Cuando el profesor alemán Klaus Schwab fundó en 1971 el Foro Económico Mundial, lo hizo en respuesta a un hecho que ha marcado el desarrollo del planeta: la Guerra Fría dividía al mundo (y la de Vietnam a Estados Unidos) y se estaba ad-portas de una crisis petrolera.
Se incubaba la “teoría del grupo de interés”, en el que se les diría por primera vez a las empresas que deberían servir no solo a los accionistas, sino también a sus empleados, proveedores y a la sociedad a la que atienden. Desde entonces, este encuentro, que reúne a los líderes corporativos del mundo, ha estado en los eventos claves desplegando la fuerza transformadora del sector privado para evitar una guerra entre Grecia y Turquía, conectar mercados liderados por oponentes históricos, promover campañas de vacunación global que han llegado a 700 millones de niños y construir una plataforma al servicio de líderes ambientales que han puesto al calentamiento global como prioridad para el desarrollo empresarial.
Una de las palancas más importantes de transformación que tienen las empresas es la inversión social privada. Esta no es sinónimo de sostenibilidad, pero sí da indicaciones de la filosofía y valores de una compañía: le comunica a la sociedad cuáles son los grandes problemas que le preocupan y propone resolver para hacer, eso sí, sostenible al mercado al cual sirve. Y como los actores productivos actúan en red, las empresas van alineando sus esfuerzos en asuntos de interés común y creando a su vez unas nuevas realidades en torno a propósitos que, en algunos casos, serán de interés local y en otros, global.
Así las cosas, la inversión social privada es como el agua, no deja de fluir, de seguir un curso que puede cambiar cuando se presentan hechos significativos que marcan a toda la sociedad.
Asimismo, los hechos que han marcado la historia de Colombia en los últimos cinco años, caracterizados por enormes retos, cambiaron el curso de la inversión social privada y con ello la dirección de enormes recursos financieros de desarrollo, que llevará en su ruta a todos los grupos de interés del sector privado.
2019: enfoque en la juventud.
En 2019, Colombia se unía a la Ocde y mejoraba su imagen internacional, incluida la eliminación del requisito de visa para los colombianos de varios países europeos. Las empresas, conscientes del poder de la juventud en este panorama positivo, centraron sus inversiones sociales en la formación e investigación, solo superadas por la inversión en infraestructura. Sin embargo, hacia finales de año, el paro nacional emergió como un catalizador de insatisfacción social, poniendo sobre la mesa temas como la desigualdad y la corrupción.
2020: la pandemia cambia el juego
El primer caso de covid-19, confirmado el 6 de marzo de 2020 en Colombia, trajo consigo una serie de cambios y desafíos, afectando a sectores como el turismo, la aviación y la hospitalidad. Las empresas no solo se enfrentaron a la interrupción de sus operaciones normales, sino que también tuvieron que repensar su papel social. Según el Índice de Inversión Social Privada, la inversión social de las empresas aumentó, superando el 3 por ciento del valor del ebitda en promedio, con un 86 por ciento de las compañías redirigiendo sus inversiones sociales debido a la pandemia.
2021: año de recuperación y reajuste
El año 2021 marcó un punto de inflexión para Colombia. Aunque la campaña de vacunación covid-19 ofreció una chispa de esperanza, el país se encontró con nuevos desafíos exacerbados por las protestas sociales y el paro nacional, causado, en parte, por un controvertido proyecto de reforma tributaria. Pero la invasión de Rusia a Ucrania y el aumento en los precios del petróleo y el carbón dieron un respiro inesperado a la economía colombiana. Las empresas respondieron con un cambio en la dirección de su inversión social, ahora enfocada en el desarrollo económico, infraestructura y desarrollo rural.
2022: inversión social y ambiental a niveles récord
Para 2022, las empresas reportaron al Índice de Inversión Social Privada (IISP) que registraron inversiones de alrededor de 5 billones de pesos en temas sociales y 4,1 billones en asuntos ambientales. Esta cifra es asombrosa, equivalente a diez veces la ayuda para el desarrollo que Colombia recibe del Gobierno de Estados Unidos. Aún más significativo es el valor de la inversión social privada para regiones históricamente abandonadas por el Estado: las regiones más afectadas por la violencia (PDET) reciben de las empresas que reportan en el IISP cerca de medio billón de pesos de inversiones sociales al año. Es por esto que resulta fácil para las personas confundir el rol de la empresa y del Estado en algunos territorios.
Es una muestra del poder que tiene el sector privado en Colombia para ser un agente de cambio, en consonancia con las visiones globales establecidas hace casi 50 años por Klaus Schwab.
Como se mencionó, la inversión social privada es como el agua, sigue fluyendo, adaptándose a las circunstancias. Con el transcurso de los años y los retos que han ido apareciendo, el sector empresarial colombiano ha demostrado una notable capacidad para redirigir sus esfuerzos y contribuir de manera significativa al bienestar de la sociedad y del medioambiente. Desde el foco en la juventud hasta el realineamiento hacia la recuperación económica y el desarrollo rural, la inversión social privada en Colombia ofrece una cátedra de adaptabilidad y compromiso en un mundo en constante cambio.
En un universo empresarial globalizado, Colombia se erige como un modelo en la inversión social privada, estableciendo un estándar que otros países podrían aspirar a alcanzar.