De acuerdo con las cuentas del Dane sobre el mercado laboral en agosto, de 2,4 millones de personas que entraron a la inactividad, 1,5 millones eran mujeres y de ellas, el 97% llegó a esta clasificación para dedicarse a los oficios del hogar, que incluyen tareas de cuidado de otras personas como ancianos, discapacitados y menores de edad que no asisten al colegio desde marzo por cuenta de la pandemia. En hogares en los que la reactivación obliga a que el hombre o la mujer deban volver al trabajo presencial y alguien se encargue de estas tareas, la decisión pasa por la evaluación financiera de quién tiene un salario mayor y dado que, en promedio, las mujeres tienen salarios inferiores que los hombres, incluso por hacer el mismo trabajo, para muchos puede tener más sentido que la mujer se quede en casa. A esto debe sumarse que, por cuenta de la reducción de presupuesto del hogar, las medidas de confinamiento y ahora el temor a un contagio en el transporte público, muchos hogares no han vuelto a contratar servicios domésticos y, de nuevo, alguien tiene que hacerse cargo. Recomendado: El drama del desempleo Según las cuentas del Dane, entre agosto de 2019 y agosto de 2020 el tiempo de trabajo remunerado de los hombres bajó en 3,9 horas por semana, de las cuales dedicaron dos a los oficios del hogar a los que ahora dedican 12,3 horas semanales.
Para las mujeres, el tiempo de trabajo remunerado en un año se redujo en 2,5 horas que dedicaron por completo a las tareas del hogar y le sumaron 0,4 horas más, es decir, las mujeres aumentaron el trabajo no remunerado en 2,9 horas cada semana y ahora su total es de 28,4 horas. Además, “la diferencia entre las horas que dedican los hombres y las que dedican las mujeres a los oficios del hogar y actividades de cuidado aumentó en agosto porque había una diferencia de 15,2 horas y ahora es de 16,1 horas” semanales, explica Paula Herrera, economista e investigadora de la Universidad Javeriana. Recomendado: La pandemia amplía brechas en género y educación Que las mujeres estén dedicando más tiempo a las labores del hogar y que la mayoría de las nuevas inactivas se dediquen justamente a esas mismas labores significa que hay una sustitución de trabajo remunerado por no remunerado, que son las tareas del hogar y del cuidado. “Hay que prestarle atención a esta sustitución de trabajo remunerado por trabajo no remunerado doméstico porque esto puede estar afectando muchísimo a las mujeres. En dos vías, pues en la medida en que una mujer empieza hacer las labores que otra mujer hacía de manera remunerada hay dos efectos: por un lado estás perdiendo el empleo de esa mujer que hacía ese trabajo, pero además estás haciendo que la otra mujer que tenía sus servicios los está asumiendo y que no pueda trabajar”, advierte Herrera. En efecto, Flora Inés Perea, de la Unión de Trabajadoras Afrocolombianas del Servicio Doméstico, cuenta que con la orden de aislamiento en el país, algunas perdieron el empleo. “En otros casos, los empleadores nos pusieron a escoger entre quedarnos en las casas de ellos aisladas dos o tres meses o irnos para nuestras casas, muchas tomamos la decisión de quedarnos encerradas por tres o cuatro meses y dejar a nuestros hijos quizás solos en las casas o que de pronto que alguna vecina le echara ‘ojito’ pero de lejos por el aislamiento”, señala.
Y “aunque ya no estamos en cuarentenas estrictas no se ve un aumento acelerado en la contratación de empleadas domésticas”, señala Salua García, cofundadora de Symplifica. Lea también: Cepal y ONU Mujeres piden proteger servicios de cuidado en Latinoamérica Perea agrega que la Unión de Trabajadoras Afrocolombianas del Servicio Doméstico está en mesas de diálogo con el Ministerio de Trabajo para que las empleadas y los empleados domésticos sean incluidos en las ayudas del Gobierno para compensar, al menos en una parte, los recursos que dejaron de percibir por la pandemia y para que esta coyuntura le enseñe al país a formalizar a sus trabajadores de casa y reconocerles adecuadamente el trabajo que hacen. “Es un trabajo en el que muchos dicen que nosotras no generamos ingresos a las casas donde trabajamos, pero sí lo hacemos porque si tenemos un empleador y a él le toca salir de su casa para ejercer esa labor, una empleada doméstica se queda en la casa a cargo de los niños y que todo marche a la perfección, si nosotras no existiéramos, muchos no podrían salir a ejercer su profesión para la que estudiaron y generar ingresos para satisfacer sus necesidades”, señala Perea. En esa misma línea, García destaca que antes de la pandemia el 86% del trabajo doméstico estaba en la informalidad y “una de las formas de mejorar la calidad de vida de las trabajadoras del hogar es a través de la formalización. A eso nos dedicamos en Symplifica: orientar y ayudar a los contratantes a que ingresen a sus trabajadoras con todo lo de ley”. Estando en la formalidad, estas empleadas pueden acceder en el futuro a una pensión, al sistema de salud con mejor calidad y, en caso de una nueva emergencia, a un subsidio por parte del Gobierno.