Hace cuatro años, Irlanda, un país con menos de 5 millones de habitantes, era el modelo económico y social que todo el mundo quería imitar. Lo llamaban 'el Tigre Celta' para significar que estaba a la par con los países del milagro asiático, Hong Kong, Singapur, Taiwán y Corea del Sur. Los irlandeses habían encontrado la fórmula para salir del atraso, los problemas y la miseria que en el pasado expulsaron a miles de ciudadanos a otros países, principalmente a Estados Unidos.Para abandonar el atraso del que provenían hicieron grandes cambios estructurales en su economía y se propusieron atraer la inversión privada, lo que lograron fácilmente gracias a que pusieron la tasa impositiva más baja del mundo. Allá llegaron las grandes multinacionales, entre ellas la casa matriz de Google -que se estableció en Dublín-, y el sistema financiero se sintió a sus anchas en medio de la prosperidad y la riqueza que se fueron generando.Tan solo después de unos pocos años, el elogiado modelo ahora es un ejemplo que no hay que seguir. Irlanda está al borde del colapso y tiene a la Unión Europea buscando un rescate urgente para evitar que arrastre a otras economías, como Portugal y Grecia. El diario El País de España dice en uno de sus recientes editoriales que Irlanda "ha puesto en jaque la estabilidad de la zona euro". A estas alturas muchos se preguntan qué salió mal para que Irlanda perdiera su encanto. Y la respuesta es, sencillamente, que fue una prosperidad mal manejada. Friedrich Heinemann, economista alemán del prestigioso Centro de Investigación Económica Europea, le dijo a SEMANA que las causas de la crisis en Dublín son exclusivamente financieras. "Irlanda ha vivido un desarrollo negativo de sus mercados financieros, y eso, en parte, es consecuencia de la crisis mundial de los últimos tiempos". Y subraya lo de "en parte" porque el país fue responsable de crear su propia inestabilidad. Una banca que prestaba a manos llenas, el sector privado que gastaba al debe y la finca raíz con valorizaciones exorbitantes generaron una fórmula que, cuando menos pensaron, había creado una burbuja inmobiliaria. Posteriormente, la crisis financiera de Wall Street puso de relieve el excesivo endeudamiento del sector público y privado. Los bancos empezaron a colapsar y el gobierno tuvo que salir en su rescate. Las más grandes instituciones bancarias tuvieron que ser nacionalizadas y el gobierno tuvo que inyectarles millonarios recursos. En otras palabras, tuvo que socializar las pérdidas. Lo que sigue es la historia de un castillo de naipes que se va derrumbando a medida que los activos pierden valor, los hogares ven cómo se va esfumando su patrimonio y el gobierno tiene que endeudarse para salvar bancos a un costo elevadísimo. Y como siempre, llega el momento en que ningún inversionista quiere prestar más porque el riesgo de un impago es muy alto. Y sin empréstitos, en la situación de Irlanda, es muy fácil llegar a la insolvencia.Las cifras son escandalosas. El déficit fiscal de Irlanda supera el 30 por ciento del PIB, cuando la media exigida por la eurozona es de 3 por ciento. Las deudas públicas y privadas suman siete veces el producto interno bruto. Para Heinemann, Irlanda es muy sensible a los mercados financieros y "esa sensibilidad provocó ya hace tiempos una profecía que pronto se va a cumplir: Irlanda tendrá que declararse insolvente. Así que las alarmas de los medios y la preocupación en el sector financiero son ciertas".Pero esto no es lo peor. Lo que realmente está en juego con esta debacle de Irlanda es la zona euro. El presidente del Eurogrupo, Jean-Claude Juncker, citado por la BBC de Londres, advirtió que "la estabilidad de toda la eurozona puede peligrar rápidamente por la crisis irlandesa". El mismo medio señaló que los problemas irlandeses han contagiado a Portugal hasta el punto de que los mercados 'perciben' que las dos economías tienen los mismos problemas, pese a las diferencias. El pánico invade a Europa. A gobernantes e inversionistas por igual. El Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional tratan de ayudarle a Irlanda con un plan rescate que se estima vale 100.000 millones de dólares.El Reino Unido, aunque no hace parte de la eurozona, está en máxima alerta pues un colapso de su principal socio comercial golpearía a los bancos británicos. Además, los dos países tienen estrechos vínculos políticos y económicos que explican la respuesta rápida de Londres para ayudar a su vecino.Sobre las consecuencias de una insolvencia de Irlanda, el economista Heinemann afirma que la crisis podría amenazar inmediatamente a los mercados de bolsa y, por supuesto, al euro. Por esta razón, la unión europea se verá obligada a salir en su ayuda, con los instrumentos que creó este mismo año después de auxiliar a Grecia. De esta manera, Irlanda se convertirá en el primer Estado de la Unión Europea en tener que recibir el recurso creado por los países fuertes de la Unión para capturar a un país en crisis y evitar su caída. El asunto es que Irlanda se resiste a aceptar esta ayuda. Analistas dicen que se trata de un problema de orgullo nacional que impide que acepten que necesitan de un rescate para salir adelante. El editorialista de El País de España dice que "la estabilidad financiera de la eurozona requiere que Irlanda deje a un lado los escrúpulos soberanistas y acceda al fondo de rescate". El temor de Irlanda es que si acepta los recursos de la Unión Europea, el FMI tendrá que asumir las condiciones que ambos impongan. Un precio alto.Heinemann cree que Irlanda tendrá que enfrentar, en primera medida, una pérdida de autonomía. Sobre todo en lo que respecta a su libertad en el manejo del mercado tributario. Recuerda que Irlanda irritó a muchos por su excepcional manejo de las políticas tributarias, bajando impuestos y compitiendo así con economías de mayor tamaño. Eso tendrá que cambiar. "Será un paso doloroso, pero necesario. Más allá de eso, para recuperar su credibilidad política Irlanda deberá presentar a la Unión Europea un concepto de consolidación de su sistema financiero. Si Irlanda hace esto bien, no le tomará mucho tiempo levantarse de la crisis". Algunos economistas le han puesto optimismo al asunto, diciendo que mientras los problemas son más graves, las soluciones son más sencillas, así sean dolorosas. Por ahora, Irlanda tiene perplejos a muchos que hace muy poco la veían como un ejemplo. Hace unos cuatro años, el gobierno colombiano organizó una misión de empresarios y dirigentes que viajó a Dublín a conocer el milagro irlandés que encantaba a los inversionistas. Curiosamente, la semana pasada el embajador de Colombia en Londres, Mauricio Rodríguez, estuvo en Dublín en un foro empresarial y ya Irlanda no era una panacea. El embajador encontró que ahora los inversionistas están más interesados en mirar hacia América Latina y a Colombia. Según ellos, en este lado del mundo se están haciendo mejor las cosas.