Aprender a monetizar. Esa es la lección, que con el tiempo ha aprendido el cuyabro con raíces siriolibanesas Farid Naffah, quien con solo 36 años parece haber vivido más de una vida. Aunque desde pequeño era aficionado al deporte, su pasión de esos primeros años era la música y se la metió toda para convertirse en un cantante reconocido. De hecho, se fue a vivir a República Dominicana, consiguió contrato con una disquera, pero no supo monetizar esa pasión y lo único que le dejó su aventura musical fue el alcoholismo.
De regreso al país, con el ánimo de retomar su rumbó empezó a trabajar en su carrera, pues es ingeniero agroindustrial. Se convirtió en contratista de la Cámara de Comercio de Armenia para proyectos agrícolas y comenzó su proceso para abandonar el vicio del alcohol. Su terapia fue el ejercicio, el gimnasio y una fuerza de voluntad de hierro. Así adquirió una nueva pasión casi que, a la fuerza, pues entrenaba todos los días sin faltar, dado que no podía darse el lujo de que le quedara tiempo para salir y volver a tomar. Ahora tenía que madrugar para cumplir con sus rutinas.
Seis o siete meses después de dedicar todas sus energías al ejercicio, se enteró de que iba a ser papá. “Eso partió mi vida en dos, debía cambiar. No tenía ni cómo llevar a mi esposa a los controles, entonces me di cuenta de que podía monetizar mi pasión por el fitness. Empecé a dar clases personalizadas”, recuerda.
Hora de cuestionarse
La estrategia le funcionó y en poco tiempo ya tenía copadas todas las horas, de las 6 a. m. hasta las 9 p. m. Pronto pudo comprar un carro y tenía ingresos constantes, pero insuficientes. El nacimiento de su hija lo llevó a cuestionarse y se convenció de que no se podía quedar como instructor de gimnasio de barrio. Aprovechó, entonces, que ya había empezado a documentar sus rutinas de ejercicio y alimentación en redes sociales. De hecho, llevaba una especie de bitácora con todos sus procesos y ya tenía 10.000 seguidores, así que decidió dejar la presencialidad y pasar a las asesorías online. Pese a que temía un nuevo fracaso le fue muy bien y de los 10 clientes que tenía en el gimnasio pasó inicialmente a 100 y luego a 200. Cobraba menos, pero el volumen le permitió incrementar sus ingresos considerablemente.
Sus redes sociales empezaron a crecer y cuando llegó a 100.000 seguidores, se dio cuenta de que no todos podían pagar asesoría personalizada, así que se le ocurrió sacar unos libros digitales sobre cómo ganar volumen o perder peso. Tras seis meses de trabajo, sacó tres libros, pero en el primer mes vendió solo 600.000 pesos, muchísimo menos que lo que había invertido.
No se desanimó y decidió mejorar sus libros con videos profesionales y marketing digital y ahí funcionaron. Logró vender entre 2.000 y 3.000 al mes y ya lleva 50.000. Los libros y su actividad en redes sociales le sirvieron para convertirse en influenciador del fitness, las marcas de esta industria lo empezaron a contratar, empezó a dar charlas y a viajar.
“Eso consolidó mi carrera, mi credibilidad y mi marca personal, pero un día trabajando para una empresa de suplementos me di cuenta de que les estaba vendiendo a otros y ahí se me metió la idea de crear mi propia marca de suplementos alimenticios”, precisa.
En sociedad y sin crédito
Así, con la determinación de Naffah, en sociedad con su esposa y otra pareja y sin créditos bancarios, hace cuatro años nació Proscience, la empresa de suplementos alimenticios que hoy tiene la mayor participación de mercado en Colombia. La apuesta fue ofrecer diferenciación, basados en ciencia porque, como lo dice el mismo Naffah, la industria del fitness está llena de mentiras.
Comenzaron con un capital de 700 millones de pesos, maquilando los productos en un laboratorio de Bogotá. Su primera vitrina fue la feria ExpoFitness en Medellín y les fue tan bien, que al poco tiempo se quedaron cortos de inventario, así que decidieron montar su propia planta de producción en Armenia, donde inicialmente tenían 25 empleados.
Justo cuando habían terminado de construir un laboratorio y se preparaban para entrar a nuevos mercados llegó la pandemia. “Completamos dos semanas sin ventas y pensamos que nos había llegado la quiebra, pues los suplementos alimenticios para la actividad física son caros y claramente no eran un producto prioritario en ese momento”, pero para su sorpresa en medio de los confinamientos la gente empezó a hacer ejercicio en casa y se disparan todos los negocios alrededor del fitness. Como ellos ya tenían e-commerce, pudieron sacarle el mayor provecho a la tendencia. De 300 metros cuadrados pasaron a una planta de 3.500 m2 con 150 empleados. Exportan a Ecuador, México y Estados Unidos.
Proscience vende actualmente un millón de dólares al mes y lo miden en moneda extranjera porque casi toda su materia prima es importada. A futuro buscan que en los demás países donde ya están puedan tener la mayor participación de mercado, tal como ocurre en Colombia. Aclaran, sin embargo, que en México no ha sido fácil, por eso están considerando la posibilidad de manufacturar en Estados Unidos, pues así es más sencillo llegar a ese mercado, al tiempo que buscan enfocarse entre los consumidores latinos de EE. UU.
“Suena utópico, pero lo vemos posible”, dice Farid Naffah, el orgulloso papá de Martina, la niña de 8 años que lo sacó del alcoholismo por completo, lo convirtió en influencer y empresario.