La economía será el tema central de la discusión pública este año. El impacto de la pandemia en el aparato productivo y, por consiguiente, en la capacidad de los colombianos de cubrir sus gastos diarios va a ser contundente. Ya Fedesarrollo prevé que solo las cuarentenas de comienzo de año llevarán al menos a 150.000 personas al desempleo.
Por eso, las propuestas de los dirigentes políticos sobre cómo enfrentar esta circunstancia pueden dar luces acerca de las soluciones.
Sergio Fajardo y Álvaro Uribe ya divulgaron sus propuestas en Dinero. Ahora el turno es para Gustavo Petro, quien se mostró bastante crítico sobre las decisiones de la actual administración y planteó medidas de cortísimo, mediano y largo plazo para transformar el aparato productivo.
“El Gobierno Duque ha aplicado en general una política de Robin Hood al revés: les quita a los pobres para darles a los ricos. Eso es irracional e inmoral. Es una política de la piñata y ahora que se les acabaron los excedentes del petróleo, del carbón y de la coca quieren implementar unas medidas que les permitan sacar utilidades a pesar del resto de la población”, señaló.
Para el máximo dirigente de la Colombia Humana, es necesario tomar decisiones “audaces” a fin de llevarles recursos a los más vulnerables en la actual circunstancia. Una de esas disposiciones inmediatas es que el Banco de la República emita dinero para “colocar esos recursos en los hogares y las pymes”.
Asegura que el Banco ya acudió a este mecanismo, pero esos recursos de emisión se han quedado en el sector financiero. Según él, prueba de ello es que la banca siguió dando utilidades el año pasado, en medio de la pandemia, pese a que muchos sectores enfrentaron dificultades.
Petro considera que dirigir los recursos de la emisión al sector financiero es la misma estrategia utilizada en Estados Unidos y Europa; esto ha provocado un boom en el mercado de valores que se desinflará muy pronto. “Hay que actuar ya. No hay que dejar que la gente sufra hambre, y hay que lograr que lleven una vida digna en su casa, dadas las nuevas cuarentenas”, es la consigna del senador. La necesidad de encerrar a la población se deriva de la demora de la vacuna en llegar al país. Ese será el panorama a lo largo de este año y no descartó que inclusive en 2022, 2023 y 2024.
El mecanismo de la emisión sigue siendo jurídicamente viable, aunque resulta una posibilidad complicada: es preciso que el Gobierno presente la propuesta al Emisor y que la Junta del Banco de la República la vote unánimemente.
“El tema debe ser discutido. Lo que toca ver es si el Gobierno está dispuesto a pedir un crédito al Banco. De hecho, ya se han emitido unos 24 billones de pesos, no en la forma de crédito al Gobierno, sino en la forma de crédito a los bancos”, insistió, y condenó que hoy sea más fácil emitir para el sector financiero que para entregarle plata a la gente.
La propuesta se sintoniza con los planteamientos de otros partidos, como el Verde, e inclusive con algunos economistas reputados, como José Antonio Ocampo y Mauricio Cabrera.
No obstante, hasta el momento, esta salida no ha calado entre las autoridades: Banco de la República y Ministerio de Hacienda. Se ha acudido a toda clase de mecanismos, desde otorgar recursos de liquidez a través de títulos de deuda privada hasta un crédito del Fondo Monetario Internacional (FMI), destinado únicamente para enfrentar los choques de balanza de pagos; nunca para que los gaste el Gobierno. Pero en todo ese paquete de iniciativas, no se ha incluido hasta el momento el expediente extraordinario de imprimir billetes para prestarle plata al Ejecutivo.
Petro desestima que emitir pueda generar inflación, pues, si se canaliza a través de ayudas directas a los hogares y a las pymes, los recursos se irán al consumo de subsistencia y no a la especulación financiera. Por el contrario, asegura, la emisión de dinero desencadena un mayor impulso en el agro y la industria local.
Propone una emisión de 15 billones de pesos mensuales por cada nuevo episodio de cuarentena y destinarla a fortalecer los programas de subsidio directos, como Ingreso Solidario o el subsidio a la nómina a las pymes, pero elevando el valor de las ayudas: se debe entregar un salario mínimo, es mucho más que la “limosna, que actualmente se da a las familias pobres a través de los programas sociales del Gobierno”. Sobre la financiación de la nómina de las pymes dice que debería ser de 100 por ciento.
Es claro que se volverá sobre esta posibilidad, pues los recursos para enfrentar la pandemia, administrados en el Fome, ya se agotaron.
La tributaria de Petro
Uno de los desafíos que enfrentará el país en el mediano plazo es el fiscal: las cuentas públicas quedarán muy golpeadas por los mayores niveles de deuda, la caída en el recaudo tributario y, en general, las mayores erogaciones que deja la pandemia, como los programas sociales del tipo Ingreso Solidario.
Lo cierto es que el nivel de deuda se ha disparado y la discusión tributaria es ineludible, pues hay que seguir honrando las obligaciones.
“El fenómeno es generalizado. No es solo la deuda del Gobierno central la que ha aumentado. También hay que ver que Bogotá decidió endeudarse. El cupo de endeudamiento es de 10 billones de pesos, el más alto en años”, dice al enfatizar que el país también debe ser consciente de los pasivos que están adquiriendo las regiones en medio de la coyuntura.
Por eso, su propuesta apunta a fortalecer las finanzas públicas con un ajuste tributario que deshaga las anteriores reformas en las que se redujo el impuesto a la renta para las empresas y se entregaron otras gabelas a distintos sectores. Su consigna es impedir a toda costa que se generalice el IVA.
“Si se deshace lo que se hizo con las últimas tributarias va a haber recursos suficientes para cumplir con todas las obligaciones del Estado. Tendríamos 5 billones de pesos y habría plata para pagar la deuda sin necesidad de acudir al IVA. Si a eso se le suma un impuesto a las utilidades bancarias y otro a la tierra que no produce, sería suficiente”, advierte.
Para Petro, extender el IVA sería el golpe definitivo para la clase media en plena pandemia. Cree que, si se acude a ese impuesto, la clase trabajadora pagará por la crisis.
Los desafíos de corto plazo no deben ser razón para perder de vista los de largo plazo. Por la necesidad de reducir la dependencia de los hidrocarburos es preciso enfocarse en reformas que permitan una mayor generación de puestos de trabajo, aumentar la productividad y lograr una mejor distribución del ingreso, inclusive desde antes de la aplicación de los impuestos.
Por tanto, considera que en vez de seguir concentrados en el sector de hidrocarburos hay que reforzar las políticas para impulsar al agro y a la industria.
Sobre el fracking, su rechazo es total. Insistir en eso, advierte, es una “soberana bobada”, porque el planeta paulatinamente está prescindiendo de las fuentes fósiles para generar energía. Reitera que ese ya es un negocio que les produce pérdidas a los inversionistas.
Mientras el país reduce su dependencia del petróleo y del carbón, se debe proteger la producción interna de las importaciones. Esto permitirá que la demanda de productos nacionales se fortalezca.
Asimismo, propone impulsar el presupuesto de la educación superior para ofrecer cobertura universal a los jóvenes; además, aumentar la producción, generar nuevos puestos de trabajo y ampliar los saberes, utilizando más la tierra. Para lograrlo, admite que se necesita de una banca pública enfocada hacia la agricultura y la industria.
La discusión sobre las reformas económicas necesarias para enfrentar la pandemia y la pospandemia seguirá en las primeras líneas del debate público. La mayoría de los actores de la política ya han planteado qué se debe hacer.
La tarea no es sencilla: a la tensión sobre las finanzas públicas hay que sumarle los reclamos sociales por la incapacidad para la mitad de la población de generar un ingreso por cuenta de las cuarentenas.
Las autoridades deben tomar nota sobre todas estas propuestas económicas, porque acertar en la mejor manera para enfrentar la peor pandemia en la historia de la humanidad permitirá llegar a puerto en medio de la tormenta.