Hace apenas cuatro meses el panorama era oscuro. Aunque se esperaba un rebote por la fuerte contracción de casi 7 por ciento que tuvo la economía el año anterior, el país estaba en medio de la incertidumbre: el avance de la pandemia, los efectos de los bloqueos que paralizaron la actividad productiva, la polarización política y la tensión social.
Aunque muchas de estas variables no se han ido –e incluso algunas se han intensificado y otras han llegado, como el aumento de precios–, la economía en los meses recientes ha logrado un repunte sorprendente. El aparato productivo ha dado muestras de resiliencia, de estar listo para responder a la hora de la reactivación y al mayor consumo de los hogares, que venía contenido por la pandemia. Esto ha llevado a que autoridades económicas y analistas estén corrigiendo al alza las expectativas de crecimiento de la economía colombiana para 2021.
Una de las más recientes fue la del Banco de la República. En la pasada junta directiva del Emisor se incrementó la tasa de interés en 50 puntos básicos, llevándola a 2,5 por ciento y se destacó el comportamiento de la economía. “La actividad económica continuó recuperándose a un mayor ritmo de lo esperado. El crecimiento refleja el fortalecimiento de la demanda interna, cuya dinámica ha sido favorecida en gran medida por la política monetaria, fiscal y regulatoria implementada desde inicios de la pandemia”, aseguró en un comunicado la entidad. El Banco revisó al alza sus proyecciones de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) para 2021 y llevó su estimativo a 9,8 por ciento y a 4,7 por ciento para 2022.
En las recientes semanas, distintas firmas habían corregido hacia arriba sus expectativas frente al comportamiento de la economía. Fedesarrollo elevó de 7,2 a 9,5 por ciento su pronóstico para 2021. Por su parte, el BBVA Research también lo ajustó al alza con una estimación de 9,2 por ciento para este año. A su vez, Credicorp aumentó su proyección de 8 a 9,5 por ciento. Corficolombiana cambió su pronóstico de crecimiento para 2021, al pasar de 8,4 por ciento a 9,3 por ciento, entre otras entidades y analistas.
Muchos coinciden en las razones para ese mayor optimismo: la reapertura de sectores, el efecto de la vacunación, el incremento en los niveles de movilidad y más consumo de energía eléctrica no regulada, lo que refleja el buen dinamismo de la producción sectorial industrial.
Ya el repunte parece haber cerrado gran parte de la cicatriz que dejó la pandemia, pero que no desaparecerá.
A otra velocidad
Aunque la dinámica en la economía este año ha despertado un gran optimismo, no hay que olvidar que la base con la que se compara es tal vez la peor en la historia del país. Como señala un análisis de la Dirección de Estudios Económicos de Corficolombiana, que dirige José Ignacio López, “nuestro pronóstico de crecimiento de 9,3 por ciento para 2021 implica que el 78 por ciento del rebote se explica por el efecto base –recuperación de lo perdido en 2020 por la crisis que generó la covid-19–, mientras que el 22 por ciento sería ‘verdadero’ crecimiento frente a los niveles prepandemia”, dice su estudio.
Además, la velocidad se ha venido ralentizando. Para Bancolombia, si bien en el trimestre agosto-octubre la actividad productiva en Colombia habría crecido 11,2 por ciento anual, la cifra es inferior al 13 por ciento que estimó para ese periodo.
De acuerdo con Corficolombiana, el consumo de los hogares, que ha sido el principal motor de la reactivación, empezará a moderar su dinámica. “Los indicadores líderes asociados al gasto de los hogares –como las ventas al por menor y confianza del consumidor– mantienen una dinámica sobresaliente en el tercer trimestre; sin embargo, de acuerdo con cifras del Dane, el ahorro de los hogares se redujo desde 26 billones de pesos en el tercer trimestre de 2020 a un mínimo cercano a un billón en el segundo trimestre de 2021, reflejando la materialización, casi en su totalidad, del gasto que se había postergado durante los meses más críticos de confinamiento”, advierte.
Este planteamiento lo comparte BBVA Research. “Parte del dinamismo de la economía, y en particular del consumo, se explica por el ahorro retenido en los momentos más fuertes del confinamiento, pero, en adelante, la recuperación de la demanda interna dependerá más de la dinámica de la economía liderada por las mejoras del mercado laboral y la mayor producción interna”, explica Juana Téllez, economista jefe de BBVA Research para Colombia. Según la firma, en el primer semestre la sostenida dinámica del consumo privado impulsó la recuperación sobresaliente de la economía y acompañó el rebote de la inversión fija.
De acuerdo con el análisis de política monetaria del Banco de la República la revisión al alza del pronóstico de crecimiento supone que los niveles de consumo que se estiman para finales de 2021 se mantendrían relativamente estables en 2022, mientras que la inversión y las exportaciones netas continuarían recuperándose a un mejor ritmo que el estimado en el informe anterior. No obstante, hay riesgos. Posibles nuevas olas y picos de contagio de covid-19, como ya se ven en otros países, han despertado la preocupación no solo por los efectos en la salud, sino por el impacto en las cadenas de suministro del planeta.
El desajuste en dicho frente ya está golpeando a Colombia por el aumento en los costos de transporte y materias primas, que pueden afectar negativamente la actividad económica (ver artículo ‘Un trancón de barcos cada vez más caro’). Esto con una tasa de cambio que se empieza a ubicar cerca a los 3.900 pesos, pero que ante una crisis global dispararía su precio, pues se convertiría en, lo que llaman los expertos, un activo refugio.
Además, el consumo privado podría evidenciar un comportamiento menos favorable porque el dinamismo que ha tenido podría obedecer a un efecto coyuntural por la demanda represada y al gasto del ahorro que se generó en pandemia.
Precisamente, esa reducción en el ahorro, que se suma a un mayor endeudamiento en los hogares, cobra importancia en un contexto de mayor inflación y aumento de tasas de interés al alza. Como advierte BBVA, esto refleja una mayor vulnerabilidad de la economía frente una disrupción imprevista, dado que el consumo representa cerca de 70 por ciento del PIB y otras fuentes de crecimiento internas, como la inversión o el gasto público, también se moderarán en un marco de incertidumbre electoral y menores necesidades de consumo.
Por su parte, la inversión privada no podría completar su recuperación ante la incertidumbre del periodo preelectoral y el efecto contracíclico del gasto público perdería fuerza en los próximos trimestres. En ese contexto, la atención en la dinámica del crecimiento estará puesta en cuatro ejes en los próximos meses. El primero de ellos es la inflación, que no ha cedido y se calcula que para el cierre del año bordeará el 5 por ciento.
Aunque algunos estiman que para mediados de 2022 volvería al rango meta, será necesario monitorear qué va a pasar con los precios que impactan ese indicador, como los de alimentos y regulados. Es un tema importante porque golpea especialmente a las familias más vulnerables y pobres. A su vez, viene lo más difícil del choque: el Índice de Precios al Productor, que en octubre aumentó 22 por ciento y se espera que una parte de esa alza se traslade a los consumidores. Además, hay otro escenario que empieza a preocupar: el de una estanflación, es decir, un periodo de bajo crecimiento con alta inflación.
El segundo eje es el empleo. Si bien se ha reducido y, según el Ministerio de Hacienda, ha recuperado casi el 90 por ciento de lo perdido por la pandemia, es un tema estructural que viene desde antes de la covid-19. El riesgo es crecer sin generar empleo formal. Para Fedesarrollo, la reducción del desempleo –que estima cerrará este año en un promedio de 13,5 por ciento– es el principal reto.
El tercer eje son las tasas de interés. En la reciente junta del Banco de la República, cuando el mercado esperaba un aumento de 25 puntos básicos en línea con el incremento anterior, la decisión fue ir más allá y subieron 50 puntos básicos para llegar a 2,5 por ciento. La junta prevé una tasa neutral para 2022, entre 4,5 y 5,5 por ciento. Para la firma Alianza, en el primer semestre habrá incrementos significativos que lleven la tasa al rango 5,50 a 6,50 por ciento a mediados de 2022.
Y, finalmente, el cuarto eje es la incertidumbre electoral. Cada cuatro años este proceso pone a las empresas y al sector productivo en expectativa, y eso hace que muchas inversiones se aplacen. Esta jornada electoral no será diferente, pero vendrá recargada, pues tiene un particular significado por lo que representa no solo quién gane, sino si está o no en juego el modelo económico del país.