El sector financiero es quizás la actividad económica más fuerte, en términos de crecimiento y estabilidad, que tiene Colombia en la actualidad. Posee las tasas de informalidad más bajas (menos del 9%) y es un continuo generador de empleo. Esta actividad representa casi el 20% del total de la economía nacional y solo los establecimientos de intermediación financiera ya aportan casi lo mismo que las 5 industrias manufactureras más grandes en el total. Además, esta rama económica juega un papel clave en las políticas de impacto socioeconómico y desarrollo de las poblaciones más vulnerables. El Banco Mundial definió la falta de acceso al sistema financiero como 1 de las 9 trampas de pobreza, que afecta especialmente a las personas de ingresos más bajos y a los microempresarios. La falta de financiamiento y fomento del ahorro es un tema crítico en el cual los países deben colocar una especial atención. ¿Pero cómo puede este sector atacar la pobreza exitosamente? Hay una rama en particular del sistema financiero que combate la pobreza desde hace décadas. Las microfinanzas ganan fuerza en América Latina y sus perspectivas son positivas a pesar de la desaceleración económica que azota las naciones de la región. La presidenta de AsoMicrofinanzas, María Clara Hoyos, afirma que las microfinanzas pueden ayudar muy eficientemente en la tarea de mejorar las condiciones de vida de las personas, en especial las que habitan en las zonas rurales. El más famoso de los instrumentos de las microfinanzas, el microcrédito es muy efectivo para apoyar el crecimiento de los negocios productivos, pero en una nación con una competitividad y productividad limitada, el éxito de estos programas puede llegar a ser cuestionado. Lea también: Aumenta el alcance del microcrédito en América Latina, pero falta mucho más Informes del BID afirman que la productividad de los trabajadores latinoamericanos debe mejorarse significativamente para ser que estos puedan ser competitivos. Pero, al analizar los resultados del informe nacional de competitividad, donde el factor trabajo descendió 17 puestos, las expectativas no son las mejores. Adicional, aunque el panorama económico no sea el mejor, la percepción de la demanda por nuevos créditos aumentó 11,86% en el tercer trimestre de 2015, según datos del Banco de la República. Si bien no es una tasa de crecimiento despreciable sigue por debajo del promedio de 2014. Incluso, según AsoMicrofinanzas, en 2014 la cartera de microcrédito creció 11,02% superando los $12 billones. El riesgo del sobreendeudamiento Según AsoMicrofinanzas, aunque la calidad de la cartera micro crediticia es de las mejores entre el sector financiero, la encuesta del Emisor en septiembre deja en claro que aproximadamente el 50% de las IMF encuestadas ve el sobrendeudamiento y la capacidad de pago como los riesgos más altos para incrementar su oferta. Sin embargo, este porcentaje es menor al de la encuesta realizada en julio, pero no deja de ser un pensamiento regional. “En Latinoamérica la preocupación de las entidades que ofrecen el microcrédito es por el sobreendeudamiento de las personas” explica Hoyos. Dado que el sector de los microempresarios puede llegar a verse colgado con sus obligaciones financieras si sus negocios no logran superar la desaceleración, la oferta de estos productos podría comprometerse. Aun así, hay ciertas maneras en las que se puede sortear este problema. El apoyo integral es necesario Instituciones como AsoMicrofinanzas ya están en la tarea de medir el impacto social de los microcréditos. Y reconoce al mismo tiempo la necesidad de prestar un apoyo a todos sus clientes. En la actualidad el apoyo prestado por las Instituciones Microfinancieras (IMF) se basa en acompañar al usuario en el proceso de elección crediticia con el fin de elegir el mejor producto para que no entre en futuras dificultades de pago. “Inclusive, los empresarios que puedan verse en problemas con el pago de sus cuotas o intereses pueden hacérselo saber a la IMF en cuestión para que inicien un proceso de ajuste del préstamo o las condiciones del mismo para que sea más fácil de cumplir” complementa María Clara Hoyos. En Chile por ejemplo, continúa Hoyos, existe una política de estado que además de expandir el alcance de microcrédito y facilitar su consumo, apoya a los empresarios acompañándolos para incrementar la productividad, la competitividad de sus negocios y de esta forma salir más rápidamente del endeudamiento. El papel del gobierno es fundamental “Para que en Colombia tengamos un modelo similar se hace necesaria la presencia del gobierno” enfatiza la presidenta de AsoMicrofinanzas. El alcance del microcrédito es aún muy débil en las zonas rurales. Es en esas áreas donde los empresarios y productores agrícolas sienten la necesidad de estar asegurados ante los dramáticos cambios climáticos y herramientas como el microseguro pueden ser la solución. “El microseguro es un instrumento mucho más eficiente que esperar el desastre y condonar las deudas que es lo que actualmente se hace” reflexiona Hoyos. Por tanto, la tarea del gobierno es apoyar los esfuerzos de las ONG y las cooperativas (quienes tienen la mayor parte del mercado) para beneficiar a las zonas más lejanas del país.