El fleteo, los rompevidrios y el hurto con armas de fuego se convirtieron en delitos recurrentes, que tienen en vilo a los conductores de carros particulares en el país. Según índices de la Secretaría de Seguridad de Bogotá, durante el primer trimestre de este año se reportaron 845 hurtos a vehículos, una cifra alarmante, que creció 7,2 por ciento en comparación con los datos de 2021. Kennedy, Engativá y Puente Aranda han sido las localidades más afectadas.
En Cali, varios concejales denunciaron recientemente que los hurtos están desbordados. Cifras de la Policía Nacional, con corte a mayo de 2022, demuestran que robaron 574 vehículos en esa capital, lo que representa un crecimiento del 10 por ciento frente a 2021. Otros departamentos del país como Atlántico y Cundinamarca no se salvan: registran aumentos en el robo de vehículos de entre 15 y 20 por ciento, según un informe presentado por Asopartes, con información de la Dijín de la Policía.
Esto ha llevado a muchos a buscar nuevas alternativas para protegerse. Una de ellas es el blindaje de vehículos. Solo en Bogotá, durante 2021 se fortificaron 2.729 automóviles. Además, cifras oficiales de la Superintendencia de Vigilancia indican que ya hay 36 blindadoras autorizadas para realizar ese trabajo.
Fredy Cáceres y Javier Valdivieso, directivos de Foks Blindajes, aseguran que esta actividad creció exponencialmente casi 40 por ciento entre enero y mayo de este año frente al mismo periodo de 2021. “Quienes buscan nuestros servicios no se sienten seguros y quieren reforzar la seguridad para ellos y sus familias. La percepción generalizada de los clientes es la inseguridad”, precisan.
La tecnología revolucionó el sector con materiales ultralivianos de protección balística y precios más accesibles, que permiten que el blindaje automotor deje de considerarse un lujo para convertirse en una necesidad. De hecho, el crecimiento de la industria ha permitido inversiones en tecnología, personal e instalaciones para cubrir la demanda del mercado y entregar vehículos protegidos en un periodo de 15 días.
Son numerosos los mitos que aún rondan sobre el sector y hacen que muchos conductores se abstengan de elegir este tipo de protección. Por ejemplo, se teme por los supuestos trámites que implica blindar un vehículo; sin embargo, los empresarios explican que “los permisos ante la Supervigilancia se deben solicitar para blindajes superiores al nivel tres. Los vidrios antivandálicos, los kits antiatraco y el nivel dos no requieren permisos ante ninguna entidad”. Por esta razón, es difícil establecer la cantidad total de vehículos blindados en el país, aunque en la Superintendencia tienen certeza de que el número no para de crecer.
Otros de los mitos alrededor del blindaje están relacionados con una supuesta pérdida de funcionalidad, los elevados precios del mantenimiento y la eliminación de la garantía del carro. Ninguna de estas afirmaciones es cierta. Como lo explican los directivos de Foks, el blindaje es un proceso artesanal en el que cada pieza del vehículo es retirada manualmente y conservada para volver a ser instalada; además, los costos del mantenimiento son similares a los de un vehículo normal, y las empresas certificadas por la Supervigilancia cuentan con alianzas que permiten mantener la garantía de fábrica.
También, por ahorrar, hay quienes prefieren instalar películas de seguridad, que brindan una falsa sensación de protección, pero desafortunadamente “no contienen escudo antibalístico”.
La industria se ha popularizado, no por moda, sino como medida ante los crecientes actos criminales en las ciudades. El blindaje no solo es una opción para políticos, empresarios o personas amenazadas, sino una alternativa de protección para el ciudadano del común.