Muchos colombianos se sorprendieron con el dato de la tasa de usura vigente a partir de septiembre. El indicador registró un incremento de 9 puntos básicos frente al tope vigente hasta agosto pasado.La sorpresa tiene una causa: el Banco de la República redujo sus tipos de interés al nivel histórico del 2 por ciento desde septiembre, pero las entidades financieras siguen ofreciendo préstamos con un costo elevado. El tope de usura está relacionado con el interés bancario corriente, es decir, el de los créditos ordinarios y para consumo, que tradicionalmente usan los colombianos en el día a día. Si la tasa de usura quedó en 27,53 por ciento, eso quiere decir que los créditos de consumo y ordinarios están en promedio al 18,53, muy lejos del bajo costo que hoy ofrece el Banco de la República.En un contexto de recesión como el que ahora enfrenta el planeta, todos esperan que el crédito lleve a una recuperación definitiva de la economía. Y que los préstamos sean baratos.Pero eso no se ha cumplido, y para ello hay varias explicaciones. En primer lugar, el paso de la reducción de tasas de interés del Emisor al resto de créditos de la economía tiene una demora aproximada de entre 8 y 12 meses. Y hay otro factor clave: la percepción de riesgo en una economía.

El gerente del Emisor, Juan José Echavarría, cree que cada vez hay menos espacio para bajar más la tasa de intervención.La tasa a la que prestan los bancos no depende solo del costo del dinero en el prestamista de última instancia, eso es, el Banco de la República. El costo del dinero también está condicionado a si hay perspectivas de que las personas paguen sus deudas. En las actuales circunstancias, eso no necesariamente es una garantía, más aún cuando se han quebrado miles de empresas y millones de personas han perdido sus trabajos.Ciertamente, los bancos tienen la función de canalizar el ahorro hacia otras actividades productivas. Aunque no pueden asumir riesgos exagerados porque buena parte del dinero que prestan proviene de otros ciudadanos que lo han depositado en ellos. En otras palabras, es plata del público.Hoy la posibilidad de que alguien no pague sus deudas ha aumentado. La incertidumbre ha crecido, pues nadie sabe cuándo ni a qué ritmo llegará la recuperación. Así las cosas, los bancos deben escoger muy bien a quién prestarle, y tienden a convertir eso en una mayor tasa de intermediación.Eso aumenta la presión sobre los analistas de riesgo de las entidades financieras, que no quieren por ningún motivo otorgar mal un crédito o cobrar de menos, porque en ese costo debe quedar reflejada la enorme incertidumbre.

Aun así, todo indica que la demanda de crédito recuperó fuerza a partir del segundo semestre y ya se nota en algo la reducción en los intereses. La Superintendencia Financiera informó que el ritmo de crecimiento en la cartera empezó a mostrar una dinámica parecida a la prepandemia. En un debate de control político, el superintendente, Jorge Castaño, explicó que la cartera bruta comenzó en junio a crecer a 7,56 por ciento.Además, dijo que los bancos ya están desembolsando recursos para más del 80 por ciento de las solicitudes que les presentan los usuarios. Todo esto en un escenario de menores tasas, que pueden haber caído hasta 3,36 puntos porcentuales, según la modalidad.Y no hay que olvidar que durante la crisis sanitaria el sector bancario refinanció, dio periodos de gracia y ofreció otros beneficios a casi 12 millones de usuarios que tenían deudas por 225 billones de pesos, casi la mitad de los 500 billones que hay en cartera vigente.