SEMANA: En la guerra comercial que se desató el año pasado entre China y Estados Unidos, ¿cómo ve el balance de ganadores y perdedores, y cómo los afecta? Joe Kaeser: Nosotros estamos, literalmente, en la mitad de la pelea, pues nuestra mayor operación se encuentra en Estados Unidos, donde tenemos 60.000 empleados e ingresos de 34.000 millones de dólares. La segunda es China, con 45.000 empleados y 12.000 millones en ventas. Lo primero que hay que decir es que nadie gana con una guerra comercial, y ya lo vemos en la desaceleración de la economía global así como en las reducciones de proyecciones de crecimiento de 2019 y 2020. La buena noticia es que trabajamos en cada país con personas y protección local. Así no entramos en el debate sobre los aranceles, pero sí deseo que las potencias lleguen a un acuerdo para poder colaborarnos entre todos.
SEMANA: ¿Cómo ve hoy la economía de América Latina y, en particular, de Colombia? J.K.: No hay nada peor que un consejo no pedido. Puedo decir que vemos en América Latina un potencial único, pues tienen cantidad de recursos naturales y personas que merecen una vida mejor. Si analizamos la región por países, vemos que Brasil va muy lento para ser una economía de 200 millones de habitantes que necesitan más infraestructura. En México también buscan opciones para mejorar un PIB que ha sido decepcionante. En Chile nos está yendo muy bien, y Colombia es muy estable, no ha tenido sorpresas negativas en el largo plazo. Sin embargo, necesita más manufactura e industrialización, ya que los recursos naturales no son suficientes para exportar y crecer. SEMANA: ¿Hasta qué punto los riesgos políticos afectan las decisiones de inversión de una empresa como Siemens? J.K.: Siempre buscamos la mayor estabilidad posible. En América Latina nuestra gran preocupación está en Argentina, donde el presidente, Mauricio Macri, ha tenido muchas dificultades para reversar 30 años de malos manejos. El riesgo es que esos malos manejos regresen, y eso sería devastador para toda la región debido al tamaño de ese país. Si bien en algunos casos podríamos pensar que el liderazgo político no es el ideal, también somos conscientes de que los Gobiernos duran cuatro o cinco años y nosotros somos una empresa de largo plazo. Llevamos más de 120 años en Brasil, 140 en México y en Colombia 112. Me quedó una muy buena impresión del presidente Iván Duque, quien parece realmente interesado por trabajar en educación, la cual es indispensable para el avance social. Nosotros trataremos de ayudarlo en lo que podamos. De hecho, le anuncié que podemos reservar hasta 500 millones de euros para invertir en un buen proyecto en el país. Claro que debe ser rentable, pues no somos una ONG, pero sí nos interesa que sea algo para el bienestar de la sociedad colombiana.
SEMANA: En su visita al país también incluyó la inauguración de un centro de formación para la industria 4.0. ¿De qué se trata? J.K.: Es un centro que hicimos en convenio con el Sena, pues internet es la nueva fuerza de la industria. Está cambiando las cadenas de valor, la manera en que trabajamos y diseñamos productos y soluciones. Por eso, saber manejar esa tecnología es fundamental, y el impacto va a ser un aumento de la productividad de 30 a 50 por ciento. Esos cambios implican que la gente debe aprender a programar ese software especial. Eso es lo que se va a enseñar en el nuevo centro, así como el uso de inteligencia artificial, trabajo en la nube y conectividad en tiempo real. “En América Latina nuestra gran preocupación está en Argentina. En Colombia hay estabilidad, pero al país le falta más industrialización" SEMANA: También vino para donar una clínica inteligente. ¿Cómo funciona y en qué otros países la tienen? J.K.: Es una clínica móvil que llamamos Smart Clinic y la donamos como un reconocimiento de lo que ha hecho Colombia por los refugiados venezolanos. Puede tratar entre 3.000 y 6.000 personas al año. La ventaja es que se puede mover a diferentes lugares. SEMANA: A propósito de refugiados, usted nació en un país que recibe muchos y, además, es defensor de sus derechos. ¿Cómo manejar esta situación, que es nueva para Colombia? J.K.: En Alemania no tenemos una ley de migración, pero estas personas necesitan ayuda. No está claro lo que se debe hacer, pues hay muchos grises. Nosotros recibimos migrantes de Libia, Siria o de Afganistán, afectados por la violencia, y otros que huyen de África por el cambio climático. A ninguno de ellos lo podemos dejar ahogar en la mitad del mar, hay que hacer esfuerzos humanitarios. Sin embargo, se debe diferenciar entre los que vienen porque necesitan el empleo o una mejor vida y los que vienen porque temen por sus vidas. A estos últimos hay que ayudarlos para que puedan regresar a su país cuando las condiciones mejoren. Eso es lo que pasa con los venezolanos en Colombia. Hay que ayudarlos a reconstruir su país.
SEMANA: Usted también promueve la lucha contra el cambio climático. ¿Cuál debería ser la posición de las empresas? J.K.: Hay un problema innegable, que se debe demostrar a quienes aún no creen en el cambio climático. El diagnóstico está claro, y me alegra saber que a las nuevas generaciones les preocupa, pero es insuficiente, se necesita un tratamiento y ahí es en donde no se está trabajando. Se necesita una fuerza económica poderosa que busque una solución a través de la innovación. Eso no significa volver a los carruajes de caballos para no contaminar, porque si bien con el desarrollo económico el mundo se contaminó, al mismo tiempo millones de personas salieron de la pobreza y ellos no deberían volver a esa situación. En Siemens decidimos hace cuatro años, antes de que muchos otros resolvieran no ir a clase los viernes para protestar, que íbamos a ser neutrales en CO2 para 2030 y a reducir nuestras emisiones en 50 por ciento para 2020. Esa meta la logramos en 2019. También estamos desarrollando nuevos productos para mejorar el impacto climático de nuestros consumidores. Claramente, somos solo una compañía y no vamos a salvar el planeta, pero si todas las empresas hacen algo parecido, los resultados van a ser distintos. Si seguimos dejándoles la solución a los políticos, ellos lo que harán es pasar de los compromisos de París a los de la próxima ciudad en que se reúnan, y nada va a cambiar. “Las empresas no pueden seguir solo preocupadas por sus accionistas, clientes o empleados. Hay que tener un propósito para impactar positivamente en la sociedad"
SEMANA: Ustedes están comprometidos en lo que se denomina business to society, una tendencia empresarial del llamado nuevo capitalismo. ¿Por qué lo hicieron? J.K.: En los setenta y los sesenta la misión de las empresas era hacer negocios, generar dinero para los accionistas y mantenerse lejos de los problemas. Luego se empezaron a dar cuenta de que, además de los accionistas, había otros actores claves como clientes y empleados. Eso provocó el choque tradicional entre trabajo y capital, que se dio hasta la primera década del 2000. Luego apareció otro stakeholder, que es la sociedad. A la gente cada vez más le interesa saber qué hacen las empresas por la sociedad, cómo contribuyen al desarrollo económico o cómo manejan los temas medioambientales. Con las redes sociales esa exigencia para las compañías es mayor, y también, de no hacerlo, ya no se puede aspirar a atraer al mejor talento. Es un cambio necesario.