Colombia vive hoy una gran paradoja. Por un lado, su capacidad de generar riqueza, medida por el PIB, está en el punto más alto de los últimos 15 trimestres. Pero, al mismo tiempo, sus niveles de desempleo llevan casi todo este año por encima de 10 por ciento, a excepción de junio, cuando estuvo en 9,4 por ciento. Esta circunstancia sirve de combustible para el malestar social, con el agravante de que nada explica claramente por qué mientras el PIB crece, cada vez hay más desocupados. La teoría económica indicaría todo lo contrario. Juan Daniel Oviedo, director del Dane, atribuyó parte de este fenómeno a la tecnificación del aparato productivo nacional. Lo hizo al presentar los resultados del PIB del tercer trimestre de 2019, cuando el país creció 3,3 por ciento. Para demostrar su punto presentó un cálculo de su entidad según el cual en 2015, para generar 1.000 millones de pesos en PIB agrícola, se requerían 74,4 puestos de trabajo. En 2018 esa necesidad había bajado a 67,1 cargos, y así en varios sectores económicos (ver tabla).
Expertos en temas laborales como el director del observatorio laboral de la Universidad Externado Stefano Farné y el consultor independiente Juan Carlos Guataquí coinciden en afirmar que el cambio tecnológico impacta el mercado laboral. Pero no creen que esa transformación se produzca en poco tiempo, sino en varias décadas, mientras el deterioro del empleo ha sido relativamente reciente.
“El cambio tecnológico puede llevar a ahorrar en mano de obra, pero no creo que eso se haya dado en abril, cuando empiezan a destruirse más empleos”, dice Farné. Las cifras del Dane muestran que se perdieron más de 360.000 puestos en el trimestre abril-junio, y casi 475.000 en el trimestre julio-septiembre. Guataquí asegura, por su parte, que lo lógico es que al producir más, se necesiten más trabajadores. Pero agrega una sutileza adicional: que no se evalúan las personas ocupadas y la cantidad de horas que trabajan. Un estudio de expertos sobre los resultados de la reforma a las horas extras, en 2002, demostró que haberlas abaratado no generó más empleo, como prometió el Gobierno entonces. Por el contrario, llevó a que la gente trabajara más horas. De hecho, datos de la Ocde señalan que en Colombia las personas laboran más horas que en muchos países, lo que implicaría que con los mismos puestos se puede generar más PIB. Otras explicaciones Tanto Farné como Guataquí consideran que hay otras razones para entender lo que hasta ahora parece inexplicable. Piensan que hay un problema con las encuestas de hogares, que sirven para medir el mercado laboral, pues utilizan las proyecciones de población del censo de 2005. Aún no han incorporado los resultados del censo de 2018, en que además de un cambio demográfico (con menos nacimientos y más viejos), también ha llegado un fenómeno adicional: la migración venezolana. La entrada de 1,5 millones de personas inevitablemente impacta el mercado laboral y podría ser uno de los propulsores del consumo de los hogares. Este es hoy uno de los motores del PIB, al crecer 4,9 por ciento en el tercer trimestre de 2019. Es más, esta cifra mostraría igualmente una contradicción, porque no se entiende cómo los hogares consumen más si al mismo tiempo tienen más miembros en el desempleo.
Así mismo, resulta paradójico que la construcción, el sector más rezagado– pues se contrajo 2,6 por ciento en el tercer trimestre–, tenga el segundo puesto en crecimiento del empleo, después del ramo de suministro de electricidad, gas y agua. Entre julio y septiembre se registraron 1,5 millones de personas que trabajaban en construcción, 5 por ciento más que un año atrás. El director del Dane explica que esa alza proviene de la construcción de obras civiles, como puentes y carreteras, que crecieron 13 por ciento anual entre septiembre y julio y son intensivos en mano de obra. No obstante, el desempeño de las obras civiles no ha alcanzado para hacer crecer al sector. En efecto, no levantan cabeza las edificaciones –construcción de vivienda– que cayeron 11,1 por ciento y pesan tres cuartas partes en el PIB de esta actividad. En el año corrido a septiembre, el ámbito de la construcción cae 1,9 por ciento.
A diferencia del anterior, el sector que más destruye empleos es el de explotación de minas y canteras, que hasta septiembre empleaba a 197.000 personas, un 20 por ciento menos que en el mismo mes del año pasado. Este ámbito no registra una caída en su PIB, pero sí una desaceleración, dado que pasó de crecer 3,2 por ciento en el tercer trimestre de 2018 a solo 1 por ciento un año después. Esto sucedió como resultado de una menor explotación de petróleo, ya que el país pasó de producir 876.026 barriles diarios a 865.197, así como por una caída de 1,3 por ciento en la producción de carbón. Los minerales metalíferos son la excepción del sector, en especial el oro, cuyo PIB subió 9,6 por ciento. Diez de doce Pese a la contradicción en el frente laboral, es innegable que los resultados del PIB al tercer trimestre ratifican que la economía nacional avanza a buen ritmo, mejor que el vecindario, y resiste las dificultades del contexto externo. En efecto, de los 12 sectores usados para medir el PIB, 10 registraron variaciones positivas. La mayor corrió por cuenta de los servicios financieros, que crecieron 8,2 por ciento anual, seguidos por comercio (5,9 por ciento) y servicios sociales (4,3 por ciento). Este último se refiere al PIB generado por la administración pública en servicios como defensa, educación y salud. Estas cifras ratifican que cada vez la economía colombiana depende más de su mercado doméstico. Pero señala una preocupante ralentización de las exportaciones, que presentaron un retroceso trimestral de 1,2 por ciento.
Por el lado de la producción manufacturera, clave para generar empleo, también hay una desaceleración. Pasó de crecer 2,3 por ciento entre julio y septiembre de 2018 a 1,5 por ciento en igual lapso de 2019. En cuanto a la industria, el mayor impulso proviene de la elaboración de productos alimenticios, que entre julio y septiembre creció 3,5 por ciento. Sin embargo, la frenan sobre todo los textiles, actividad que se contrajo 0,3 por ciento. Las cifras del Dane indican que el número de empleados en el sector manufacturero se redujo en 5 por ciento anual. Hasta septiembre allí trabajaban 2,53 millones de personas, cuando un año atrás eran 2,68 millones. Esto confirma una de las preocupaciones del país: crecer más no es suficiente, porque no está bajando la desigualdad ni está creciendo el empleo. Por eso, vuelven las dudas sobre cómo entender la paradoja de más PIB y más desocupación. Y en el horizonte reaparece el cambio demográfico, en especial la llegada de los venezolanos.
Para Juan Daniel Oviedo, la automatización del aparato productivo explicaría en parte el desempleo. También hay que mirar con cuidado la encuesta continua de hogares, que sirve para calcular el desempleo. Todo indica que esa muestra no consulta a la totalidad de los colombianos, sino a entre 13.000 y 14.000, con resultados extrapolados para toda la población. Mas no incluye a los migrantes. Camilo Herrera, presidente de la consultora Raddar, cree que de incluir a los venezolanos, que siguen llegando, y más con el cierre de la frontera con Ecuador, Colombia no tendría 48,9 millones sino 50,4 millones de habitantes. Y la cifra de desempleo no crecería al 9,3 por ciento, sino al 14 por ciento. Pero ya no se estaría destruyendo empleo, sino que habría más puestos de trabajo, dado que muchos de ellos se están ocupando en cualquier oficio formal o informal, y eso tendría más sentido con la evolución del PIB.
Se trata de una teoría distinta, que tal vez podría dar luces sobre el desempleo. Un fenómeno que hasta el mismo ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, admitió no entender.