¿Todo bien, todo bien?
Los indicadores macroeconómicos servirán para determinar si el impacto de la pandemia fue estructural o solo coyuntural. Por lo que ven los especialistas consultados, Colombia debería registrar este año indicadores de una economía normal: una recuperación del 4,74 por ciento en promedio, tasa de cambio apenas por encima de 3.400 pesos, un saludable crecimiento en la cartera del 6,73 por ciento y hasta un déficit en cuenta corriente no tan alto como el que se vio durante el choque por la crisis del petróleo en 2015: 3,46 por ciento.
No obstante, hay un indicador que sigue preocupando: el desempleo. Si bien no va a cerrar el año con las cifras registradas al inicio de la pandemia (superiores al 20 por ciento), los expertos consultados consideran que la desocupación seguirá este año cerca del 13 por ciento, una cifra mucho más alta de la que había antes de la crisis sanitaria.
Así las cosas, cabe concluir que el virus le ha infligido un daño estructural a la economía nacional: ha enviado al desempleo a un buen número de colombianos, y todo indica que ni siquiera con la reactivación económica proyectada se va a recuperar.
Esto crea una enorme tensión entre el equilibrio macroeconómico y el social, pues es claro que más personas van a estar buscando puestos de trabajo sin lograrlo.
Mientras tanto, otras cifras como las tasas de interés, la inflación y el costo de la deuda pública registrarán niveles más que satisfactorios. Sin embargo, el Gobierno tiene una papa caliente por resolver, ya que en vísperas de un nuevo año electoral, el desempleo y la insatisfacción social pueden abrir el campo a las ideas poco ortodoxas en el manejo económico. Las esperanzas están puestas en las grandes obras de infraestructura como medidas contracíclicas para reducir tanto la desocupación como el malestar social.
¿Se subestimó la pandemia?
Una de las preguntas que muchos se hacen hoy es si la economía del país ha sufrido un impacto estructural por cuenta de la pandemia. Los analistas consultados consideran que, en efecto, se ha subestimado la enfermedad y sus efectos de largo plazo en el aparato productivo.
Aún resulta difícil sacar una conclusión definitiva sobre el tema. La suspensión de todos los términos debido a las cuarentenas resultó ser una situación sin antecedente y que hacía muy difícil acertar con cualquier diagnóstico. Los Gobiernos tuvieron que ir administrando el día a día, y para ello debieron sacar del sombrero medidas impensables para cualquier circunstancia distinta a una guerra: el expediente de la emisión, del endeudamiento y de los subsidios directos.
En Fénix Valor creen que el impacto se subestimó, pues muchos capitales simplemente se destruyeron, y eso no se recupera en el corto plazo; mientras que en el Banco de Bogotá opinan que se dieron cambios estructurales en patrones de consumo e inversión, que llevarán a que algunos sectores se transformen o desaparezcan (cine) y otros tengan un mejor desempeño (domicilios).
“Hay un reconocimiento generalizado de que más allá de los efectos de corto plazo, se están generando impactos estructurales sobre el mercado laboral y las finanzas públicas, que deben ser corregidos en el futuro cercano con reformas pertinentes”, concluyen en Credicorp.
El coco de las vacunas
Cada año diferentes expertos y organizaciones hacen sus pronósticos sobre cuáles serán los principales riesgos para la economía mundial y, tras los eventos de 2020, este tipo estimaciones se volvieron más apetecidas. Según una encuesta del Foro Económico Mundial, realizada con 800 líderes globales, en 2021 el riesgo más probable es el del clima extremo, producto del calentamiento global, y el riesgo con más impacto es el de las enfermedades contagiosas, específicamente el coronavirus.
En eso coinciden los analistas consultados por Dinero, para quienes la reactivación económica estará ligada a lo que pase con las vacunas, cuyo programa de inoculación no solo está demorado, sino que aún hay un alto porcentaje de colombianos que dice no estar dispuesto a inmunizarse.
La más reciente encuesta de Pulso Social del Dane indica que solo el 59,9 por ciento de los jefes de hogar de las 23 ciudades y áreas metropolitanas más importantes del país dijo estar interesado en ponerse la vacuna. Por género, el 64,1 por ciento de los hombres se inmunizaría, así como el 57,3 por ciento de las mujeres.
El problema es que las vacunas no solo son claves para reiniciar cientos de actividades económicas, sino también para modificar los hábitos de consumo que fueron ajustados durante la pandemia. Un estudio global de NielsenIQ señala que las preocupaciones se mantendrán a pesar de la disponibilidad de vacunas, e incluso, una vez inoculados, más de la mitad de los consumidores dudará en salir a cenar, asistir a eventos deportivos en vivo o viajar al extranjero.
Tres miradas de la crisis
Este es el balance de los analistas financieros sobre el manejo de la pandemia en el país.
LO BUENO: se han conseguido resultados económicos similares o mejores que los pares regionales, a pesar de que la magnitud de respaldo fiscal por parte del Gobierno ha sido bastante moderada. Hubo implementación rápida y efectiva de programas de apoyo a la población más vulnerable. Las empresas avanzaron en la activación de tecnologías que permiten la interacción con clientes de manera virtual y el teletrabajo. Se dio la aceleración de la convergencia a lo digital y el aumento de la productividad para algunos sectores.
LO MALO: la demora en la vacunación. La evidencia de que el país no ha aprendido a hacer reformas estructurales en los momentos de buen desempeño económico, forzando ajustes en tiempos de crisis. El mayor endeudamiento. El significativo aumento del desempleo, que dejó más espacio a la informalidad. Los mayores índices de pobreza, el retraso en educación y la debilidad del sistema de salud. Se constató la fragilidad de la estructura social del país, pues los efectos más duros han estado en los grupos más vulnerables.
LO FEO: en medio de una de las peores crisis de la historia, el manejo de la enfermedad se volvió una plataforma para hacer política, aumentado la polarización. La cultura ciudadana del país sigue siendo muy precaria, lo que demuestra la incapacidad de trabajar como un colectivo. La ampliación de brechas, tanto de ingresos como de género. La aparición de un nuevo dilema: ¿salud o economía?, en un país que no tiene cómo subsidiar a todos. El costo humano y psicológico de la pandemia: más de 52.000 muertos, y contando.