¿Qué tienen que ver la grifería, los sanitarios y las vajillas con la nutrición agrícola? Aparentemente nada, pero para la tradicional empresa Corona si están muy conectados.
La relación se basa en los feldespatos y las sílices, dos de los minerales que se usan para darle el componente tipo vidrio a la cerámica, así como para que brillen los esmaltes de vajillas y sanitarios; además, evita que se generen bacterias dentro de ellos. En otras palabras, son insumos industriales claves para un negocio como el de Corona, empresa que tiene sus propias minas de feldespatos.
Un día notaron que un empresario del agro les compraba feldespato, dado que también sirve para fertilizar suelos, pues ayuda a corregir la acidez. “En ese momento nos dimos cuenta de que ahí podíamos desarrollar una solución que no contamina como los químicos y, además, cumple con una de las metas que tenemos al innovar y es que lo debemos hacer con un gran propósito y al servicio de la humanidad”, explica María Mercedes Peláez, gerente de Estrategia e Innovación de Corona.
El siguiente paso fue usar la tecnología de la multilatina para transformar el proceso que hacía el empresario agrícola al comprarles el feldespato. Crearon una nueva línea de productos a la que llamaron Crento y con la que atienden a un nuevo grupo de clientes: los agricultores. “Con Crento estamos resolviendo un problema crítico como lo es la alimentación. Ese es nuestro deber ser y es un proceso de innovación consciente para generar valor compartido”, reitera Peláez.
Corona entró al negocio de minerales para el agro en 2017 y, posteriormente, adquirieron la compañía del empresario que los llevó por ese camino, la cual se llama Agromil. Mientras que las demás plantas de Corona tuvieron que parar durante la pandemia, Crento no ha dejado de producir al estar en un sector básico para la economía, al tiempo que sus fertilizantes han podido suplir parte de la oferta, afectada por la guerra en Ucrania.
Cuando entraron al negocio, los fertilizantes a base de feldespato solo se usaban en cultivos de palma. Hoy también se emplean en banano, maíz, caña, café, piña y arroz. De ventas por 23.500 millones de pesos en 2017 pasaron a 44.000 millones al cierre de 2021, y ya no solo comercializan los productos de Crento en Colombia, sino también en Centroamérica, Ecuador, México y Perú.
“Esta transformación se logró por la experiencia de Corona, que lleva 140 años innovando y que les apuesta a los negocios disruptivos”, enfatiza Peláez. Agrega que esto se ha logrado porque en toda la organización tienen prendida su capacidad de observar y de recibir ideas para investigar y desarrollar, lo que también se conoce como innovación abierta.
De hecho, en Corona llaman a sus líderes innovadores Poetas, porque preguntan, observan, experimentan, trabajan en red y se asocian. Una cultura organizacional que da claros resultados para sus dueños y para el país.
¿Qué tan novedoso es?
La innovación de Crento inició con un conocimiento profundo y una investigación exhaustiva de los minerales no metálicos, los cuales a partir de la modificación por diversos procesos industriales pueden ser usados en la industria agrícola.
“Estos elementos se dan como fruto de la incesante búsqueda de alternativas técnicas y tecnológicas en la transformación de las materias primas que permitan producir enmiendas y fertilizantes altamente eficientes, mejorando las propiedades de cada uno de los materiales utilizados con una base científica sólida”, aclara Peláez.
Los productos de Crento se diferencian de otros fertilizantes dado que tienen unas partículas disminuidas, una modificación que permite aumentar lograr una mejor reactividad de los productos al entrar en contacto con el suelo, haciéndolos más eficientes química y físicamente, logrando así formas más disponibles para la absorción de las plantas, mejorando su nutrición e incrementando los rendimientos.
Igualmente, la estructura química del portafolio Crento presenta una modificación que permite su transformación en procesos industriales, lo que lleva a que pueda encontrarse una forma más soluble en el suelo a través del tiempo, haciendo que este se encuentre más disponible para la planta y disminuyan las pérdidas por lixiviación, incrementando la eficiencia en la toma del nutriente y potenciando el crecimiento vegetal.