Aunque el pollo asado se mantiene como la comida rápida favorita de los colombianos, cada vez más se abren paso opciones como las hamburguesas, los sánduches y las pizzas. Todos estos productos compiten con marcas nacionales y extranjeras, así como con pequeños negocios e incluso con vendedores informales en las calles.
Pese a la dura competencia y a que no han sido ajenas a las presiones inflacionarias, cada vez más llegan nuevos jugadores que buscan quedarse con un pedazo de la millonaria torta de las comidas rápidas en Colombia. Tan solo Frisby, Hamburguesas el Corral y McDonald’s, que son las tres mayores compañías del sector, vendieron el año pasado casi 2 billones de pesos. En pizza las cifras son menores, pero para nada despreciables con Domino’s como líder del mercado y 157 tiendas, seguido de Papa Johns, Pizza Hut y Jeno’s Pizza. En plena pandemia, agosto de 2020, llegó Little Caesar’s y este año abrió Sbarro, entre todas venden unos 600.000 millones de pesos al año.
Jaime Press, country manager de Little Caesar’s, cuenta que, pese a la dificultad de haber iniciado operaciones en plena crisis sanitaria, ya completan 15 locales en Bogotá, Cali y Chía, en los que emplean a 300 personas. De hecho, destaca que dos de sus gerentes de tiendas iniciaron siendo auxiliares.
Democratizando la pizza
La diferencia de esta marca, que es una de las tres cadenas globales más grandes, es que la pizza la entregan de inmediato cumpliendo con la promesa de la comida rápida, lo que le ha servido para ganar adeptos, en especial entre los universitarios. Su llegada fue un propulsor para un sacudón en los precios de todo el mercado, que bajaron en 2020 y algo de 2021, pero que luego se vieron afectados por la inflación de alimentos y actualmente por los llamados impuestos saludables, que aumentaron la tributación de las comidas altas en sodio o en grasas.
Aunque a diferencia de los llamados ultraprocesados, la pizza se hace al momento de su venta y no tienen preservantes, muchos de sus ingredientes como salsas o embutidos sí deben pagar el tributo, lo que afecta el precio final.
De todas maneras, Press sostiene que la mayor cantidad de jugadores y los ajustes que han tenido los precios, que según él en algunas marcas ha llevado a que se reduzca el tamaño de las porciones, ha servido para crecer el mercado de la pizza en el país, pues se ha convertido en una comida que puede competir en precio con el corrientazo, lo que además implica que no solo se consuma en ocasiones especiales, reuniones o trabajos en grupos. “Se está democratizando la categoría de las pizzas, pues al menos en Bogotá cada vez más se abren puntos al sur de la ciudad, que era una zona que anteriormente no tenía a este tipo de marcas”, indica.
Otro de los cambios que trajo Little Caesar’s fue el de abrir locales en estaciones de servicio, pues estas cuentan con espacios de parqueo para sus clientes, quienes mayoritariamente compran para llevar. La misma estrategia usó Sbarro, cadena que llegó en alianza con Terpel. Ya cuenta con 11 tiendas y busca complementar el negocio de conveniencia de esta Organización, el cual maneja bajo la marca Altoque.
Press de Little Caesar’s explica que, aunque en sus locales hay espacios para comer allí, la mayor parte de su operación son los domicilios, un servicio que es bastante maduro en Colombia.
Los dueños de las marcas
Las grandes cadenas de pizza son estadounidenses y entran a mercados como el colombiano de la mano de operadores franquiciatarios. Domino’s, por ejemplo, es de la mexicana Alsea, que también es la dueña de Starbucks. PJ Col S.A.S. (que es del Grupo Nutresa) tiene la franquicia de Papa Johns y la mexicana PSE Sapie tiene la exclusividad de Little Caesar’s. Su meta es que Colombia sea su segundo mercado después de México (también están en República Dominicana y Puerto Rico) por el tamaño de su población y por su propuesta “multiestrato”. Así mismo, esperan llegar a los 50 puntos en los próximos cinco años.
Pese a lo anterior, empresarios del sector consultados por este medio confiesan que 2023 no ha sido un año fácil en ventas, pues si bien cada vez hay más ocasiones para comer pizza, algunos consumidores han reducido su frecuencia de compra al contar con menos ingresos disponibles, debido a la carestía y a la desaceleración económica que vive el país.