Antes de que estallara el escándalo de corrupción en la Corte Constitucional, Hélber Otero era prácticamente un desconocido para la opinión pública colombiana. Aunque lleva más de 20 años en el mercado financiero y bursátil, metido en cuanto negocio hay, ha manejado un bajo perfil, gracias a lo cual ha estado alejado de la mirada de los medios. Sin embargo ahora, por cuenta de los líos que enfrenta con la Justicia, salió del anonimato y pasó a ser protagonista de las noticias judiciales. Hace una semana, un juez de garantías lo mandó a prisión preventiva (le concedió casa por cárcel) tras escuchar los argumentos de la Fiscalía que lo acusa del presunto delito de tráfico de influencias de particulares, para favorecer a su empresa, la sociedad Fiduciaria Petrolera (Fidupetrol). La investigación de la Fiscalía señala que Otero, como accionista principal de esta fiduciaria (a través de su empresa Tecfin), buscó al abogado Víctor Pacheco (hoy en la cárcel) para influir ante magistrados de la corte y lograr la selección y fallo de una tutela con la que Fidupetrol pretendía evitar el pago de una multa de 22.500 millones de pesos que le había impuesto la Contraloría General. El empresario se declaró inocente, pero de ser encontrado culpable se enfrentaría a una pena de ocho años de prisión. Pues bien, al saltar a la palestra su nombre por este grave caso de corrupción, también salió a flote su vínculo con los últimos escándalos del mercado bursátil: InterBolsa, Proyectar Valores y el Fondo Premium. Esta coincidencia de sucesos y de relaciones con personajes que hoy también enfrentan líos con la justicia ha hecho que aumente la atención sobre la vida de este inversionista. Fuentes del sector financiero, consultadas para analizar este caso, sostienen que Otero hace parte de un grupo de jugadores del mercado bursátil que perdió el horizonte, arrastrados por la ambición y la posibilidad de hacer dinero fácil y rápido. Jugadores que aprovecharon los vacíos legales y se saltaron los principios éticos que deben regir las relaciones con los clientes. Para algunos, Hélber Otero llegó a ser un inversionista tan controvertido como Juan Carlos Ortiz, uno de los cerebros responsables de las debacles de InterBolsa, Proyectar Valores y Premium. Y la verdad es que hay bastantes similitudes entre los dos, aunque la historia de ambos en el mercado parte desde distintos puntos. En el mundo financiero, Otero arrancó literalmente desde abajo. A finales de los años ochenta, recién egresado de la universidad –donde estudió Administración–, se vinculó al Citibank en el área comercial. Era el típico vendedor que buscaba clientes con plata. Se destacó en este campo y consiguió grandes inversionistas que luego, en el futuro, apoyarían sus empresas. Su paso por el Citi fue definitivo en su carrera y marcó su trayectoria. Escaló hasta llegar a la tesorería de la banca de consumo, donde también mostró sus grandes habilidades como administrador de los excesos de liquidez, y generó enormes ganancias para la entidad y, por supuesto, para él por la vía de bonos y comisiones. Por aquellos años sobresalía con su espíritu de joven emprendedor. Montó una peluquería, una pollería y un centro de spinning. No siempre iba solo, pues invitaba a sus compañeros de oficina a participar en esas aventuras. Su personalidad de hombre discreto, reservado y trabajador incansable le hizo ganar fama de buena gente, en especial por su costumbre de prestar plata a sus compañeros. En diez años Hélber Otero dio un gran salto en su vida. Pasó de ser un miembro de familia socialmente humilde, alguien que al quedar huérfano de padre tuvo que asumir la responsabilidad de los hermanos menores, a convertirse en un inversionista de grandes ligas en el mercado del dinero. Alguien que sabía cómo multiplicarlo. Pero en los primeros años de la década de 2000, a raíz de unas pérdidas que el Citibank tuvo que cubrir por una inversión con bonos de la República de Brasil, varios empleados fueron despedidos de la institución, entre ellos Otero. Este episodio es muy conocido en el mercado financiero, pues Hélber salió en muy malos términos del Citi, que lo responsabilizó de la pérdida. Algunos creen que el resultado fue injusto y a otros les quedó un manto de duda. Por esa época los comisionistas de bolsa y los tesoreros hicieron común una práctica para manejar las inversiones no permitida y poco ética. Se conocía como ‘posiciones abiertas’ y consistía en pasar inversiones a cabeza de los clientes. Era muy riesgosa, porque si la posición resultaba ganadora todos quedaban felices, pero si no, había que reconocerle el dinero al cliente y se generaba una pérdida para la firma o entidad, que muchas veces no había autorizado la operación. Fuentes dicen que Otero también se movía así y el Citi, que no aprobaba este comportamiento, terminó por cobrárselo. El disgusto del banco fue tan grande que nunca le perdonó su actuación, lo denunció penalmente y se encargó de hacérselo conocer al mercado financiero. Este episodio le creó una mala fama en el sector que lo ha acompañado desde entonces y de la cual no ha podido desprenderse. A partir de su salida del Citibank, Otero comenzó su propia carrera. Se llevó sus grandes clientes, quienes confiaban en él como administrador de sus portafolios pues les hizo ganar buena plata. Entre ellos había empresarios, políticos, comerciantes y personas del mundo del entretenimiento. En 2000 Hélber había creado Tecfin (Técnica y Consultoría Financiera) una sociedad para prestar servicios de asesoría a empresas que le sirvió de punta de lanza del grupo financiero que siempre soñó conformar. Empezó a crecer su ambición por tener alas cada vez más grandes. Personas que siguieron de cerca su carrera afirman que Otero comenzó a jugar demasiado al límite y a rodearse de gente no muy ética. No aceptaba consejos y cayó fácilmente en la trampa de querer apostarle a todo para hacerse rico. Algunos sostienen que quiso emular a Juan Carlos Ortiz, con quien compartía tanto la ambición como la habilidad para los negocios. Se hicieron socios en varios proyectos. Otero se volvió asiduo visitante del piso cuatro de InterBolsa donde funcionaba la sede del Fondo Premium. De hecho, a través de su empresa Tecfin, adquirió varios créditos de Valores Incorporados (filial de Premium) los cuales se habrían utilizado para comprar acciones de la Bolsa Mercantil (antes Bolsa Nacional Agropecuaria) y para cumplir operaciones repo sobre estas mismas acciones. Quería abarcar más y se metió en muchos negocios. En 2005 ingresó como accionista de la Fiduciaria Petrolera, Fidupetrol, y seis años después adquirió las acciones de Cavipetrol (corporación de los trabajadores de Ecopetrol) para convertirse en el socio mayoritario. Tal vez nunca se imaginó que esta inversión le saldría demasiado cara, pues hoy lo enfrenta al peor momento de su vida. Por aquellos años se identificaba cada vez más con Juan Carlos Ortiz. Los dos llegaron a plantearle a InterBolsa que entrara en el negocio de Fidupetrol, lo que no se concretó porque Otero nunca le cayó bien a Rodrigo Jaramillo a pesar de que era un cliente importante de la firma. Curiosamente, algunos de los funcionarios que salieron del Citi con Hélber terminaron trabajando allí. En el afán de crecer Otero se sintió el salvador de muchas de las firmas comisionistas pequeñas que estaban en problemas. En 2010 adquirió la firma Acciones de Colombia, pero la Superintendencia Financiera declaró ineficaz e hizo revertir el negocio, pues se saltaron los permisos. Con Ortiz también compartía el interés por la Bolsa Nacional Agropecuaria. Hélber adquirió la firma Opciones Bursátiles de Colombia, con la idea de tener una gran red en el mercado de futuros. Pero la sociedad con Juan Carlos Ortiz no tuvo un final feliz. Se asociaron en Proyectar Valores, y en 2011 se distanciaron como consecuencia de la quiebra de esta comisionista. En el mismo año, se rompieron las relaciones entre Otero y los Jaramillo por cuenta del incumplimiento de unas operaciones repo sobre acciones de la Bolsa Mercantil. Hoy Hélber Otero tiene más de un lío que resolver. Además de enfrentar la grave situación generada por Fidupetrol, está embargado hasta el cuello. A pesar de que, antes de que estallara el escándalo de InterBolsa, había conseguido que el comité de crédito del Premium Capital Investments Advisors (la empresa de Ortiz y Jaramillo que manejaba a Premium) le reestructurara unos créditos, el liquidador Alejandro Revollo, valiéndose de unas normas, aceleró el trámite para exigirle el pago de toda la deuda. En la actualidad le tienen embargados varios bienes, incluida la casa en el condomio los Altos de Yerbabuena al norte de Bogotá, donde está detenido. También locales, dineros en bancos, derechos fiduciarios constituidos sobre varios inmuebles y acciones de la Bolsa Mercantil. Antes de ser capturado por el caso de Fidupetrol, Hélber se había comprometido a pagar todas sus deudas con 1.000 millones de pesos en efectivo, acciones de la Bolsa Mercantil y una trilladora, entre otros. Sin embargo, este acuerdo se vio frustrado por los últimos acontecimientos. El próximo año, Hélber Otero llegará a su cumpleaños número 50 y puede decirse que ha pasado la mitad de su vida apostando a ser rico. Pero no todas las movidas, en este juego de monopolio, le han salido bien. Hasta el momento, al igual que a Ortiz, a quien quiso imitar, la última apuesta le salió muy cara, pues ha perdido su libertad.