“Si me subes los impuestos aquí, me voy para donde el vecino”. A esa amenaza constante a la que se enfrentan los países cuando intentan atraer inversionistas a su territorio, ofreciéndoles menores o nulos pagos tributarios, le están cerrando el cerco.

Solo unas puntadas finales, en octubre, le faltan al impuesto mínimo global corporativo, ola en la que está metida Colombia como uno de los firmantes del acuerdo de cobro, y como integrante de la Ocde, organismo en el que comenzó el camino en 2013.

Para el país, las negociaciones continúan dentro del proceso adelantado con las otras 131 naciones firmantes del acuerdo internacional, según el director de la Dian, Lisandro Junco.

En las primeras semanas de julio, el impuesto global ya obtuvo el visto bueno de los países del G7 y del G20, los más poderosos del mundo. Implica que las multinacionales ahora tendrán que reorientar parte de los impuestos que pagan en su lugar de origen hacia los países donde tienen su actividad y, por consiguiente, obtienen parte de sus ganancias.

Ya los estimativos preliminares apuntan a que a las mayores empresas del globo, unas 10.000, se les duplicaría la carga fiscal luego de que empiece a aplicarse el impuesto mínimo global del 15 por ciento a las sociedades, en 2023.

Janeth Yellen. Foto: Bloomberg.

La tasa acordada fue motivo de decepción para quienes abogaban por una cifra mayor. Janet Yellen, secretaria del Tesoro de Estados Unidos, defendió hasta el último minuto la idea de un impuesto de 21 por ciento, mientras que la Unión Europea se fue por un rango menor: de 12 al 15 por ciento, que al final se impuso.

Disyuntiva para países como Colombia

Con el impuesto, los países en desarrollo como Colombia navegan en cierta disyuntiva, pues necesitan aumentar el recaudo de impuestos, pero también les urge atraer inversionistas que generen empleo y muevan la economía. Después de la aprobación de la medida, en el horizonte está lo que cada nación tendrá que hacer internamente, después del momento en el que concluyan los ajustes al impuesto global, lo que ocurrirá en la próxima reunión del G20 en octubre. Cada una deberá adelantar acciones locales para promulgar leyes con los nuevos requerimientos de impuestos mínimos.

Es bien conocido que en Colombia el nivel de evasión es tan alto y los atajos para reducir el pago de impuestos están tan arraigados que inclusive muchas empresas ni siquiera pagan ese 15 por ciento, que Yellen considera muy bajo para un impuesto global a multinacionales.Los propósitos de este gravamen global son bloquear la ventaja de llevar la plata a los paraísos fiscales o a países con baja tributación, y cobrarles impuestos a los gigantes digitales que no tienen presencia física en ninguna parte.

Eso daría para celebrar si se llegara a aplicar en Colombia, donde tienen presencia todas las gigantes digitales. Jairo Villabona, investigador de la Universidad Nacional, se ubica en las filas del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y de su secretaria del Tesoro, que aspiraron a que el impuesto global fuera de al menos el 21 por ciento.

Villabona estima que la aplicación de la medida prácticamente acabaría con los paraísos fiscales, que, a su juicio, “han sido el cáncer de los impuestos y las finanzas de los países”. Sobre el poco pago de impuestos de las multinacionales, en Colombia se tiene en la memoria el caso de BHP Billiton, una de las mineras más grandes del mundo.

Explotaba la mina de ferroníquel en Cerro Matoso y pagaba regalías de 12 por ciento, según contrato firmado en 1996; pero, en 2012, el congresista cordobés David Barguil denunció que el pago efectivo solo era del 7 por ciento, porque el resto lo compensaban con obras sociales. Ahora BHP Billiton está prácticamente por fuera de Colombia, pues vendió su parte en Cerrejón a Glencore, y la explotación de Cerro Matoso, en una división, la cedió a South32, según recordó el analista económico Aurelio Suárez.

¿Fin de paraísos fiscales?

En cuanto a los paraísos fiscales, varios estudios insisten en que las multinacionales desvían cerca del 40 por ciento de sus beneficios a esas zonas oscuras, con baja o nula tributación. Lo hacen a través de sofisticados mecanismos societarios, los cuales fueron aumentando con la globalización y la digitalización.

Con esos riesgos para la soberanía fiscal de las naciones, Ángel Gurría, el hoy ex secretario general de la Ocde, ha sido uno de los mayores impulsores del impuesto global, inicialmente concebido para compañías digitales, con el propósito de tapar el agujero que se produce cuando Apple, Google, Facebook y Amazon mantienen su estructura empresarial y el grueso de sus ingresos en lugares que les permiten baja tributación. “La sensación de injusticia, tanto para los ciudadanos como para los Gobiernos, se había vuelto insostenible”, dijo Gurría antes de que se aprobara el acuerdo.

El caso de Colombia Aunque en Colombia no hay estadísticas recientes, hace un par de años se estimó que el número de multinacionales con presencia en el territorio nacional podría estar alrededor de 7.000, contando con industrias, operaciones de servicios y hasta oficinas de representación. Solo desde Estados Unidos, según datos de la Cámara de Comercio Colombo Americana (AmCham), se han identificado 425 empresas gringas instaladas o con operación en el país.

Ángel GurríaEx secretario General de la Ocde

La distribución tiene en vilo al mundo

La expectativa para Colombia es la forma en la que se distribuirá el derecho a gravar las ganancias de las multinacionales, puesto que, si un gigante empresarial está presente en 85 países, lograr un pedazo de la torta podría resultar muy difícil. “Lo que hay que cuidar ahora es que en los detalles del acuerdo, que se tendrán que hacer en los próximos meses, se logre evitar que los países ricos no se lo lleven todo”, advierte Villabona.

Luis Orlando Sánchez, socio de impuestos internacionales de la consultora EY, cree que se deben revisar muy bien los detalles del convenio para definir su aplicación y adopción, y verificar cómo se repartirá la torta.La competencia por ofrecer atractivos tributarios a los inversionistas para que traigan sus capitales a territorio local podría ser reemplazada por otra pelea: el que ofrezca más consumidores que demanden los bienes y servicios que produce y presta la multinacional.

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Colombia no tiene ahí la sartén por el mango. La inversión extranjera directa se redujo en 2020, pues sumó 7.690 millones de dólares, frente a los 14.314 millones de dólares de 2019.Y la recuperación aún no aparece. En el primer semestre de 2021, según el Banco de la República, llegaron 3.318,5 millones de dólares, una reducción del 21,3 por ciento frente al mismo periodo de 2020, cuando fue de 4.217,7 millones.

¿Será bueno?

Sin embargo, los expertos coinciden en que el impuesto global, en general, será bueno para Colombia. Incluso, José Antonio Ocampo, uno de los mayores activistas a favor de la imposición del gravamen y quien también propuso que la tasa debía ser más alta frente a la acordada, ha reiterado que la idea de que se necesita bajar impuestos corporativos para que crezca la inversión tiene muy poco respaldo en la práctica.

En cambio, lo que sí está claro es que “la reducción de impuestos corporativos, normalmente asociada a beneficios fiscales para las estructuras de altos ingresos, han terminado generando una mala distribución del ingreso”, sostiene Ocampo. El efecto de la pandemia ahondó más la desigualdad. Por eso, cobró fuerza la idea que tanto defendió Gurría: corregir el hecho de que muchas de las grandes y exitosas empresas estuvieran pagando menores cantidades de impuestos sobre los ingresos corporativos, mientras las naciones capoteaban las dificultades que implica contar con pocos recursos públicos para hacer las inversiones del Estado, que se incrementaron con la crisis sanitaria.

Ahora falta el punto final, por lo que María Claudia Lacouture, directora de AmCham, enfatiza: “El gran reto es impulsar, mejorar y desarrollar el aparato productivo de cada país. La propiedad intelectual, patentes, desarrollo empresarial y seguridad jurídica se vuelven protagonistas. Aunque, sobre todo, tenemos que hacer un profundo análisis de la conveniencia de adaptarse a los parámetros mundiales, ya que mantener las condiciones actuales no nos permitirá competir en igualdad de condiciones”.

El impuesto global llegó para quedarse.