La historia del ascenso y caída de Carlos Ghosn, quizá el hombre más poderoso de la industria automotriz de los últimos tiempos, no tiene nada que envidiarle al mejor libreto de un thriller de ficción. Tiene luchas de poder, intrigas, conspiraciones y traiciones. Pero quizás su más reciente capítulo, que incluye su paso por una cárcel japonesa durante casi 120 días, se está convirtiendo en un verdadero drama con desenlace incierto. Quien en un trabajo de casi dos décadas salvó dos de las mayores productoras de vehículos en el mundo, Renault y Nissan, pasó de héroe a villano. Ahora enfrenta duras acusaciones por fraude financiero.
La trama se complicó para Ghosn el 19 de noviembre, cuando la Fiscalía japonesa lo capturó en Tokio y lo acusó de fraude en la declaración de sus ingresos durante los últimos cinco años, malversación de recursos, falsificación de estados financieros y uso de su posición de poder para obtener beneficios personales. Todo a costa de las pérdidas comerciales de las compañías que manejaba. Pero Ghosn tiene razones para asegurar que se trata de un complot. Sostiene que sus enemigos, que siguen en los altos cuadros ejecutivos de Nissan, le quieren pasar una cuenta de cobro por algunas de sus decisiones empresariales. Por medio de un video que divulgó a comienzos de abril, el otrora todopoderoso presidente de la alianza Nissan-Renault –a la que en 2015 se sumó Mitsubishi Motors– aseguró que las acusaciones de la Fiscalía japonesa no tienen que ver con hechos específicos o conductas inapropiadas. Afirma que corresponden a alguna suerte de conspiración en su contra para sacarlo del camino y evitar la fusión de las compañías automotrices de Francia y Japón. Le puede interesar: Carlos Ghosn, la caida del empresario más rico de Europa Tiene tres razones para sustentar su argumento. Por un lado, que internamente había temor frente a los próximos pasos que venían para la alianza entre Renault, Nissan y Mitsubishi. En segundo lugar, que el escenario de una fusión generó molestia, particularmente entre los altos ejecutivos de Nissan. Y, en tercer lugar, que existía el temor de que al sellar la creación de la mayor empresa automotriz del mundo, conformada por estas tres compañías, quedara afectada la autonomía de Nissan. Esto, aseguró, llevó a sus contradictores a crear una causa en su contra. Sin embargo, desde la captura de Ghosn, casi cada semana algún auditor o funcionarios de las compañías automotrices han salido a presentar reportes de gastos o conductas que podrían incriminar al ejecutivo brasileño. Hubo quienes expresaron su rechazo a que la firma japonesa se plegara más a las órdenes de la francesa. Temían una fusión. Esas irregularidades abarcarían facturas pagadas con fondos de las empresas para cubrir gastos personales y familiares como viajes en jet privado, remodelación de sus propiedades o incluso pérdidas en negocios de la familia de Ghosn. E inclusive compra de objetos de lujo que funcionarios de las dos compañías han exhibido. Esto motivó a que las dos decidieran destituirlo de la presidencia, mientras resuelven el embrollo. Vea también: Carlos Ghosn, presidente de Nissan, arrestado por evasión fiscal Del cielo al infierno La carrera profesional de Carlos Ghosn ofrece un caso de estudio, y personifica el éxito en los negocios. Nació en Brasil, con raíces libanesas que lo llevaron a estudiar buena parte de su juventud en Beirut y luego a cursar una carrera de ingeniería en Francia. Allí, posteriormente, ingresó a empresas proveedoras de partes para el sector automotor.
Los medios lo bautizaron ‘el asesino de costos’, pues con su estrategia de recortes reactivó a las compañías. En 1996 llegó a la fabricante francesa Renault, que por esos días pasaba dificultades, como vicepresidente ejecutivo encargado de áreas relacionadas con compras e investigación avanzada, responsable también de la división suramericana. La reestructuración que impulsó en la compañía le permitió reportar utilidades tan solo un año después. Con el aura del éxito, en 1999 comenzó a participar muy activamente en la incipiente alianza que buscaban sellar en ese momento Renault y Nissan, la cual incluyó que la firma francesa comprara el 36 por ciento de las acciones de la japonesa. Pero mientras la primera tenía resultados para mostrar, la segunda estaba al borde de la quiebra. Esto motivó a actuar a Ghosn, que desde su llegada impulsó un plan de reestructuración muy ambicioso que incluyó recortar unos 21.000 empleos, cerrar cinco fábricas y reducir radicalmente los costos. Este plan le hizo ganar el apelativo de “El asesino de costos”, y le mereció la atención mundial de publicaciones y analistas que destacaban los efectivos resultados que lograba por donde pasaba. Le sugerimos: Carlos Ghosn, el magnate que pasó de hacer fiestas en Versalles a dormir en una celda en Japón Este ajuste convirtió a Nissan, solo un par de años después, en una de las automotrices con mejores indicadores de productividad y rentabilidad. Pero también le granjeó muchos enemigos, especialmente después de plantear que la alianza pasara a otro nivel para hacer compras conjuntas, con el fin de desarrollar diseños con menos costos. Esto provocó inconformidad entre algunos ejecutivos japoneses que consideraban que Nissan podría perder autonomía. Aunque los cambios adoptados a partir de 2011 generaron la mayor inquietud en la fabricante japonesa. Ghosn promovió nuevos recortes de gastos –incluido uno del 5 por ciento en el ámbito global–, lo que empujó la alianza hacia una convergencia en varias áreas, entre ellas las de diseño e ingeniería. En estos y otros cargos comenzaron a escoger ejecutivos con responsabilidades más allá de las empresas individuales. Los nuevos compromisos se habían extendido a la alianza y muchos comenzaron a temer por una inminente fusión. A partir de ese momento, la integración entre las dos compañías aceleró y algunos exejecutivos de Nissan que rechazaban el modelo advirtieron que cada vez era más difícil encontrar diferencias entre una y otra empresa. Y se opusieron a los cambios. Hubo quienes incluso expresaron su rechazo, al considerar que la firma japonesa se plegaba más a las órdenes de la francesa, y que eso podría resultar contraproducente en el largo plazo. Sin embargo, Ghosn arrasaba con sus decisiones sin oposición en las juntas de las compañías. El sello de éxito que lo había rodeado por años se convirtió en su principal escudo. Pero también en su principal debilidad, pues en su camino hacia el éxito pisó muchos callos y mantuvo una actitud arrogante que terminó por pasarle una costosa cuenta de cobro. En contexto: El ‘sistema nervioso’ de los carros en Colombia viene de Japón Cuando Ghosn comenzó a socializar sus nuevos planes de convergencia que apuntaban fusionar las compañías, sus antiguos enemigos y contradictores encendieron nuevas alertas. Y todo indica que lograron reunir suficiente información sobre los movimientos financieros del presidente de Nissan y Renault de los últimos años, que intrigaron a la justicia nipona. Con esta información en manos de las autoridades y de directivos de las dos compañías, comenzó un proceso judicial que le ha significado la pérdida de su trabajo y de su libertad por casi 120 días. Ghosn insiste en que saldrá absuelto de los cargos que le endilgan sus enemigos, y que ganará en el juicio que se avecina. Pero la justicia nipona allega cada día nuevas pruebas en el abultado expediente que da cuenta de sus excesos. Lo cierto es que esta novela todavía tiene muchos capítulos pendientes.