Más de un mes después de haber sido radicado con mensaje de urgencia en el Congreso, el proyecto de reforma tributaria acaba de pasar su primer examen en las comisiones económicas. Eso sí, con varios cambios. Comenzando por el tamaño del proyecto, que arrancó con 35 artículos y ya va en 56. Su llegada a las plenarias podría implicar un nuevo aumento, pues se anticipa que al final será aprobado “a pupitrazo”. Los 15,2 billones de pesos que se propuso recaudar el Gobierno con esta tributaria tienen las fuentes claras.
En primer lugar, hay un componente de austeridad importante, que representa 1,9 billones de pesos. En segundo lugar, con el fortalecimiento de la lucha contra la evasión y la elusión, prevé recaudar 2,7 billones. Eso sí, el grueso de esta tributaria recaerá en las empresas con el desmonte de algunos beneficios aprobados desde 2018 y que buscaron generar más empleo e inversión.
Ahora, las empresas tendrán que pagar una tasa de renta corporativa de 35 por ciento, que le dejará al Gobierno 6,7 billones de pesos. Unos 3,9 billones adicionales provendrán de la reducción del descuento en el impuesto de industria y comercio ICA (se reduce del 100 al 50 por ciento) del impuesto de renta. Esto pone sobre la mesa el debate de los efectos que puedan tener estas medidas en temas como competitividad, empleo e inversión.
Colombia quedará de nuevo con una de las tasas de impuesto corporativo más altas del mundo, del 35 por ciento, frente a las que tienen economías desarrolladas como Alemania, del 15 por ciento; Dinamarca, con 22 por ciento, o Noruega, con 23 por ciento. También es alta comparada con economías de la región como Chile, cuya tasa fiscal se ubica en un rango entre 25 y 27 por ciento.
Pero hay que ser realistas. El Gobierno no tiene otra salida, como quedó claro con el estallido social de abril pasado, que comenzó por la ambiciosa propuesta tributaria del exministro Carrasquilla, cuya columna vertebral buscaba ampliar la base de renta y tratar de que más colombianos empezaran a aportar. Aunque técnicamente la propuesta de Carrasquilla era impecable, de libro de texto, lo cierto es que era para un momento distinto. La idea no fue bien recibida porque, tras la pandemia, el bolsillo de los colombianos estaba más golpeado que nunca.
El empresariado, por su parte, sí evidenció que la propuesta era inoportuna. Varias semanas antes de que el equipo de Carrasquilla presentara la reforma de la discordia, Bruce Mac Master, el presidente de la Andi, le dijo al Gobierno que los empresarios estaban dispuestos a meterse la mano al bolsillo para aportar a la estabilización de las finanzas públicas y mantener los subsidios para la población más afectada por la crisis económica.
Pero, aunque el sector privado fue el primero que levantó la mano para asumir la carga tributaria mediante la reforma de Inversión Social, a Mac Master le preocupa que a la nueva propuesta le hayan agregado 26 artículos más.
El presidente de la Andi asegura que, aunque están dispuestos a pagar más impuestos mientras sea necesario, eso no significa que renuncien a la competitividad tributaria que necesitan las empresas para ser productivas y generar empleo. Por eso cree que es urgente definir la temporalidad de esta medida. Pero ¿cuál es la percepción de los empresarios frente a los avances de esta iniciativa? Carlos Enrique Cavelier, presidente de Alquería, cree que las personas que salieron a oponerse a la presentación de la anterior tributaria lo hicieron de manera legítima. Opina que ese proyecto tenía algunos puntos que impactaban el bolsillo del colombiano de a pie, pues aunque desde el punto de vista macro la reforma era “perfecta” para los economistas, cuando se aterrizaba al impacto micro le daba un golpe al ingreso de buena parte de la población.
Por eso, Cavelier se declara en total acuerdo con la propuesta del ministro de Hacienda, José Manuel Restrepo, y asegura que en medio de las circunstancias, como empresario, está dispuesto a hacer un sacrificio adicional para que la economía retome el camino, se invierta en programas sociales y el país se enrute hacia la recuperación del grado de inversión. “En términos generales, estamos de acuerdo con el proceso, lo que genera la inversión es la confianza y el saber que uno va a vender. La confianza ya empieza a subir y yo soy un optimista empedernido”, asegura.
Eso sí, advierte que hay varios temas que se deben abordar más allá de la tributaria, como el desempleo juvenil y femenino. Por eso cree necesario llegar a un acuerdo sobre una reforma laboral que permita generar más empleo y mejorar las condiciones de los trabajadores, en especial del campo, pues la informalidad galopante es el principal obstáculo para la disminución de la pobreza.
El empresario Mario Hernández, fundador de una de las empresas de marroquinería más exitosas del país, es más crítico frente a la nueva tributaria. Aunque está de acuerdo en que el sector privado debe ayudar en la actual coyuntura, considera que el grueso de los impuestos siempre recae sobre los mismos.
Y alerta que este aumento en los impuestos corporativos, en últimas, lo terminarán pagando los consumidores en los productos finales. Coincide, además, en que los mayores impuestos les quitan competitividad a las compañías, lo que impactará la generación de empleos y, por ende, el ingreso de los colombianos.
Para Hernández, siempre se habla de reforma tributaria, pero poco de cómo reinventarse, de cómo aumentar el ingreso per cápita, porque no hay generación de empleo si el sector productivo no es competitivo. “Siempre nos suben los impuestos a los mismos. Es lógico que hay que ayudar, pero el problema de fondo va mucho más allá y no se arregla con una reforma tributaria (...). Con este aumento (en renta) a las empresas, los que van a terminar llevándose el costo son los consumidores”, reitera.
Por su parte, Arturo Calle, uno de los empresarios más queridos del país, cree que es evidente que los impuestos corporativos en Colombia son demasiado altos y presionan de manera importante la caja de las compañías, lo que pone en riesgo la generación de empleo y la inversión.
Por eso las empresas crecen, pero casi siempre ‘al debe’. “Si recibes 100 pesos de utilidad y te descuentan los impuestos, te quitan entre 70 y 75 por ciento. Lo que queda es muy poco, no te dan alas para seguir creciendo”, asegura. Esto lo lleva a señalar que es fundamental que esta vez se ataque la evasión, pues es la única manera de que la carga fiscal no la paguen los mismos de siempre y que el Gobierno cuente con más recursos para brindar apoyo social a los estratos más bajos.
Para Andrés Murra, CEO de Corporación Diana, una de las mayores compañías de alimentos del país, si bien es cierto que subir los impuestos a las empresas desestimula la inversión, su organización está dispuesta a hacer lo necesario para ayudar al país.“Subir mucho los impuestos a las empresas desestimula las inversiones. No conozco a nadie que le guste que le suban los impuestos, y nosotros no somos la excepción. Pero la verdad es que la coyuntura de la pandemia, la crisis económica que esto desató en 2020, agravada por el paro, hacen que todos seamos conscientes de que debemos aportar nuestro granito de arroz para salir adelante”, asegura.
El debate de la nueva tributaria sigue abierto. Y los empresarios están dispuestos a poner sus chequeras al servicio del país; además, tendrán su ojo avizor para velar por que este sacrificio lleve a las finanzas públicas a buen puerto.