Dos casos de influenciadores colombianos están ya en la lupa de la Fiscalía General, bajo sospecha de uso de su actividad para el lavado de dinero. La Dian abrió un capítulo de fiscalización y empezó a revisar el historial de ingresos de los primeros 50 nombres más influyentes en redes sociales, luego de lo cual se encontró con una sorpresa: solo cuatro de ellos tenían sus cuentas tributarias completamente en orden. Entre los otros 46 hay de todo. Como se trata de una labor de generación de contenidos, que además incluye publicidad de productos y hasta comercio exterior, en materia de impuestos también existe diversidad.
Laboralmente, unos hacen videos de entretenimiento o se vuelven famosos por sus opiniones e historias polémicas, y con ello atraen seguidores por los que les pagan grandes sumas; otros usan las redes para enseñar matemáticas, como JulioProfe. Y los que llegan a la cima de la fama facturan cuantiosas cifras por promocionar productos de grandes marcas.
Algunos empiezan a importar para posteriormente vender mercancías, aprovechando la audiencia cautiva que tienen en las redes. En todo caso, cuando ya adquieren relevancia en la industria digital, reciben dinero –y mucho– de varias fuentes. Yeferson Cossio, por ejemplo, reveló que su promedio mensual de ingresos es de 750.000 dólares, pero en ocasiones logra ganar más de un millón de dólares en un mes.
Ahora, muchos de los influencers están siendo llamados por la Dian, en un ejercicio pedagógico para decirles lo que está o no está bien hecho en materia tributaria. Pero en ese universo también entran los que siguieron un camino que –quizás– ya no tiene reversa: el del delito.
Sin morder el anzuelo de lo ilícito
Cuando hay suficientes indicios de que no solo se trata de una evasión de impuestos a la Dian, la Uiaf (Unidad de Investigación de Lavado de Activos) es el escalón siguiente. Esa unidad de inteligencia financiera, desde las sombras, sin hacer mucho ruido, cruza las poderosas bases de datos a las que tiene acceso para hallar verdades. Allí, los influenciadores están en revisión desde 2014, pero es en los últimos tiempos en los que se ha masificado aún más esta actividad de marketing y publicidad.
El riesgo de que esa labor sea utilizada como trampolín para el lavado de activos se incrementó con el auge de los influenciadores en la pandemia, a tal punto que en una red como Instagram, en Colombia hay alrededor de 407.810. Y no es para menos. En 2019, la firma de marketing Izea investigó sobre el pago que hacen las marcas por contenido patrocinado en internet y estableció que, en Instagram, el precio de una foto promocionada pasó de 134 dólares en 2014 a 1.642 dólares cinco años después.
Redes como YouTube, TikTok o Facebook, que están entre las que pagan por contenidos, cada vez atraen más a los que buscan fuentes de ingresos. Por lo tanto, aunque no hay claridad absoluta sobre la cantidad de dinero que se mueve en Colombia con esta actividad, antes de la pandemia, en un país como Estados Unidos se hablaba de inversiones superiores a 121 millones de dólares en campañas con influenciadores.
Común y silvestre
El esclarecimiento de las cuentas se va dando poco a poco. En nuestro país, con la información que entrega la Dian, la Uiaf ha ido construyendo el perfil de estos ciudadanos que viven de vender sus historias, sus opiniones y su fama.
El perfilamiento que ha hecho la Uiaf de los influenciadores los ubica –en 86 por ciento– entre 18 y 33 años, con un promedio de edad de 28 años. En su mayoría, provenían de niveles socioeconómicos de menores ingresos, con dificultad para acceder al mercado laboral por una reducida formación profesional. Cuando entran al mundo digital como negocio, de pronto ven subir sus ingresos y esa bonanza financiera los toma por sorpresa, sin la debida preparación para saber qué hacer con la plata. La compra de objetos y servicios lujosos y las excentricidades de las que se ufanan son la primera elección. Pero eso, al final, termina siendo el anzuelo que muerden para que las autoridades prendan las alarmas y logren la pesca de los que están cometiendo actos ilícitos. Sucedió en el reciente caso de Jenny Ambuila, quien aparecía en redes sociales mostrando autos de 1.000 millones de pesos y prendas de costosas casas de moda, sin que después lograra justificar ante las autoridades la fuente de tantos ingresos.
Las pesquisas de la Uiaf han logrado establecer la manera en que los influenciadores montan estrategias de negocios con importaciones. Las operaciones comienzan a ser sospechosas cuando traen productos de lejanas tierras, pese a que están disponibles en sitios más accesibles. La primera alarma suena en la Dian, pues no hay correlación entre la mercancía que se vende y el nivel de ingresos del titular del negocio. Es decir, hay un posible lavado de activos que pasa a ser revisado y confirmado en la Uiaf. Los casos que llegan a la Fiscalía, en general, terminan en penalización.
No hay nada oculto bajo el sol
Los grandes jugadores de la economía digital, como Facebook y Google, le remiten a Colombia los pagos que realizan. “Empezamos a ver una gran cantidad de giros sospechosos a colombianos desde el exterior. La dirección de fiscalización inicia la tarea de ‘desencriptar’ la información para identificar quiénes son esos sujetos que usan seudónimos y que se conocen como influencers”, dice Lisandro Junco, director de la Dian.
Lejos de ser el dóberman con el que la gente relaciona a la Dian, la entidad empieza por llamar a los famosos para invitarlos a la legalidad. Muchos pecaban por desorden financiero, contable y administrativo: no conocían a fondo las normas tributarias. En ciertos casos no pagaban IVA o no aportaban la totalidad del impuesto de renta. Algunos no sabían que podían reportar gastos por el pago del salario del mánager y con ello reducir la carga tributaria.
“A muchos les asesoramos, les dijimos que debían declarar por sus dos tipos de ingresos, el que reciben por su posicionamiento en redes y el que proviene de la publicidad. Necesitaban organizar sus estados financieros y buscar un contador”, agrega Junco.
Ojo con pagos en criptomonedas
En general, aunque la Dian detectó que existía una gran cantidad de ingresos que no se estaban declarando, también había influenciadores que venían haciendo las cosas muy bien. Lo cierto es que, con la apertura de un capítulo específico de fiscalización de influenciadores, la entidad tributaria ha logrado la corrección de 5.000 millones de pesos entre impuestos dejados de pagar, sanciones e intereses por mora, “pero hay mucho más”, sostiene Junco, quien menciona el tema de los criptoactivos, que están entrando a ser parte del mundo de los más visibles en redes. “Es algo que prende aún más las alarmas, es otra de las fases de la fiscalización a los influencers”. Aunque la moneda virtual no es reconocida en Colombia como valor de circulación, por lo tanto, no está regulada, hay influenciadores que están recibiendo dinero por pago de publicidad en criptoactivos. “No se trata de algo ilegal, sino que piensan que no tienen que declarar por esos ingresos”, advierte Junco y recuerda que en el Estatuto Tributario está la valoración de activos digitales financieros.
La poética del metaverso, pero...
Otra fase en la fiscalización tributaria que ya está en estudio es la del metaverso, que surge a raíz del cambio de marca de Facebook a Meta, la empresa fundada por Mark Zuckerberg. Se trata de una función que promueve la interacción social y económica a partir de avatares que no son otra cosa que una realidad virtual. “Vemos marcas vendiendo para los avatares que hay dentro del metaverso. Hay allí mucha liquidez”.
En la ruta de la tributación con la economía digital ya está próximo el momento en el que YouTube, Netflix y plataformas similares empiecen a pagar el impuesto mínimo global en Colombia, partiendo de los pilares uno y dos de las normas de la Ocde en ese asunto. “Estamos en la redacción de esas normas en la Ocde. Las plataformas tienen una renta global, pero van a tener que tributar sobre esa renta residual de sus ingresos en Colombia”, sostuvo el director de la Dian, por lo cual el país recibiría alrededor de 2 billones de pesos.
Todo ese mundo que a veces parece intangible es el que está planteando una nueva manera de tributar con muchos desafíos, tanto para los contribuyentes como para las autoridades fiscales. Así que si usted forma parte del creciente grupo de influenciadores colombianos, es mejor que comience a influenciar como buen contribuyente.