La prestigiosa revista británica The Economist escribió hace unas semanas que Venezuela es tal vez la economía peor manejada del mundo. La frase interpreta muy bien la inquietud de muchos economistas -y gente del común- que no entienden cómo el país con las más altas reservas de petróleo del planeta -300.000 millones de barriles- que es además el décimo mayor exportador mundial de este hidrocarburo, se vea obligado a importar crudo. Hace poco, el gobierno de Nicolás Maduro compró a Argelia 2 millones de barriles de crudo liviano. Aunque la estatal petrolera Pdvsa dijo que necesitaba este hidrocarburo como diluyente de los crudos extrapesados de la Faja del Orinoco, el hecho es extraordinario. Como el gobierno no ha realizado inversiones en esta industria, la producción de petróleo ha bajado de 3,2 millones de barriles diarios a 2,8 millones. Envía a Cuba los crudos livianos que el país produce y necesita. Y aunque puede importar nafta para utilizarla como diluyente, no lo hace porque es más costoso y porque tiene graves problemas de divisas. Por eso la opción es traer crudo de Argelia o Rusia. Pero no es solo esto lo que sorprende a muchos. La economía venezolana está postrada. Según las proyecciones de los analistas, este año el Producto Interno Bruto (PIB) podría caer 4 por ciento. La situación fiscal va de mal en peor. Un informe de Deutsche Bank señala que para que las finanzas de Venezuela sean viables, la Nación necesita que el precio del petróleo esté en 121 dólares. Nada más apartado de la realidad del mercado. En cuatro meses la cotización del Brent (precio en Londres) cayó 25 por ciento y está alrededor de 85 dólares. Lo peor es que por tratarse de un crudo extra pesado, el producto venezolano se cotiza alrededor de los 77 dólares el barril. Un estudio del Bank of America calcula en 10.000 millones de dólares lo que le dejará de ingresar a la Nación en un año por el desplome en el precio del petróleo. El gobierno reconoció a regañadientes que la situación económica es muy complicada. El ministro de Economía, Rodolfo Torres, al presentar el proyecto de presupuesto para 2015, afirmó que la volatilidad actual del mercado petrolero mundial obliga a “actuar con prudencia y mantener escenarios conservadores sobre gastos e ingresos”. Para el presupuesto del próximo año, el gobierno de Nicolás Maduro bajó la proyección del precio del hidrocarburo a 60 dólares el barril, casi a la mitad de este año. Esto podría ahondar más el déficit fiscal (diferencia entre gastos e ingresos) que ya llega al 17 por ciento del PIB, cifra que recuerda a las naciones europeas que colapsaron tras la crisis financiera de 2007. Dada la preocupante situación fiscal, hace un mes Standard & Poor’s rebajó la calificación de la deuda soberana y la dejó en la categoría de ‘bonos basura’, lo que significa que hay una posibilidad del 50 por ciento de que Venezuela entre en default (cesación de pagos) en los próximos dos años. Aunque Maduro dice que cumplirá sus obligaciones internacionales pase lo que pase, las enormes obligaciones lo están poniendo contra la pared. La semana pasada tuvo que pagar 3.000 millones de dólares de bonos emitidos por Pdvsa. La petrolera tiene una deuda total de 48.000 millones de dólares, mientras que la deuda pública del gobierno –interna y externa- llega a 115.000 millones. A esto se suman préstamos por 50.000 millones de dólares otorgados por China, a cambio de petróleo. Las obligaciones con el sector privado ascienden a 21.000 millones de dólares. El vecino país no le ha pagado a las compañías aéreas internacionales (a Avianca le debe 290 millones de dólares), ni a las farmacéuticas, ni a las productoras de alimentos. Varios países están presionando al gobierno para que honre sus compromisos. La semana pasada una delegación de Panamá viajó a reclamar pagos por 1.000 millones de dólares que Venezuela le debe a Copa Airlines y a empresas de la Zona Libre de Colón. Colombia también está en la lista. Magdalena Pardo, presidenta de la Cámara de Comercio Colombo-Venezolana, dice que a junio de este año había obligaciones por pagar cercanas a los 318 millones de dólares, sin contar la deuda con Avianca. El panorama que desde afuera se ve tan oscuro, dentro del país es definitivamente negro. La escasez de productos básicos es crítica. Ya se volvió común ver a los habitantes haciendo eternas filas en supermercados para comprar leche, harina, papel higiénico, pollo o arroz. Venezuela es el campeón mundial de la inflación -este año superará el 60 por ciento y ya se habla de una hiperinflación en 2015-. La industria está paralizada. La producción y venta de carros cayó 75 por ciento este año y la construcción anda a media marcha. Las importaciones están restringidas por el drástico control cambiario. El 75 por ciento de los bienes que consume el país son importados y si no hay petrodólares se agudizará la escasez de productos básicos. Por eso, la economía está acorralada hoy más que nunca. Los programas sociales que han sido en buena parte la base del modelo económico de Chávez y que continuó Maduro están en riesgo. El 96 por ciento de los ingresos fiscales vienen de la industria petrolera y los millonarios programas sociales, se financian con recursos de Pdvsa, que se convirtió en la caja menor del gobierno. Colombia sigue muy de cerca la evolución en la vecina nación, que fue su segundo socio comercial. El intercambio de los dos países llegó hace unos años a 6.000 millones de dólares pero ahora no supera los 2.000 millones. Pero aunque haya bajado el intercambio comercial, en Cúcuta y sus alrededores lo que pase en Caracas se siente muy fuerte. El gobierno venezolano mantiene el cierre nocturno de la frontera, con lo cual restringió el desplazamiento de carga y personas y anunció que establecerá una zona económica especial para frenar el contrabando, que se ha convertido en uno de los principales problemas para Colombia. La suerte de Venezuela también les preocupa a varios países de Centroamérica y el Caribe que reciben embarques de petróleo. Salir de esta coyuntura no se ve fácil. Asdrúbal Oliveros, director de Ecoanalítica, importante centro de pensamiento, dice que una alternativa es devaluar la moneda y eliminar los tres tipos de cambio que hay en el país. El dólar oficial se cotiza a 6,3 bolívares; a 10 y a 50 bolívares. Esto sin contar el paralelo o negro que está en 100 bolívares por dólar. Otra salida es disminuir los inmensos subsidios a la gasolina, la más barata del mundo. Llenar el tanque de un vehículo cuesta menos que tomarse una taza de café. Pero también hay que hacer un fuerte ajuste en el gasto público. Sin embargo, al contrario de estas sugerencias el gobierno acaba de anunciar un aguinaldo para los empleados públicos, incluidos militares y pensionados, equivalente a tres meses de salario. El asunto es que mientras la economía del gran productor de petróleo siga tan mal manejada, va a ser difícil que cambie de rumbo