Como muchos otros universitarios, Julieth Valdés y Camilo Piragua vendían ropa para ayudarse con sus gastos diarios. Estudiaban administración de empresas en el Politécnico y, además de convertirse en pareja, también los unió la idea de querer ser empresarios. No esperaron a graduarse, sino que aprovecharon su conocimiento del sector textil, así como la experiencia de la familia Camilo en la industria de la confección, y decidieron empezar a fabricar y vender sus propios jeans.

La familia de Camilo, que llevaba más de 40 años en el negocio de la ropa interior, los ‘apadrinó' en la búsqueda de un productor y a diferencia de muchos jóvenes empresarios, que aspiran a montar un almacén en el centro comercial de moda o vender por Instagram, Julieth y Camilo optaron por iniciar su vida como empresarios en San Victorino, uno de los mayores puntos comerciales de Colombia, en donde confluyen miles de marcas de ropa nacional y en donde la apuesta no es ganar por precios, sino por volumen.

Así arrancaron en 2010 con su primer local en pleno centro de Bogotá. “Nuestra apuesta inicial fue un jean para el mercado popular, pero con un diseño más sofisticado, lo que nos daba ventaja frente a nuestros competidores. A nuestro local llegaban comerciales de todo el país que tenían dos o tres tiendas en sus ciudades y que se movían por precio. Poco a poco nos fuimos ganando su confianza”, recuerda Julieth, quien también comenta que lo más difícil del arranque fue conseguir crédito para poder producir en las cantidades que les estaban demandando.

San Victorino es uno de los mayores puntos de venta de ropa al por mayor del país | Foto: GUILLERMO TORRES

De los jeans pasaron a la producción de chaquetas, lo que les abrió mercado entre clientes de climas fríos como Tunja, Pasto e Ipiales. En ese momento se dieron cuenta de que una forma de valorizar su marca era creando alianzas con algunos comercios y darles exclusividad, es decir, en Tunja solo había un distribuidor de su marca, uno en Sogamoso, otros en Medellín, etc., y la fórmula les dio resultado a los comercios y a la empresa de Julieth y Camilo, que no tenía una marca concreta, pues solo hasta 2017 fue bautizada Dreamer

De las chaquetas, el siguiente paso fueron las camisas y demás prendas para hombre y mujer, y lo que siguió fue lanzar colecciones, lo cual requirió montar un showroom (ya por fuera de San Victorino) en el que les mostraban a sus clientes las nuevas prendas que iban creando. En ese momento, se dieron cuenta que estaban en capacidad de tener tiendas con su marca Dreamer, que podían operar directamente o través del sistema de franquicias y de distribuidores autorizados.

De esa manera, en 2019, abrieron su primera tienda en Facatativá, pues se mantenían en su foco de mercado popular y de mayoristas, al tiempo que empezaron a invertir en publicidad, pasarelas, fotos y modelos. Al año siguiente ya tenían 4 tiendas y hoy ya suman 20 en varios departamentos del país.

De los contactos que hicieron en San Victorino, cuyo local finalmente cerraron, adquirieron un distribuidor en Ecuador y después apareció uno que les propuso vender a mayoristas en Estados Unidos. “Es lo que se conoce como business to business y la idea es ir a ferias donde van este tipo de compradores en las Vegas o en Texas; ya hemos participado en tres y la ventaja es que las ventas son inmediatas, pero este proceso nos tocó tras la pandemia, lo que nos ha afectado un poco las entregas por las disrupciones del comercio global”, explica Julieth.

La industria de las confecciones colombianas tiene buena reputación internacional por su alta calidad.

Dreamer emplea actualmente a 55 empleados directos, a los que se suma el personal de las tiendas, que en promedio son cuatro por local. Su meta es seguir abriendo puntos de venta en Colombia, así como buscando mayoristas fuera del país. Parte de ese objetivo lo lograron al participar en la más reciente edición de Colombiamoda, en donde hicieron acercamientos con compradores de Venezuela, Costa Rica y México, aprovechando que ahora con la presencia que tienen en Estados Unidos, pues recientemente abrieron una tienda en Miami, han agregado a su portafolio ropa para tierra de caliente.

Durante la pandemia, algunos de sus distribuidores no pudieron seguir en el negocio, pero ellos lo lograron gracias a que se fortalecieron sus ventas digitales y en particular por WhatsApp, que es un canal que funciona muy bien en las ciudades intermedias.

Convencidos de que con Dreamer pueden “democratizar la moda”, aprovechando la alta calidad de las confecciones colombianas, Julieth y Camilo esperan vender este año más de un millón de dólares.