Apesar de tener las mayores reservas de petróleo del mundo y tras una década de altos precios del crudo, la incertidumbre en la economía venezolana es tan alta como en su política. Los principales indicadores hacen pensar que se avecinan problemas muy graves. Según analistas, los mayores riesgos se derivan de los serios desajustes macroeconómicos, empezando por el elevado déficit fiscal que ya se acerca al 20 por ciento del Producto Interno Bruto, PIB (en Colombia es de 2,4 por ciento). Aunque el buen precio del barril le ha permitido al presidente Hugo Chávez mantener una política expansiva de gasto público que le ayuda a financiar sus programas sociales, se ha quedado corto en ingresos y ha tenido que endeudarse. Se estima que la deuda externa ha crecido diez veces en los últimos diez años. La inflación no es un mal menor. El año pasado cerró en 20,1 por ciento, una cifra que si bien fue inferior a la de 2011, es una de las más altas de la región. Adicionalmente, hay escasez de algunos de los productos de primera necesidad. Durante buena parte del año pasado el gobierno contuvo la inflación postergando el ajuste de los productos controlados, como alimentos, medicinas y artículos de cuidado personal que solo pueden aumentar con su autorización. En noviembre permitió aumentos en arroz, café y harina de maíz. Se estima que de cada 100 productos que los consumidores solicitaron en abastos, supermercados y toda la red de establecimientos, 16,3 no estaban disponibles, el nivel más elevado desde diciembre de 2008. Por su parte, el mercado del dólar sigue siendo un dolor de cabeza para los empresarios y quienes necesitan divisas. El dólar se cotiza en la calle cuatro veces por encima de la tasa oficial. Si bien el crecimiento del año pasado alcanzó el 5,5 por ciento, debido en gran parte al aumento del gasto público que sirvió para apalancar la reelección chavista, hay pronósticos más bajos para 2013. Según Ecoanalítica, firma de investigación venezolana, la economía podría caer 0,5 por ciento este año, aunque eleva su pronóstico a 1,5 por ciento si se llegan a tomar medidas correctas. Otros analistas, más optimistas, prevén que la economía crecerá entre 2 y 3 por ciento, en todo caso la mitad de lo que creció el año pasado. Ante esas perspectivas, ¿qué medidas se esperan? Para empezar, la devaluación del bolívar parece inevitable. Hoy hay dos tasas de cambio oficiales, una de 4,3 bolívares por dólar para importar alimentos y medicamentos y otra de 5,3 para otros productos. Pero el dólar paralelo, el del mercado negro, está cuatro veces por encima de esos valores, lo que ocasiona graves distorsiones económicas. Pero la devaluación no es suficiente. El gobierno tiene que hacer un fuerte recorte en el gasto público, disminuir sus niveles de endeudamiento e impulsar el sector industrial y petrolero, que han sufrido un fuerte retroceso. Cifras de Fedecámaras revelan que en la última década desapareció el 30 por ciento de las empresas. Adicionalmente, la producción de la estatal petrolera Pdvsa sigue en descenso –hoy produce cerca de 2,5 millones de barriles diarios, un millón menos que hace unos años–. La situación es tan compleja que ya se habla de revisar los precios del galón de gasolina, uno de los más bajos del mundo. Un tema que hasta hace poco era impensable en una nación con las mayores reservas de petróleo del planeta. Según el presidente de Fedecámaras, Jorge Botti, “este año se comienza a ver el final de la bonanza, que fue una ilusión apuntalada por el inmenso gasto público. Ahora viene la realidad y el periodo de vacas flacas, a pesar de que los precios del petróleo se mantienen altos”. Asdrúbal Oliveros, director de Ecoanalítica, dice que este año será de gran incertidumbre y que tres factores desempeñarán un papel crucial en la evolución de la economía: la estabilidad en los precios del petróleo, un ajuste cambiario y la evolución de la salud del presidente Chávez. En cualquier escenario, las decisiones económicas se van a supeditar al tema político. Si hay nuevas elecciones presidenciales en el corto plazo porque Chávez no puede asumir el poder, las medidas de ajuste se postergarán. Las calificadoras de riesgo ya le están pasando la cuenta de cobro. Moody’s anunció la semana pasada que cambió de estable a negativa la perspectiva de Venezuela ante la incertidumbre política. Ahora bien, las decisiones que tome Venezuela son vitales para Colombia pues sigue siendo uno de sus principales socios comerciales. Magdalena Pardo, presidenta de la Cámara Colombo Venezolana, dice que “si bien el año pasado las exportaciones al vecino país crecieron cerca del 70 por ciento, todavía no llegan a la mitad de lo que le vendíamos hace varios años”. En este sentido, un ajuste cambiario se traduciría en el encarecimiento de las exportaciones colombianas, es decir, mucho menos intercambio. Parece que la hora de la verdad no solo política sino económica le llegará a Venezuela en 2013. De cómo se manejen estos dos cruciales asuntos dependerá que esta nación salga del atolladero en que se encuentra. Pero no deja de ser una contradicción que el país con las mayores reservas de petróleo del planeta –casi 300.000 millones de barriles– pase tantos dolores de cabeza por su economía. Vivir en bolívares Venezuela es de los pocos países en el mundo en donde los carros se valorizan con cada año que pasa. Un Chevrolet Corsa de 2 puertas, modelo 2005, cuesta 140.000 bolívares, lo que equivale, al cambio oficial, a casi 60 millones de pesos. Los precios del usado se han disparado desde 2007, cuando el gobierno impuso límites al número de automóviles importados como parte de sus medidas proteccionistas. A pesar de los altos precios y la escasez de repuestos en los talleres, autorizados y piratas, el carro sigue siendo el medio de transporte favorito entre los venezolanos. La razón es que el transporte público no es seguro ni de buena calidad en la mayoría de las ciudades y que la gasolina es más barata que el agua. El precio de algunos alimentos se ha duplicado en tan solo cuatro meses y ha habido desabastecimiento, aunque el gobierno lo niega y culpa a los acaparadores de estar detrás de un supuesto sabotaje. Durante los dos últimos meses, cuando los venezolanos se preparaban para recibir las fiestas de fin año, los caraqueños hacían filas en los supermercados para comprar pollo, azúcar y harina (fundamental para hacer la masa de las hallacas y las arepas). Durante algunos días tampoco se conseguía papel higiénico, pasta de dientes o leche. En otras ocasiones lo que falta es aceite vegetal o toallas higiénicas. Algunos medicamentos para la tiroides o la hipertensión también son escasos, a tal punto que algunos viajan hasta Cúcuta o hacen cadenas en las redes sociales en casos desesperados. La finca raíz está paralizada. Pocos se atreven a invertir en nuevos proyectos de construcción por la inestabilidad política, porque las tasas para préstamos en los bancos son muy elevadas y porque los constructores tienen dificultades para importar insumos o materiales por el control cambiario. El gobierno fijó cánones de arrendamiento y aprobó una ley que favorece a los inquilinos por encima de los propietarios, lo que afectó la oferta considerablemente. Lo poco que se encuentra es a precios impagables. Por eso muchos jóvenes que quieren independizarse optan por seguir viviendo con sus familias. El control cambiario no facilita la vida de los comerciantes que tienen negocios con otros países, estudiantes que viven en el extranjero o quienes viajan de vacaciones. El gobierno debe aprobar cualquier transacción con divisas extranjeras, sea para consumo personal o para empresas.