Mientras enfrentaba los retos que dejó la pandemia, Kimberly-Clark Colombia decidió incrementar la innovación de productos y acercarse más a sus clientes, una estrategia que la llevó a crecer a doble dígito y a invertir más de US$30 millones este año.
Para Gustavo Castellanos, gerente general de Kimberly-Clark para Colombia y Ecuador, 2021 fue un año con dos historias diferentes: “El primer semestre fue de muchos retos e incertidumbre debido a los efectos internacionales y locales de la pandemia. En el segundo semestre, y gracias al seguimiento que hicimos de los nuevos hábitos y expectativas de los consumidores, logramos tener una muy rápida recuperación que nos permitió cerrar la segunda mitad del año con crecimientos de doble dígito”.
Con esta base, señaló, iniciaron 2022 con la expectativa de seguir fortaleciendo su posición en el mercado en las categorías donde compiten, lo que se ha traducido en un crecimiento por encima del promedio, “así que en 2022 esperamos repetir el crecimiento de doble dígito obtenido en la segunda mitad del 2021”.
De hecho, en el primer trimestre del año, por encima de sus expectativas, crecieron alrededor de 25%. Y dentro de este compromiso le han subido el volumen a la innovación tanto de los productos como en la forma de dialogar con los consumidores. Destaca el gerente que con la marca Kotex, pionera del cuidado femenino de Kimberly-Clark, lanzaron el primer protector diario con indicador de pH que cambia de color, el cual se produce exclusivamente en Colombia.
De esta forma, el país se convierte en el primero del mundo en contar con esta tecnología de punta patentada y se posicionará como una plataforma de exportación que abastecerá ocho mercados de la región.
La inversión de US$30 millones en Colombia se destinará a potencializar la capacidad productiva, la gestión del agua y las innovaciones en algunas de sus plantas en el país. Entre tanto, enfrentan retos ante coyunturas globales como la inflación. “Sin importar las circunstancias, siempre buscamos lograr un equilibrio entre lo que podemos producir, en términos de costos y manufactura, y lo que el consumidor está dispuesto a pagar”, concluye Castellanos.