Con casi 100 años en el mercado, 3.500 empleados y una facturación de 826.400 millones de pesos en 2020, el ingenio Providencia acaba de recibir la certificación como Empresa B, un sello que solo tienen 3.200 compañías en el mundo, de las cuales 584 están en América Latina.
Vicente Borrero, gerente general de Providencia, empresa que pertenece a la Organización Ardila Lüllle, explica que este reconocimiento es resultado del trabajo de varios años tanto en el crecimiento empresarial, como en temas sociales y ambientales. “Es como un proceso de formación académica, en donde las distintas certificaciones se asemejan a los grados escolares y con la de Empresa B es ya como llegar a un doctorado”.
El ingenio Providencia opera en el Valle del Cauca, principalmente en el municipio de El Cerrito. Desde allí, además del negocio del azúcar, tiene una unidad de generación de energía eléctrica renovable, que se produce con bagazo, otra de bioetanol y una de abono orgánico. En azúcar fueron los primeros productores de la variedad orgánica en Colombia, lo que les permitió conquistar mercados de Europa, Corea, Estados Unidos y Australia.
En energía eléctrica iniciaron con el objetivo de autoabastecerse, produciendo entre 14 y 15 megas. Luego en 2010 hicieron un salto para producir entre 37 y 38 megas para poder vender los excedentes a la red pública. En lo que respecta al bioetanol, lo venden en el país, al tiempo que producen alcohol orgánico desde hace 4 años para exportar a Europa y a Estados Unidos. En Colombia ese alcohol orgánico solo se lo venden a Prebel, una de las maquiladoras de Natura.
Paralelamente, los residuos del proceso de la caña para convertirla en azúcar se usan para producir abono orgánico en una planta que genera 80.000 toneladas al año, las cuales utilizan para fertilizar sus 3.700 hectáreas de caña, así como para vender a los agricultores del país.
Foco en la educación
Los buenos resultados empresariales han venido acompañados de una fuerte apuesta social, que completa 50 años y que está enfocada en la educación. Desde ese entonces, Providencia montó un centro de formación para 4.000 personas, que educa desde la primera infancia, en un convenio con el Icbf, luego continúa con primaria y bachillerato (con énfasis en bilingüismo y programación) y termina con cursos para empresas.
El Centro de Formación Integral Providencia está ubicado en El Cerrito y es autosostenible, pues cuenta con talleres de confección, en los cuales 200 mujeres, en su mayoría cabeza de hogar, fabrican uniformes de dotación para empresas de la Organización Ardila. Eso genera unos 2.000 millones de pesos que sirven para subsidiar a los estudiantes.
Borrero agrega que en el frente ambiental el trabajo se concentra en el Parque Ecológico Providencia, el cual se compone de una reserva ecológica a 1.700 metros de altura en un bosque andino, donde se busca proteger 30 fuentes de nacimiento de agua, así como reforestar especies endémicas. También tiene la Hacienda Piedechinche, donde está el Museo de la Caña, un lugar en el que la compañía trabaja por la conservación y protección de la cultura, la herencia y tradición de este cultivo. “El Parque está abierto al público y también es un buen lugar para el avistamiento de aves, hay identificadas 278 especies, así que el propósito es a futuro atraer a los turistas que buscan conexión con la naturaleza”, comenta.
El Centro de Formación, el Parque Ecológico y el desempeño empresarial, con un crecimiento en los ingresos de 8,8 por ciento el año pasado, le sirvieron a Providencia para obtener la certificación B, en un proceso que tardó 10 meses. Otras compañías colombianas que también cuentan con esa certificación son Alquería, Juan Valdez, Arrocera Esmeralda y Crepes & Waffles. Providencia no solo es el primer ingenio de Colombia en obtener este sello, que es entregado por una firma estadounidense, sino también el primero del mundo.