Mientras el gabinete de ministros trabaja 14 horas diarias haciendo reformas y contrarreformas a las medidas tributarias en busca de la reactivación de la economía, comienzan a presentarse síntomas de un preocupante fenómeno que amenaza con neutralizar el efecto de este esfuerzo: la fuga de capitales.La actitud de los dueños de capitales libres y altamente líquidos, que constituyen el tradicional termómetro de las expectativas económicas así lo indica. Este grupo está constituido por quienes usufructuaron al máximo el boom de la especulación financiera que caracterizó la economía colombiana durante los últimos años. Es un sector que se acostumbró a que, sin necesidad de ningún tipo de trabajo productivo, su dinero le rentara intereses astronómicos que fácilmente llegaban al 50%. Son estos mismos capitales los que ahora deciden tomar rumbo al exterior, ya sea para introducirse en los sofisticados mercados de eurodólares o en los simples depósitos a término de los bancos de Miami.Según fuentes de la Bolsa, la forma como se están colocando los recursos en el país parece confirmar esta tendencia. Afirman que los dueños de estos capitales, desconfían de la bondad de la amnistía tributaria y consideran que si se cogieran este año, el siguiente pagarían caro su inocencia. Consideran también que la democratización de la sociedad anónima es una medida utópica que no tendrá efectos prácticos. Dicen ellos que la sociedad anónima actual está hiperconcentrada y pocos están dispuestos a colocar sus pequeños o medianos capitales para que sean manejados por los grandes conglomerados. Algunos preveen que si las sociedades se abren, lo harán utilizando testaferros, con lo cual no perderán el control sobre sus empresas.Otro factor importante en las expectativas de estos exportadores de capital gira en torno al eterno rumor de una devaluación radical. Es decir, suponen que el gobierno va a abandonar el sistema de devaluaciones graduales que se viene aplicando desde 1967. La intensificación de estos rumores tendría su origen en la fuerte caída de reservas que se presentó el año pasado y en el continuo déficit en la balanza comercial que ha sido característico del año en curso.Sin embargo, en el caso de que estas expectativas no se cumplan, como ha ocurrido en el pasado, se enfrentarían al problema de una menor rentabilidad acentuada por nuevas reglamentaciones norteamericanas que afectan a las inversiones extranjeras.Internamente es factible colocar a tasas del 36% (y aún más, si se tienen en cuenta las mesas de dinero). La rentabilidad normal de un deposito a término en USA es alrededor de un 9%; si a esto se le suma el 22% que ha sido el ritmo de devaluación promedio de los últimos 120 días, se tendría una rentabilidad efectiva del 31%. Es decir, 5 puntos menor a la colombiana.Hay dos razones para que esta menor rentabilidad no preocupe a quienes están sacando sus capitales. Primero, por la ya expuesta esperanza de devaluación y, segundo, por la desconfianza que les produce tener dineros en el país en momentos en que la situación de orden público se agrava considerablemente. De por sí, se venían presentando temores tanto por el resquebrajamiento del sistema bancario, como por la avalancha de medidas que ha venido tomando el gobierno en el sector financiero.Fue imposible para SEMANA obtener una cuantificación de los capitales que están saliendo, pero según la opinión de expertos del sector financiero, el monto es considerable y peligroso para el despegue de la economía.Evidencia del aumento en la fuga de capitales es el hecho de que, ante problemas de exportación directa desde Colombia por control de cambios, se está tomando la vía venezolana: compra de bolívares en la frontera y posteriormente compra de dólares con bolívares en el libre mercado venezolano. Por esto, los anuncios de posible devaluación del bolívar causan pánico en algunos sectores colombianos: se les encarecería la compra de dólares para enviar al exterior.Para algunos economistas esta fuga de capitales saca a luz uno de los mayores problemas que tiene el actual gobierno para reactivar la economía: la profunda aversión de los dueños de los capitales para invertir, producto tanto de lo que algunos llamaron "la zanganización", provocada por la especulación financiera, como de la bajísima rentabilidad actual de casi cualquier actividad agraria o industrial. Dicen estos economistas que mientras que las expectativas no se tornen más optimistas la reactivación económica es casi un imposible.