Dos de los mayores productos de exportación del país viven hoy una especie de bonanza con precios no esperados por ningún experto. Por un lado, el petróleo, que nadie creía que volvería a superar los 100 dólares por barril ante la creciente necesidad de reducir el consumo de combustibles fósiles, bordea los 110 y, por el otro lado, el café pasó en el último año de 1,10 dólares por libra en Nueva York a 2,25 dólares hoy.
Estas cotizaciones deberían ser un motivo de fiesta para el país, pues el petróleo y el café representan 40 por ciento de todas las ventas externas nacionales. Sin embargo, se han prendido las alarmas porque esas elevadas cotizaciones se están presentando justo en medio de una menor producción de café y petróleo, lo que implicaría no poderles sacar todo el jugo a ambas bonanzas.
En lo que respecta al petróleo, el impulso reciente de los precios ha estado en la guerra entre Rusia y Ucrania, teniendo en cuenta que el primer país es el segundo productor de crudo del mundo –con cerca de 10 millones de barriles diarios– y uno de los principales abastecedores de gas para Europa.
Con las sanciones impuestas por Estados Unidos, la Unión Europea y el Reino Unido a los rusos, gran parte de este petróleo no se está comercializando y la posibilidad de que el mundo no compre el crudo ruso es cada vez mayor, presionando los precios al alza.
Este incremento, como un déjà vu, ha revivido la posibilidad de que Colombia capitalice ese repunte en una nueva bonanza. Según cálculos de distintas agremiaciones y del Gobierno, por cada dólar de aumento en el precio del crudo en promedio al año, ingresarían cerca de 100 millones de dólares adicionales, lo que suena muy bien, más si se tiene en cuenta que en el presupuesto del Gobierno, que está en su Plan Financiero, hacen cálculos de un petróleo 70 dólares para este año.
Sin embargo, la situación de hoy es diferente a la de hace unos años. Como explicó Juan Pablo Espinosa, director de investigaciones económicas, sectoriales y de mercado de Bancolombia, en el programa de Dinero en Semana TV, Colombia como productor y exportador de petróleo ha tenido un cambio muy importante a lo largo de los últimos años.
“Me da la impresión –dice Espinosa– que todavía estamos con la mentalidad de la bonanza que tuvimos en los años de auge, que fueron 2012-2013, en donde Colombia logró en algún momento superar el umbral de producción de un millón de barriles diarios de crudo, pero eso ya es historia”. Su explicación es que hoy la producción del país es mucho menor y simultáneamente el mercado interno de los combustibles ha crecido bastante, particularmente por dos factores. Primero, porque Colombia tiene una infraestructura de refinación de petróleo mucho más robusta, gracias a la Refinería de Cartagena, de modo que parte relevante de la producción nacional se va justamente como insumo a la industria del refinamiento y se queda en el país; y segundo, porque la gran reactivación de la economía de 2021 se vio también reflejada en un incremento muy importante del consumo doméstico.
Menos excedentes
Espinosa agregó que los excedentes disponibles para exportar del país pasaron, más o menos, de unos 780.000 barriles diarios en 2013 a un nivel apenas superior a los 405.000 barriles actuales. “Dicho de otra manera, hoy por hoy tenemos una capacidad exportadora aproximadamente de la mitad. Si bien, si se toma el valor de las exportaciones en pesos, teniendo en cuenta el efecto del precio internacional y la tasa de cambio, se podría decir que hoy estamos recibiendo muchos pesos por esas ventas de crudo. Y los resultados del año pasado de Ecopetrol así lo demuestran, pero simultáneamente, cuando uno mira el lado exportador y los niveles de divisas que está recibiendo el país, pues en términos de dólares, prácticamente, nos está llegando la mitad de los dólares que nos llegaban antes por cuenta de ese sector”, precisó.
El experto de Bancolombia dijo además que, paradójicamente, los mayores precios del petróleo no van a servir para ajustar la balanza de pagos, que sigue siendo uno de los grandes dolores de cabeza de la economía.
Igualmente, en lo que respecta a los combustibles, Colombia cuenta con un Fondo de Estabilización de Precios que permite no aumentar los precios locales al mismo ritmo de la cotización internacional del crudo. Si no existiera el fondo, el precio del galón de gasolina en Colombia no sería de un poco más de 9.000 pesos, sino que superaría los 13.000. De hecho, para el año pasado, Corficolombiana estimó el déficit de este fondo en más de 10 billones de pesos.
Esto significa que mientras en otros países la carestía del petróleo está generando una mayor inflación de combustibles, en Colombia no es una fuente de inflación, pero sí tiene un efecto fiscal negativo.
“En la medida en que la cotización internacional del crudo continúe subiendo, ese déficit tiende a ampliarse y, por lo tanto, el efecto neto sobre las cuentas de la nación ya no es tan positivo como en el pasado. La reflexión es que, a pesar de que estemos viendo estos niveles de precios del crudo, que para los parámetros históricos son bastante atractivos, pues definitivamente los efectos de esa bonanza que tal vez hubiéramos podido haber vivido, si hubiéramos mantenido unos niveles de producción más altos, de pronto no los vamos a poder disfrutar en su totalidad, como sí ocurrió en los años 2012 y 2013”, puntualizó Espinosa.
Culpa del clima
Por el lado del café, en el que las mayores cotizaciones internacionales se han visto reflejadas en precios récord a nivel interno (la carga –125 kilos– está en 2 millones de pesos), los cultivadores no creen que se pueda hablar de una bonanza.
Roberto Vélez, gerente de la Federación de Cafeteros, dice que la situación actual es de mejores precios, pues las verdaderas bonanzas fueron en los años setenta, con cotizaciones por encima de 3,50 dólares la libra. “Ahora lo que estamos viviendo es una recuperación de precios que ha mejorado sustancialmente la rentabilidad de este cultivo, que también se ha visto afectado por mayores costos de fertilizantes y de la mano de obra”, dice el representante de los cafeteros y agrega que si bien ha caído la producción, los mejores precios se han aprovechado porque aumentó el valor de la cosecha.
El país pasó de producir 14 millones de sacos en 2015 a 12,5 millones el año pasado (para 2022 se espera una cifra similar) y esa menor producción se atribuye al clima, en particular, a dos fenómenos consecutivos de La Niña, que además de lluvias, han estado acompañados de nubosidades, las cuales no dejan entrar el sol con la intensidad que requiere el cultivo.
Pese a esto, Jorge Montenegro, director del Comité de Cafeteros del Huila (el departamento mayor productor del grano), también considera que los precios internacionales sí han podido ser aprovechados en el país. Señala que los 14 millones de sacos que se produjeron en 2020, que equivalen a 8,4 millones de cargas y con valor promedio de un millón de pesos por carga, implican una cosecha de 8,4 billones de pesos. En 2021 se produjeron 12,6 millones de sacos, que son 7,2 millones de cargas, cada una con un precio promedio de 1,5 millones de pesos, lo que da una cosecha de 11 billones de pesos. “¡Claro que ha servido! Y eso ha ido directo a los bolsillos de los caficultores”, precisa.
Tanto Vélez como Montenegro consideran que los mayores precios no implican necesariamente más siembras, pues lo que se siembra hoy se recolecta en dos años. Lo que sí se está dando es la renovación de cultivos. “En 2020, 2021 y 2022 la caficultura ha sido rentable, lo que beneficia a las 540.000 familias que se dedican al grano”, sostiene Vélez, al tiempo que agrega que el área sembrada hoy es de 832.000 hectáreas, unas 6.000 menos que en el pasado, pero con mayor productividad. Dos caras del alza global de las materias primas que son vitales para Colombia.