"ich arbeite bei Siemens": Trabajo en la Siemens. Esta es una de las primeras frases que se aprenden en un curso de alemán. No es curioso que la empresa usada en este ejemplo sea la Siemens, la más grande y representativa de Alemania, que a través de 1.700 sucursales opera en 190 países, emplea a más de 400.000 personas y anualmente le produce al país un ingreso bruto de 70.000 millones de euros. Es quizás el consorcio en que Alemania ha invertido sus mayores esperanzas desde la posguerra. Y por eso, cuando tiembla la Siemens, tiembla toda la república federal.Pero ese ejemplo podría desaparecer de las aulas, pues el temblor que viene sacudiendo la compañía desde 2006, cuando salieron a la luz los casos de corrupción de decenas de sus rangos medios, ahora amenaza convertirse en una hecatombe. Esta semana, la Fiscalía de Múnich informó que ha abierto investigaciones contra antiguos miembros de la junta directiva de la Siemens. Y como si fuera poco, incluso reconoció que ya considera culpables a algunos de ellos.La situación es grave, pues abre un nuevo episodio en el escándalo de corrupción del gigante tecnológico alemán. Un capítulo, que no sólo tendrá consecuencias legales: más capturas y condenas para los directivos, más multas para la empresa (a la que el escándalo ya le ha costado más de 1.000 millones de euros) y más consecuencias para sus cooperadores (en enero de 2007, 11 multinacionales europeas fueron castigadas con multas millonarias). También es un escándalo que cuestiona la moral de una empresa que durante años parece haber manejado un inmenso sistema clandestino de sobornos en el nivel mundial. La historia comenzó en 1999, cuando Alemania prohibió sobornar funcionarios de empresas extranjeras. Entre los afectados por esta decisión estaba la Siemens, acostumbrada a ganar contratos en el exterior con el doping financiero de los sobornos. Así pues, la empresa quedó ante una encrucijada. O desmontaba el sistema (para lo cual tendrían que rodar cabezas), o lo hundía en la clandestinidad. Todo indica que el pulpo germano, interesado en mantener su imagen, se inclinó por esta última opción; dio las órdenes pertinentes al tesorero y al contador (hoy, testigos principales del caso ante la Fiscalía) y, a pesar de la prohibición, los sobornos de la Siemens siguieron fluyendo por el mundo entero.El contador y el tesorero de la Siemens empezaron a moverse por Europa. En los baúles de carros particulares, ellos mismos trasladaban grandes cantidades de dinero a bancos en Liechtenstein, Suiza y Austria. Y siguiendo los comandos de sus superiores, fundaron empresas fantasma en el Caribe (en las Islas Vírgenes y en Puerto Rico) así como en Dubai y Abu Dhabi.Sin embargo, la transformación no garantizó un blindaje total. Pronto empezaron a asediar a la Siemens los sabuesos de los paraísos fiscales europeos. En 2004, Liechtenstein abrió un proceso por lavado de activos contra el tesorero de la empresa. Un año más tarde, investigadores de la Fiscalía de Bolzano, Italia, allanaron la oficina en Múnich. Y finalmente, en 2006, las autoridades alemanas, en un operativo espectacular con 200 agentes, inspeccionaron las sedes principales de la empresa y los apartamentos de sus directivos, e incautaron actas y documentos de altísimo valor confidencial. Todo lo cual se convertiría en la némesis de la Siemens.Las autoridades alemanas ya han descifrado el inmenso sistema de sobornos con que la Siemens ha comprado sus clientes durante años. Un informe publicado esta semana por la revista Der Spiegel deja claro cómo, en cuatro grandes pasos, la multinacional mueve sus dineros calientes por el mundo. Primero firma contratos de asesoría con empresas aparentemente limpias en Estados Unidos o Austria; luego, transfiere grandes sumas a estas firmas, que lo facturan como honorarios de asesoría (fingida); después, estas empresas 'asesoras' pagan el dinero por negocios (ficticios) a empresas fantasma de la Siemens ubicadas en paraísos fiscales, y, finalmente, las empresas fantasma depositan su dinero en cuentas que manejan en Liechtenstein y Suiza. Este dinero de las empresas fantasma es la base de los sobornos. De ahí salieron pagos millonarios a cuentas particulares de funcionarios y empresarios de todas partes del mundo.Según informes de la Fiscalía de Múnich hechos públicos la semana pasada por el diario alemán Süddeutsche Zeitung, los responsables por este monstruoso sistema de corrupción no sólo fueron, como siempre se había dicho, directivos de mediano rango. En el centro de la olla presuntamente se encuentran miembros de la junta directiva. Se trata de verdaderas personalidades, empezando por el ex presidente Heinrich von Pierer, actual asesor económico de la canciller, Angela Merkel. Otros nuevos nombres que resaltan en la baraja de la Fiscalía de Múnich son, entre otros, los de Heinz-Joachim Neubürger, director financiero de la empresa hasta 2006; Karl-Hermann Baumann, director de la junta directiva hasta 2005, y Uriel Sharef, ex director del departamento para Transmisión y Difusión de Energía.No obstante, el caso de Uriel Sharef es uno de los casos más explosivos. Se trata de una verdadera personalidad de la empresa: miembro, entre 2000 y 2007, del comité ejecutivo de la corporación y, aún hoy, asesor del consorcio. La Fiscalía de Múnich lo considera culpable de negligencia grave y, según le dijo a SEMANA una fuente que tuvo acceso a las actas de Sharef, incluso podría ser inculpado por acciones dolosas. Sharef niega haber sido informado de los movimientos irregulares. Sin embargo, varios de sus subalternos fueron auditados en agosto pasado por la Fiscalía de Múnich, y no dudaron en señalarlo como responsable de pagar una serie de sobornos, en especial en países de América del Sur.El caso de Sharef se podría convertir en una caja de pandora en América Latina y, especialmente, en Colombia. Nacido hace 63 años en Israel, en poco más de 15 Sharef adelantó una brillante carrera en la Siemens S. A., la sucursal de la multinacional en Colombia. Comenzó en 1978 como director de las oficinas de Cali y Medellín, y siete años después ya era vicepresidente para Colombia. Y a esta posición rápidamente le siguieron, en 1990, la presidencia y, cuatro años más tarde, la dirección general de Siemens para la Región Andina. Ejerció ese cargo durante dos años, antes de regresar definitivamente a Alemania en 1996 para desempeñarse en la cima de la empresa.El expediente de Sharef, aún en manos de la Fiscalía, se podría convertir en un documento de alto interés para Colombia. Quienes han tenido acceso a las actas saben que allí se encuentran informes detallados de cómo, para apoderarse de jugosos negocios de la región, a través Sharef la Siemens sobornó durante años gobiernos y empresas privadas en América Latina. Información proveniente de este expediente -filtrada el pasado fin de semana al diario Süddeutsche Zeitung- señala un caso en concreto: la construcción del metro de Maracaibo. Más de 1,5 millones de euros habrían sido transferidos a Venezuela a través de una empresa fantasma de la Siemens ubicada en Dubai.Los antecedentes en Colombia son complicados. El controvertido espía alemán Werner Mauss fue consultor de la Siemens y por cuenta de su cercanía con la multinacional alemana, en 1996 los proyectos de renovación de la Registraduría y de modernización de la red de comunicaciones de la Fuerza Pública se fueron al piso. No obstante, por el momento los investigadores en Alemania están concentrados en incidencias más generales, antes de ir a lo específico. Y los medios de ese país están agitando el avispero en el nivel local. Así lo hizo esta semana la revista Der Spiegel en su artículo de portada, en el que catalogó a la Siemens como una verdadera mafia.