La aplicación para móviles más popular del mundo refleja, como ninguna otra, el dilema de negocio en la era digital: a pesar de contar con 1.500 millones de usuarios activos, tiene escasas posibilidades de rentabilidad, al menos en el corto plazo. Nació como un servicio gratuito y las exploraciones realizadas por la empresa indican que la popularidad caería en picada si cobra una suscripción, aunque sea un dólar, o si incluye anuncios publicitarios en los chat. Facebook, la empresa que compró WhatsApp hace cinco años, sabe que tiene un tesoro en sus manos, pero no cómo retornar los más de 19.000 millones de dólares que pagó por ella. WhatsApp celebró la semana pasada su décimo aniversario, y es por ahora, junto con Instagram, uno de los activos más valiosos en manos de Facebook. Al parecer la empresa cree que ha llegado la hora de sacarle el jugo a la inversión. Está confirmado que empezarán a desplegar anuncios publicitarios este año, aunque solo en los ‘estados’ y no en las conversaciones ni en los grupos. Y la compañía ya comenzó a cobrar por WhatsApp Business, por el cual las empresas podrán crear cuentas verificadas para utilizarlas como canales de atención a los clientes. Es todo lo que puede hacer por ahora Facebook para monetizar el negocio. Con un modelo de negocio claro o sin él, esta plataforma sigue siendo la reina de las apps. Aunque hacer rentable esta aplicación aún plantea un gran desafío, hay una historia inspiradora detrás del éxito de WhatsApp. Jan Koum, su principal creador, representa al emprendedor idealista que cumplió el ‘sueño americano’. Nació en Ucrania en una familia humilde, emigró adolescente a Estados Unidos en los años noventa y padeció los rigores de la pobreza, mientras vivía de cupones alimentarios y subsidios estatales. Trabajó de aseador en una tienda, y en medio de grandes dificultades logró terminar el bachillerato y comenzar la universidad. Su talento con el código le abrió puertas, primero en Ernst & Young y después en Yahoo!, donde conocería a su socio y amigo Brian Acton. Juntos harían historia como fundadores de la plataforma de comunicaciones más importante de hoy. Entre 2009, cuando crearon WhatsApp, y 2014, cuando la vendieron a Facebook, Koum pasó de migrante pobre a multimillonario. Recibió 6.800 millones de dólares, se convirtió en accionista de Facebook y mantuvo el cargo de CEO de WhatsApp. Le puede interesar: En vivo: ¿Podrá la Corte Constitucional de Colombia poner en cintura a Facebook y Youtube? Koum ni siquiera terminó los estudios universitarios, que abandonó para dedicarse de lleno a su emprendimiento. Lo desarrollaron en cafeterías de Mountain View, California, y en sótanos que lograban tomar en arriendo en algún edificio ocupado por brillantes empresas de Silicon Valley. En aquellos días solo existían dos plataformas de mensajería: los SMS y el chat de Blackberry. Por eso WhatsApp resolvió la ausencia de una verdadera comunicación instantánea que funcionara sobre diferentes sistemas operativos móviles y permitiera conversaciones sincrónicas entre personas en cualquier parte del mundo. Los 200 usuarios iniciales pronto se convirtieron en 250.000, y eran 500 millones cuando cerraron el negocio con Facebook. Pero Koum ha sido siempre un idealista. En mayo pasado renunció a su empleo en Facebook para protestar por su laxa política de privacidad y por los intentos de Mark Zuckerberg de hacer dinero con los datos de los usuarios. Brian Acton había renunciado ocho meses antes, cuando estalló el escándalo de Cambridge Analytica, el cual puso en evidencia la incompatible visión del negocio que tenían los creadores de WhatsApp con el de Facebook. WhatsApp y los demás sistemas de mensajería OTT (las plataformas basadas en internet) sacudieron la cultura digital y trajeron algunos dolores de cabeza a los operadores telefónicos. Esto se debió a la preferencia del público joven por la comunicación mediante esta app, en lugar de la tradicional llamada telefónica, aunque no hay estudios sobre el impacto directo de WhatsApp en el negocio de la transmisión de voz. De hecho, las llamadas de voz se mantienen vigentes. El año pasado su número creció 2,5 por ciento en Colombia, indicó Andrés Carlésimo, director de productos para el hogar de Claro. Las llamadas de voz por WhatsApp suelen presentar baja calidad y las videollamadas requieren anchos de banda altos, por lo que escribir sigue siendo el uso principal. Y allí, en los mensajes de texto tradicionales, se siente más el efecto. En Colombia se ha observado una disminución del uso de SMS del 64 por ciento entre 2010 y 2018. Un reciente estudio de Deloitte sobre consumo móvil en el país en 2018 encontró que la mensajería –es decir, el chat de WhatsApp y apps similares– es la comunicación más utilizada, seguida de las redes sociales. Las llamadas de voz tradicionales ocupan el tercer lugar, por encima de las llamadas por WhatsApp, que no han “pegado” tanto como el chat. Le sugerimos: Por qué los grupos de familia de WhatsApp crean ansiedad y cómo escapar de ellos Lanix hizo un estudio sobre apps en Colombia y encontró que WhatsApp es la aplicación móvil más utilizada. El 84 por ciento de los encuestados dijo que la revisan cada mañana antes que cualquier otra. El estudio Digital 2018, realizado por Hootsuite y We are Social, indica que WhatsApp es la app de mensajería más popular en todo el mundo. Es número uno en 128 países, seguida por Facebook Messenger, la principal en 72 países con 1.200 millones de usuarios, y por WeChat, la más fuerte en China, con 1.040 millones de usuarios. Las telecomunicaciones tradicionales se acomodaron y encontraron, en el caso de la mensajería de texto, que aún queda una segunda vida para los SMS. Estos se usan muy poco en las comunicaciones personales pero son importantes en el segmento corporativo. Bancos, comercios y las propias redes sociales –incluido WhatsApp– utilizan mensajes de texto para verificar los números telefónicos de los usuarios, y para contactar a los clientes. El SMS hoy es, sobre todo, una herramienta de seguridad y también un canal de transmisión de contenidos. Y no ha dejado de ser un negocio interesante para los operadores móviles. En Estados Unidos, SMS es una potente herramienta de mercadeo y en Colombia hay suscripciones a servicios informativos y de entrenamiento a través de SMS. Los operadores móviles no perciben a WhatsApp como un rival que afecte su modelo de negocio. Pero algunos, como Telefónica, han pedido simplificar los marcos regulatorios para competir en igualdad de condiciones con las plataformas OTT, según explicó Natalia Guerra, directora de asuntos públicos de esta compañía. Así que nadie siente a WhatsApp como un enemigo en los negocios, sino como un aliado. Solo inquieta a los padres de familia y a los docentes, que padecen el impacto de esta plataforma en la comunicación de las nuevas generaciones. El irresistible encanto de WhatsApp parece estar en su facilidad de uso y en su informalidad, estima Nelson Valero, especialista en tecnología y telecomunicaciones de Deloitte. Los millennials reparten el tiempo que gastan en pantalla entre YouTube para ver videos cortos, WhatsApp para hablar con los amigos, y las redes sociales para exponer su vida personal. Esto significa que la tendencia a mantener los ojos sobre el móvil por una cantidad cada vez mayor de horas no ha hecho más que aumentar. Le sugerimos: El telar de los sueños: la engañosa pirámide que estafa mujeres por WhatsApp WhatsApp ha estado en el paredón durante las discusiones globales sobre los efectos nocivos de las redes sociales. En efecto, en grupos de esta aplicación surgieron noticias falsas muy dañinas. Tras el triunfo en Brasil de Jair Bolsonaro, que utilizó fake news viralizadas a través de esta plataforma, los directivos de WhatsApp decidieron tomar medidas para restringir la posibilidad de reenviar mensajes. También para impedir que alguien agregue a otro a un grupo sin su consentimiento, entre otras restricciones. Hoy día ‘whatsappear’ es tan cotidiano como ‘googlear’. Con un modelo de negocio claro o sin él, la plataforma creada hace diez años en una cafetería de Montain View sigue siendo la reina de las apps.