Eran pasos de animal grande los que se veían venir hace una década, cuando se firmó el TLC entre Colombia y Estados Unidos. No en vano, es el tratado comercial más ambicioso y trascendente de estos tiempos, según lo describió Andrés Espinosa Fenwarth, quien fue negociador agrícola del acuerdo.
Diez años después, las estadísticas aún registran lo que han reiterado muchos críticos: el TLC no ha sido aprovechado por esta nación.
El corte de cuentas presentado por la ministra de Comercio, María Ximena Lombana, expone la distancia entre las exportaciones agropecuarias hacia Estados Unidos, que registran una tasa de crecimiento anual de 4,3 por ciento, frente al 11,3 por ciento en el que suben las ventas de allá para acá.
Con esos resultados, varios candidatos presidenciales tienen en la mira al TLC. Gustavo Petro, por ejemplo, es partidario de renegociarlo para proteger más la agricultura nacional y posicionar a Colombia en comercio internacional.
Sergio Fajardo también haría una revisión en busca de proteger la economía nacional de la competencia desigual. Federico Gutiérrez le daría continuidad, pero diversificando la oferta exportadora. Ajustar, renegociar, continuar. En esas está el debate del TLC.
Santiago Pardo, tributarista conocedor de políticas de impuestos, si bien destacó el efecto de estos tratados sobre el bolsillo de los ciudadanos porque permiten una mayor oferta de productos y mejores precios, también señaló que se ha cometido un error grave: “Colombia no adecuó su sistema tributario a la legislación mundial para que los productores locales fueran competitivos, participando en igualdad de condiciones con los internacionales”.
Culpa nuestra
Desde la perspectiva de Pardo, “lo que hay que hacer no es renegociar o eliminar los TLC, sino cambiar la legislación tributaria nacional”.
Espinosa Fenwarth también está convencido de que los TLC no son culpables de que los socios comerciales invadan al país de productos, mientras que se les vende mucho menos a ellos. Es más, “no se puede desconocer que Colombia tiene prácticamente acceso total al mercado estadounidense”.
La debilidad estaría en la etapa final del acuerdo, que es el aprovechamiento. En vez de perfeccionar, se abandonó la agenda interna, de la que se viene hablando desde mucho tiempo atrás. “No es suficiente tener medidas favorables con los aranceles.
Se requiere un acceso real al mercado, un concepto que se dejó a un lado, al igual que muchas otras tareas, como la de eliminar las barreras a la admisibilidad sanitaria”. Por parte de los actores directos, los exportadores, Javier Díaz, presidente del gremio Analdex, señala que “para los productores nacionales es más rentable vender en el mercado interno que exportar. Colombia sigue siendo una economía cerrada y exportamos muy poco.
Si nos situáramos en el promedio de exportación per cápita de la región, deberíamos estar exportando algo más de 100.000 millones de dólares, y solo llegamos a 42.000 millones, y buena parte es petróleo y carbón”.
Casos de otros países revelan que Colombia, en el TLC con Estados Unidos, se ha dormido sobre los laureles. “El acuerdo ofrece condiciones que no hemos aprovechado, como las normas de origen que permiten que un producto elaborado en Colombia solo tenga un contenido nacional de 35 por ciento, es decir, se pueden incorporar materias primas extranjeras del 65 por ciento. Eso fue lo primero que incrementó Estados Unidos al renegociar el TLC con México”.
Para la ministra Lombana, hay resultados, pero también retos. “Las exportaciones de bienes no minero-energéticos a Estados Unidos tuvieron una variación en promedio de 4,8 por ciento anual; las empresas exportadoras a ese mercado aumentaron en 11 por ciento”.
La funcionaria agrega: “Si bien falta camino por recorrer en aprovechamiento, la mejor decisión es seguir avanzando hacia la internacionalización, buscando cerrar brechas en materia tecnológica y de conocimiento frente a países líderes”.