño económico disminuye. En mayo, la economía decreció un -16 por ciento; en junio, un -11,1 por ciento. No obstante, ante las cuarentenas sectorizadas en algunas ciudades como Bogotá y Medellín, la recuperación habría perdido fuerza en el arranque del tercer trimestre. Al igual que el virus, la reapertura de la economía tiene diferentes tiempos y grandes diferencias entre sectores y por ciudades. Por esto, la recuperación no llegará a un solo ritmo ni será homogénea. ¿Cómo está llegando la reapertura? Bogotá ha tenido uno de los aislamientos preventivos más largos, y ha registrado uno de los impactos económicos más fuertes. La ciudad decrecerá alrededor del 9 por ciento, por encima del promedio nacional, según espera el propio Distrito. Una situación compleja, pues la capital responde por cerca de una cuarta parte del PIB del país y la quinta parte del empleo. Para algunos, esta estrategia de fuertes restricciones ha hecho que la capital tenga un desempeño contra la covid mejor que la mayoría de capitales grandes de América Latina. No obstante, Anif considera que el trabajo de contener el virus ha tenido el mayor costo económico en el país, sin suficientes resultados en salud. Por esto, muchos celebran que los alcaldes locales hayan comenzado a hablar de temas económicos y de planes de reactivación, y que sus ciudades empiecen a recorrer caminos de normalidad. En Bogotá, tras las protestas, la Alcaldía y representantes del sector buscan puntos de acuerdo para reactivar el comercio. La Alcaldía apuesta, entre otras cosas, por que abran cuatro días a la semana y entren en confinamiento otros tres. La administración distrital busca que convivan máximo 4 millones de personas simultáneamente en las calles.

Claudia López, alcaldesa de Bogotá, explicó cómo funcionarán los restaurantes en la capital a partir de este 3 de septiembre. Por su parte, en Medellín ya empezaron los planes piloto para abrir el aeropuerto local, el Enrique Olaya Herrera, y el internacional José María Córdova. Mientras tanto, las exigencias en centros comerciales cada vez son más laxas y la Alcaldía anunció que no habrá toque de queda los fines de semana. Sin embargo, la Gobernación de Antioquia pidió llamar a nuevas cuarentenas, pues la ocupación de camas UCI sube con fuerza.   Después de cinco meses cerrado, reabrió el Caimán del Río, la zona de restaurantes del Gran Malecón, el principal punto de atención turística en Barranquilla antes de la llegada del nuevo coronavirus. Otros 29 restaurantes también quedaron incluidos en el plan piloto para el sector gastronómico puesto en marcha por las autoridades en la ciudad. Han adelantado la reapertura de manera progresiva. Primero dieron el gran paso de dar permisos al comercio al por menor, gradualmente y por localidades. Luego autorizaron a los vendedores informales de la zona peatonal del centro, con un pico y número; y les dieron luz verde a los moteles. Otro gran avance podría llegar el primero de septiembre, si el Gobierno nacional aprueba el vuelo piloto desde el Aeropuerto Internacional Ernesto Cortissoz, en la ruta Barranquilla-Cali. El alcalde Jaime Pumarejo anunció que en los próximos dos años planean invertir 5 billones de pesos en proyectos sociales. Estos, según el mandatario, servirán para recuperar 150.000 empleos, de modo que la economía crezca a una tasa del 8 por ciento. Asimismo, Cartagena ha ido retomando su vida cotidiana. Dieron la primera gran señal con los operativos de limpieza de los principales sitios turísticos, ejecutados por los trabajadores de la Escuela Taller. Y, esta semana, el Ministerio de Salud confirmó la aprobación de los vuelos pilotos con conexión directa a Bogotá. La Alcaldía de Cartagena planea dar el siguiente paso con la reapertura del centro histórico y de las zonas de playas. Esta nueva etapa contemplaría habilitar plazas y parques para el sector gastronómico y de ocio, bajo previa aprobación de las autoridades de salud. Los bares permanecerán cerrados por ahora.

Jaime Pumarejo, alcalde de Barranquilla Por el mismo camino del Caribe va Cali, donde reabrieron con gran éxito el ámbito gastronómico la semana pasada, según explicó el alcalde Jorge Iván Ospina. Más de 200 establecimientos volvieron a abrir sus puertas con cambios significativos. El secretario de Turismo, Carlos Martínez, aseguró que por la efectividad del plan piloto autorizaron una segunda reapertura de restaurantes en varios sectores.  El sector de los moteles también tuvo un respiro. La Alcaldía autorizó la reapertura de 300 establecimientos que cumplen los protocolos de bioseguridad. A estos se suman los gimnasios y cines. Los planes pilotos están previstos para la próxima semana, a la espera de la firma del Ministerio de Salud. Ahora, Cali buscará ante el Gobierno la reapertura de más rutas nacionales en el aeropuerto Alfonso Bonilla Aragón, que solo tendrá un vuelo con Bogotá cada semana. Reapertura no es reactivación La gran cantidad de medidas anunciadas despiertan gran ilusión en el sector empresarial, que espera que septiembre tenga un comportamiento mucho mejor en términos económicos y se convierta en un punto de quiebre para comenzar la recuperación. No obstante, como han advertido diversos analistas y empresarios, acelerar la reapertura es necesario, pero por sí solo no garantiza la reactivación inmediata de la economía ni que esta comience a crecer a tasas positivas. De hecho, muchos empresarios consideran que todavía falta lo peor.

La crisis originó un doble choque al golpear la oferta y la demanda. La reapertura le quita un freno a la primera, aunque muchos sectores seguirán con restricciones estrictas. Pero aún es incierto cómo se comportará la demanda. Esto es, por ejemplo, cómo reaccionará el consumo de los hogares, resentido no solo por el aislamiento sino también por el aumento del desempleo, la incertidumbre laboral y el temor al contagio. La falta de apetito por endeudamiento por medio del Fondo Nacional de Garantías (FNG), por ejemplo, no obedece solo a requisitos en las líneas de garantías del fondo o a las exigencias de los bancos. Hay un tema crucial: la confianza del consumidor. Y si el empresario no ve que la demanda sube, pues no se endeuda. Raúl Buitrago, presidente del FNG, advierte que en la entidad trabajan no solo en darles flujo de caja a los empresarios, sino también en desarrollar productos y modelos. “El problema es de demanda. Los productos del FNG están diseñados para el lado de la oferta porque respaldamos empresarios. Tenemos de alguna manera que generar un trabajo de acupuntura para sectores específicos, como construcción y trabajadores independientes, y darles señales a las familias”, dice.

De otro lado, preocupa que las medidas exigidas para reabrir los sectores resulten tan restrictivas y costosas que hagan inviables los negocios. Esto sucede, verbigracia, con los cines. La semana pasada el Ministerio de Salud autorizó los pilotos para las salas, pero con condiciones que los dificultan. Por ejemplo, no pueden vender comida en los teatros, deben mantener una distancia de dos sillas entre cada asistente y dejar filas vacías. Por ahora, el gremio de los exhibidores de cine sigue en contacto con el Gobierno para flexibilizar las decisiones. Precisamente, Munir Falah, presidente de Cine Colombia, hace unas semanas puso un trino que pone en evidencia el asunto: “Algunos sectores económicos y/o empresas se verán en una situación aún más compleja que la que tienen hoy, una vez se autorice su reapertura. En estos casos, los costos de operación superarán significativamente los ingresos generados, de tal manera que la pérdida será aún mayor”. Por esto, muchos analistas estiman que mientras no aparezca una vacuna o un tratamiento eficaz contra la covid-19, el consumo permanecerá reprimido por el temor. De igual manera, diversos empresarios y analistas reclaman planes de choque para crear nuevo empleo, así como planes de reactivación y ejecución en las ciudades.

El nombre del juego En esta nueva etapa, el desafío fundamental consistirá en generar confianza. Por un lado, para garantizar los protocolos de bioseguridad y distanciamiento social requeridos para evitar los contagios. Pero por otro, la disciplina individual tendrá un papel protagónico para superar el miedo de los consumidores de salir de nuevo a las calles y comercios. También se requerirá coordinación de los gobiernos regionales, especialmente las alcaldías, con el Gobierno nacional. Eso para suscitar mayor certidumbre en la gente y masificar los esfuerzos de cultura ciudadana. Las cuarentenas parecen agotadas, no obstante, nadie sabe cómo podrán reaccionar los alcaldes ante rebrotes del virus que pongan de nuevo en jaque los sistemas de salud. Tampoco es posible bajar la guardia en cuanto a fortalecer el sistema de salud, identificar los cercos epidemiológicos y hacer la mayor cantidad de pruebas para mantener a raya el virus, mientras que la economía se recupera y aparece la vacuna.