Aunque Ricardo Roa, presidente de Ecopetrol, ha asegurado que este será el tercer mejor año en la historia de la petrolera colombiana, el derrumbe en el precio de la acción y las recientes reducciones en utilidades e ingresos han encendido las alarmas, al igual que la situación en materia de producción de crudo hacia el futuro y las tensiones en el sector del gas.

Pero no han sido las únicas señales. La renuncia a un prometedor negocio en Estados Unidos, conocido como el proyecto Oslo, con Oxy, la creciente injerencia del Ejecutivo en las decisiones internas que pone en riesgo su gobierno corporativo, y la fractura en la junta directiva, que culminó con la salida de dos miembros, han intensificado las preocupaciones. A esto se suma la situación del presidente de la empresa, quien enfrenta, por un lado, una investigación del Consejo Nacional Electoral (CNE) por su presunta responsabilidad en la gerencia de la campaña Petro Presidente, que habría excedido los topes permitidos, y, por otro lado, denuncias de conflictos de interés y la supuesta participación de su pareja en negocios relacionados con la compañía, acusaciones que Roa ha rechazado categóricamente.

Ricardo Roa, presidente de Ecopetrol. | Foto: GUILLERMO TORRES

¿Qué pasa en Ecopetrol? Según fuentes consultadas por SEMANA, el gran problema es que el presidente Petro no cree en el petróleo ni en el gas, y la empresa, en más del 80 por ciento, es del Estado colombiano. Además, Roa fue su jefe de campaña. A ello se suma que las velocidades en materia de transición energética son distintas entre lo que pasa en el mercado y lo que piensa el mandatario, quien cree que la transición será de apenas unos años y hay que acelerarla. Pero los estimativos internacionales aseguran que la demanda de petróleo en 2050 será similar a la de ahora y solo después empezará a bajar.

Hoy Ecopetrol tiene limitaciones. Por una parte, no puede ingresar al negocio de energía eléctrica, pues, al quedarse con el control de ISA, la regulación no le permite integrar las operaciones de transmisión y generación. Pero, por otra parte, se han impuesto varias líneas rojas que vienen desde el Gobierno: no al fracking ni a nuevos contratos de exploración. Y también empiezan a aparecer dificultades jurídicas para los grandes proyectos de gas.

El ejemplo que mejor representa lo que pasa en Ecopetrol es el proyecto Oslo. Se trataba de la participación del 30 por ciento en CrownRock, en el Permian, Estados Unidos, con la Oxy, una inversión que Ecopetrol haría de 3.600 millones de dólares en un desarrollo de fracking. Esto le permitiría a la petrolera colombiana aumentar sus ingresos, sus utilidades, las reservas, el ebitda y tendría un menor impacto ambiental que, incluso, la producción que tiene en Colombia.

La mayoría de la junta directiva estaba de acuerdo con él, salvo dos miembros: Ángela María Robledo y Tatiana Roa. Sin embargo, en un evento en el antiguo Instituto Colombiano del Petróleo, en el que participó el presidente Petro y algunos miembros de la junta, el jefe de Estado vetó el proyecto por tratarse de fracking. El respaldo que tenía la iniciativa en la junta cambió y el proyecto se desestimó con una votación de cinco contra cuatro a favor. Juan José Echavarría, representante de los minoritarios, Luis Zuleta, Mónica de Greiff y Gonzalo Hernández perdieron el pulso.

Uno de los argumentos que se esgrimió fue el del incremento en la deuda, que no fue respaldada por el Ministerio de Hacienda. Sin embargo, conocedores del tema dijeron en SEMANA que, si bien aumentaba la obligación, el proyecto era tan interesante que en tres años se pagaba.

Juan J. Echavarría, exmiembro de la junta directiva . | Foto: Diana Rey Melo

La situación provocó tal tensión dentro de la junta que derivó en la renuncia, a través de una demoledora carta, de dos miembros, Echavarría y Zuleta. Solo hasta esta semana se hizo efectivo su retiro, con la expectativa de una asamblea extraordinaria para designar sus reemplazos. Asofondos tomó la vocería de los minoritarios para pedir la asamblea. ¿Por qué salieron hasta ahora si ya habían renunciado hace dos meses? Porque las actas de las reuniones solo se aprobaron la semana pasada y allí quedaron plasmadas las diferencias en el caso de Oslo: unos defendiendo el proyecto y otros aduciendo temas como la deuda para justificar su negativa.

La asamblea extraordinaria que estaría por llegar abre una puerta para ajustes, no solo del representante de los accionistas minoritarios, sino que podría darse un nuevo remezón en la junta, si así lo quiere el Gobierno, hacer entrar a sus designados y, por ejemplo, reemplazar a De Greiff y a Hernández, que apoyaron el proyecto Oslo. Además, el reemplazo de Zuleta no sería tan fácil. Tendrá que tener un perfil financiero para cumplir con las exigencias de la SEC, la autoridad en Estados Unidos. Esa fue una de las razones por las que permaneció en la junta, a la que se sumó su interés, así como el de Echavarría, de defender el proyecto Oslo.

En petróleo, la situación de largo plazo es compleja, pues no hay nuevos campos ni proyectos que renueven la producción, y una empresa petrolera vale por sus reservas. Las de Ecopetrol siguen disminuyendo, sin un gran hallazgo. Por ello, los ojos están puestos en 2025, porque la operación en el Permian ha sostenido la producción de crudo de Ecopetrol ante el declive de los campos locales. Sin embargo, ese contrato vence el próximo año y habría que renovarlo. Como se pregunta un experto, si el presidente Petro vetó el proyecto Oslo, ¿podría vetar la ampliación del contrato actual? También está por verse la posición de la Oxy sobre su relación con Ecopetrol. Además del frustrado negocio en CrownRock, otro de sus proyectos comunes, esta vez de gas, es el de Komodo, en el Caribe, pero quedó en pausa. Una decisión del Ministerio de Ambiente hizo que el taladro que traía esta multinacional para esa operación no llegara, y ahora, si vuelve, solo podrá hacerlo en un año y medio por los cronogramas.

En materia de gas, en el corto plazo está el debate con Naturgás sobre si habrá o no déficit para el año entrante, en el que Ecopetrol ha planteado ahorros y nuevos yacimientos que podrían atender la demanda interna, mientras que para el gremio aún no hay oferta en firme que garantice renovación de contratos. Pero en el largo plazo, hacia finales de esta década, a diferencia del petróleo, en gas hay grandes esperanzas en Komodo, Uchuva –hoy Sirius–, entre otros, que permitirían no solo atender la demanda interna, sino convertir al país en exportador de gas. Solo que están los desafíos ambientales y jurídicos.

Los debates sobre el impacto ambiental y las negociaciones con las comunidades han sido las mayores razones que han frenado varios proyectos clave de gas en Colombia. | Foto: Ecopetrol

El deterioro del gobierno corporativo se ha convertido en una de las banderas de alerta en Ecopetrol. La razón: la injerencia del Gobierno en la junta y su poca independencia. Además, sus varias fracturas, como las diferencias de la junta anterior con la administración de la compañía. Allí el punto de quiebre fue la solicitud del informe de Control Risks, a principios de este año, sobre los riesgos para la empresa ante las denuncias contra Roa.

De hecho, como le contó una fuente a SEMANA, los cambios en esa junta se dieron, en gran parte, por la solicitud de ese informe y el interés de alinearla con personas más cercanas al Gobierno y a la administración. Luego surgieron las diferencias en el caso Oslo y más recientemente hubo una situación curiosa en la junta: ante la apertura de investigación a Roa en el CNE, la junta entregó un respaldo al presidente, ¿por qué? Porque este hecho coincidió con una emisión de bonos por 1.500 millones de dólares de la empresa y los inversionistas pidieron una opinión de la junta. Según diversas fuentes, la carta de respaldo a Roa se presentó porque en el pronunciamiento del CNE no había documentación formal, más allá del comunicado, y, si no existía respaldo, la emisión –que se dio posteriormente– habría sido un fracaso, incluso con repercusiones jurídicas.

¿Qué viene ahora? Una de las alternativas que se analizan son las decisiones que podrían tomar los accionistas minoritarios o las autoridades en Estados Unidos ante la caída de la acción o en contra de lo que los expertos llaman el deber fiduciario de velar por las mejores decisiones para la empresa. Al parecer, se están alineando accionistas minoritarios en Colombia y Estados Unidos en ese sentido. Aunque, como lo advierte un experto, difícilmente prosperará por el tema de la acción, por el caso de Oslo puede tener espacio.

La iguana pasa por uno de sus momentos más complejos y difíciles. Recuperar la confianza será la tarea más retadora.