Después de la papa, la yuca y el plátano, el aceite es el producto de la canasta familiar que más se ha encarecido en el último año. Sin embargo, mientras que en los tubérculos el problema se deriva de menores cosechas y del impacto del clima, en el aceite la culpa es del mercado internacional, pues a nivel local, por el contrario, la producción de aceite de palma creció 12,7 por ciento en el primer trimestre de 2022.

En el país, el aceite comestible registraba hasta marzo un alza en el precio de 45,13 por ciento anual. Si bien implica una mejora frente a enero, cuando subió 48,52 por ciento, es un incremento muy elevado para los consumidores, pues no tiene suficientes sustitutos. La papa se puede reemplazar por yuca o plátano, pero el aceite es indispensable para cocinar y, aunque se puede elaborar con diferentes cultivos (soya, girasol, canola, palma, maíz, oliva, coco, etcétera), el tema es que todos están caros.

Si bien el país consume gran parte de su aceite de palma para mezclarlo en los aceites de cocina que se venden a los consumidores, para la industria de alimentos, aseo y cosméticos, así como para producir biodiésel, en este caso no importa ser grandes productores (Colombia es el mayor de América y el cuarto del mundo), dado que los precios internos son superiores a los externos. Acá una fórmula busca que para el productor sea igual vender adentro o afuera de las fronteras. Y son justamente las coyunturas internacionales las que presionan al aceite.

El año pasado, el alza de precios provino de las dificultades de la logística global (la industria nacional de grasas importa 38 por ciento de sus materias primas), y este año la invasión a Ucrania volvió a presionar los precios, pues ese país europeo es el mayor productor de aceite de girasol. Como si esto fuera poco, la más reciente contrariedad proviene de Indonesia, el mayor productor mundial de aceite de palma. Ante las dificultades para poder autoabastecerse por los altos precios, el Gobierno de ese país asiático prohibió las exportaciones de oleína (aceite refinado de palma), lo que afecta toda la cadena de valor.

Colombia es el primer productor de aceite de palma en América y el cuarto a nivel mundial, después de Indonesia, Malasia y Tailandia.

“Es difícil medir la importancia del aceite de palma, ya que hoy está en todas partes: en alimentos, jabones, coloretes e incluso tintas de impresión. El movimiento de Indonesia afecta al mundo y es uno de los casos más drásticos de proteccionismo alimentario desde que estalló la guerra en Ucrania”, asegura un reporte de la agencia Bloomberg.

Camilo Montes, director de la Cámara de Alimentos de la Andi, cree que la solución a los altos precios no puede ser prohibir o limitar las exportaciones, sino trabajar con toda la cadena para que en el ámbito de los palmicultores aumente la productividad de sus plantaciones y en el de los industriales mejoren sus condiciones de producción.

Aclara que, si bien los precios al consumidor subieron bastante, el alza ha sido inferior a la de las materias primas para los industriales. “Eso se ha venido manejando contra el margen de las empresas, pero cualquier fenómeno que enrarezca el mercado hace que sea más difícil contener las alzas al precio final”, sostiene Montes. Y, añade, que es necesario garantizar que el mercado de aceite en Colombia pueda seguir operando desde la competencia.

En el país hay más de 551.000 hectáreas de palma de aceite. Foto: archivo particular.

Con los costos de los alimentos subiendo a máximos históricos y decisiones como las de Indonesia, los Gobiernos están tomando medidas para asegurar sus propios suministros, y la ONU ha instado a mantener el comercio abierto, advirtiendo que el proteccionismo puede conducir a estantes vacíos en varios países. Ojalá no se llegue a esa situación.