Las micro, pequeñas y medianas empresas (mipymes) representan una parte crucial de la economía colombiana. Comprenden el 99,5 por ciento del tejido empresarial en el país, generan aproximadamente el 65 por ciento del empleo y contribuyen con el 40 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) a nivel nacional. Sin embargo, la tasa de supervivencia a cinco años es del 30 por ciento para las microempresas, 61 por ciento para las pequeñas y 74 por ciento para las medianas, cifras muy inferiores a lo que se observa en otros países de la Ocde.

Esta alta mortalidad refleja obstáculos estructurales a los que se enfrentan, limitando su capacidad para crecer y generar empleo formal de manera sostenida. Los resultados de la Encuesta MiPyme ANIF 2022-2023 (EMP) muestran un panorama complejo, en el que aspectos como la formalización, el acceso a servicios financieros y la digitalización sugieren líneas de acción necesarias para fortalecer este sector y convertirlo en motor de desarrollo.

Muchas de las micro, pequeñas y medianas empresas tienen dificultades para superar los 5 años en el mercado. | Foto: Getty

La informalidad empresarial se puede analizar desde múltiples aspectos. La EMP reporta que solo el 54 por ciento de las mipymes renovó su Registro Mercantil en 2023, mientras que el 26,7 por ciento no lo tenía vigente, lo que indica una alta informalidad. A medida que las empresas aumentan de tamaño, estas cifras mejoran. Sin embargo, la falta de formalización en la que operan se convierte en una barrera significativa, porque limita el acceso a programas de apoyo y financiamiento formal.

Un dato relevante es que menos del 25 por ciento de las mipymes accede a crédito formal. El estudio Diarios financieros para empresas pequeñas ilustra esta problemática al señalar que las empresas enfrentan ingresos irregulares, por lo que evitan el crédito formal ante el riesgo de no poder cumplir con sus obligaciones, y terminan buscando alternativas de financiamiento flexibles, como familia, amigos o incluso el gota a gota. Esto convierte al financiamiento en otro reto fundamental.

La inestabilidad en los ingresos también afecta la estructura laboral, porque las contrataciones temporales o por tiempo parcial generan una alta rotación, lo que afecta la productividad y la retención de talento. Esto termina por reducir las posibilidades de crecer de manera sostenible.

La transformación digital es otro factor clave. Según la EMP, el 45 por ciento de las mipymes utilizó servicios de banca electrónica, incluidas billeteras para el manejo del dinero; y entre el 40 y el 50 por ciento usó plataformas digitales para la compra de insumos y venta de productos. Si bien esto muestra avances significativos, la adopción de herramientas digitales sigue siendo limitada debido al alto costo de adquisición de equipos, la falta de capacitación y la resistencia al cambio. La digitalización abre la puerta hacia el crecimiento porque su adopción permitiría mejoras rápidas en productividad.

La digitalización es un paso crucial para el crecimiento de cualquier pyme.

El diseño de políticas efectivas en estos tres frentes es fundamental para promover el fortalecimiento del tejido empresarial en el país. Pero hay que reconocer la alta heterogeneidad de las mipymes en Colombia. Estas diferencias no se limitan al tamaño y al sector, sino que abarcan aspectos como el grado de formalidad, la disposición para adoptar tecnología, las aspiraciones y la relación con sus empleados y la competencia. Por eso, es fundamental identificar estrategias que permitan perfilar las mipymes, reconocer sus diferencias y adaptar iniciativas a las diversas realidades, ya que una sola estrategia no atenderá las necesidades de todas.

Lograr enfrentar retos de formalización, financiamiento, digitalización y estabilidad laboral requiere de políticas integrales que reconozcan su diversidad y fomenten su sostenibilidad. Con el apoyo adecuado, las mipymes pueden consolidarse como motores clave del crecimiento económico y el desarrollo sostenible del país.