Resultó lo que pronosticaba la mayoría de analistas. Mauricio Claver-Carone se convertió en el sucesor de Luis Alberto Moreno en la presidencia del Banco Interamericano de Desarrollo (BID.) Es el primer estadounidense en llevar el timonel del organismo multilateral, rompiendo un “pacto de caballeros”, una tradición de 60 años por la cual los latinoamericanos habían presidido la entidad desde su fundación.
Claver-Carone fue nominado por una administración norteamericana que goza con romper convenciones diplomáticas: Donald Trump le cortó el chorro a la OMS en plena pandemia, ha peleado con la Otan por el financiamiento de países europeos y decidió retirarse del acuerdo climático de París.
El candidato había anotado que no existía ninguna norma en el banco que prohibiera que un estadounidense llegara a la presidencia, lo cual es cierto; pero él no es cualquier ciudadano. En una reciente entrevista con la revista Dinero hizo énfasis en que es latino, pues su padre nació en España y su madre, en Cuba; habla español a la perfección, es un activista republicano de la comunidad de origen cubano de Florida y ha visto la política estadounidense hacia América Latina por la óptica del castrochavismo.
Es cercano a Marco Rubio, y escribía un blog llamado Capitol Hill Cubans, desde donde se despachaba contra la apertura de Barack Obama a la isla. En la administración Trump trabajó con el exasesor John Bolton y ha estado encargado, desde su puesto en el Consejo de Seguridad Nacional, de la estrategia política contra lo que han llamado la troika de la tiranía: las dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua.
Claver llegará al BID con este bagaje partidista, y con fama de halcón. De hecho, el presidente saliente, Luis Alberto Moreno, lo consideró tan radical que lo vetó para el cargo de vicepresidente ejecutivo del BID. No obstante, nadie esperaba que Trump lo candidatizara a la presidencia y que lograra el apoyo de varias naciones. Los otros candidatos, como el argentino Gustavo Béliz, exministro y exfuncionario del BID, no lograron despegar. Y Laura Chinchilla, expresidenta de Costa Rica, desistió de su aspiración una vez se dio cuenta de que Claver-Carone tenía los votos.
¿Cómo están las cuentas? Los países en el BID votan en la medida de su participación accionaria. Con el 30 por ciento de los votos, y con el apoyo temprano de Brasil (11) y Colombia (4), Estados Unidos solo necesita unas pocas naciones pequeñas para asegurar la mayoría. Ecuador, Paraguay, Jamaica, Haití y otros ya han anunciado su apoyo.
Exministros, expresidentes y revistas influyentes como The Economist llamaron a aplazar la escogencia hasta después de las elecciones presidenciales de Estados Unidos, pero no hubo consenso. Y la idea de Argentina de desbaratar el quorum para evitar una decisión en la asamblea del sábado fue duramente criticada por Estados Unidos como un intento por “secuestrar” la elección.
Su inminente llegada ha despertado una controversia nunca antes vista en el tranquilo mundo de la banca multilateral. La temperatura fue subiendo al punto que seis expresidentes latinoamericanos, incluyendo a Juan Manuel Santos, publicaron una fuerte misiva hace unas semanas en la que decían que la elección de Claver “carecería de legitimidad y más pronto que tarde debería considerarse nula”.
En todo caso, las cartas están echadas y Claver-Carone asumirá las riendas del banco en un momento de aguda crisis económica. La región ha sido una de las más golpeadas por la pandemia: el Banco Mundial pronostica que este año América Latina tendrá una contracción del 7,2 por ciento. El BID enfrentará en los próximos años el reto principal de apoyar la reactivación económica tras el coronavirus.
Para hacerlo, necesitará una capitalización. La última la negociaron en 2010 en la asamblea en Medellín, donde acordaron hacer un aporte de capital de 70.000 millones de dólares. Eso le ha permitido al banco mantener un flujo de créditos de más o menos 12.000 millones de dólares al año. Para aumentarlos a más de 15.000 o 20.000 por año necesita que sus socios aporten capital nuevo.
El presidente Iván Duque, quien hizo su carrera en el área cultural del BID, argumenta para apoyar la candidatura de Claver-Carone que un presidente norteamericano podría facilitar la capitalización del banco. Desde hace años existe la queja de que los gringos no le paran suficientes bolas a la entidad. En 2015, por ejemplo, nació BID Invest, el brazo para el financiamiento del sector privado, una figura similar a la que el International Finance Corporation (IFC) tiene dentro del Grupo Banco Mundial. En este caso Estados Unidos no quiso poner plata y diluyó su participación.
La capitalización es fundamental para que el banco mantenga su relevancia. Algunos estiman que el BID logra financiar menos del 5 por ciento de las necesidades de capital de la zona. Es decir, el banco no es muy grande en términos de recursos prestados, pero sí tiene un nicho en créditos a largo plazo para iniciativas con componentes ambientales, sociales o de gobernanza. Su mayor activo es su capital humano: el BID cuenta con expertos que pueden asesorar desde proyectos de acueductos en Haití hasta energías renovables en Argentina, pasando por el Metro de Bogotá.
Claver-Carone ha dicho que desde el primer día comenzará negociaciones para la nueva capitalización. En esto, la apuesta de Duque puede funcionar si Trump gana y apoya la capitalización del BID, aunque no es muy amigo de girarles plata a organizaciones internacionales. Pero si gana Joe Biden, no va a estar bien parado para trabajar con la nueva administración. Un vocero de la campaña demócrata lo describió como poco preparado y demasiado ideológico para el BID, y anunció que, si Biden gana, Claver-Carone estaría buscando puesto en noviembre.
¿Estados Unidos lo podría sacar? Esa maniobra no sería fácil, y no hay precedentes en un banco que solo ha tenido cuatro presidentes en sus 60 años. Al presidente del BID lo elige la asamblea por un término mínimo de cinco años. Perder el apoyo de Estados Unidos, el mayor accionista, no es suficiente para sacarlo. Sería necesaria una asamblea extraordinaria o un acuerdo político con el Gobierno de Washington para que renuncie. Sin embargo, eso tomaría un tiempo en que el BID quedaría paralizado, y en este momento de crisis, el tiempo vale oro.
Las encuestas para las elecciones presidenciales se aprietan y cualquier cosa puede pasar. No obstante, es muy probable que los demócratas mantengan el control de la Cámara de Representantes. Esto sería problemático para Claver-Carone porque cualquier capitalización del BID requiere el visto bueno del Congreso y apoyo bipartidista. Y si no es capaz de trabajar con un Congreso demócrata, la capitalización quedaría en veremos.
Otra cuestión crucial para el BID será la eventual reconstrucción de Venezuela. El desbarajuste del aparato productivo venezolano solo es comparable con el de un país en guerra, y su recuperación requerirá inyectar capital, como sucedió en Alemania o Japón. El BID viene trabajando en un programa detallado para lo que han denominado el día después, que identifica inversiones puntuales en infraestructura energética, petrolera, salud y demás.
La estrategia del “cerco diplomático” para tumbar a Maduro no funcionó, y el chavismo parece más atornillado que nunca. Es posible que en una transición futura participen chavistas y opositores que requieran apoyo técnico y financiero del BID. En este y en otros temas que involucren Gobiernos de izquierda, Claver-Carone tendría que ponerse la camiseta del BID y dejar de lado la del Gobierno Trump.
Relacionado con Venezuela está el tema de China, que entró de socio al BID en 2015 y aportó recursos a BID Invest. Sin embargo, el asunto explotó cuando el BID reconoció al economista Ricardo Hausmann como representante del gobierno interino de Juan Guaidó ante el BID. Esto llevó a cancelar la asamblea de 2019, programada en Beijing, ya que el Gobierno chino reconoce a Maduro y vetó la entrada al país del representante de Guaidó.
Claver-Carone ha criticado la presencia de China en un banco regional. En una entrevista reciente dijo que “Moreno tuvo que irse a buscar dinero a China para el BID Invest, y ahora tenemos que corregir eso”. En el fondo, para el BID no es conveniente quedar en la mitad de peleas geopolíticas entre Estados Unidos y el gigante asiático.
Mauricio Cárdenas, exministro de Hacienda, le dijo a SEMANA que “el presidente del BID no le puede meter política a su tarea. Tiene que trabajar con Gobiernos en orillas distintas ideológicas”. Claver-Carone tendrá el gran reto de demostrar que es capaz de hacerlo y crear los consensos necesarios en el banco para poner en marcha sus planes. De otra manera, si gana Biden, es posible que se quede solo con el apoyo de Iván Duque y Juan Guaidó.