Cuando era niño, a Miguel Fernando Castillo le gustaban los sheriffs (alguaciles) de las películas estadounidenses y jugaba a ser como ellos, pero no podía pronunciar correctamente la palabra en inglés y decía ‘sheffy’, lo decía con tal gracia que ese no solo se convirtió en su apodo, sino que es el nombre que le dio a la empresa con la que les da empleo a 70 personas, exporta y se ganó un espacio en el competido mundo de la moda deportiva.
Todo comenzó en 1990, cuando para ganarse la vida, Castillo se dedicaba a vender textos escolares en Ibagué. Un día, uno de sus clientes, un jardín infantil, le consultó si podía hacerles los uniformes de sus estudiantes y él, pese a que no conocía del sector de la confección, se le midió al negocio. Buscó quien confeccionara, su suegro de ese entonces le prestó 1 millón de pesos y con eso compró la tela. Cuando la producción estuvo lista, llegó al jardín, aunque con algo de preocupación porque la idea era hacer una especie de guayaberas para los niños, pero a él le pareció que les podía quitar el cuello para que se vieran mejor. Temía que no gustara, pero a los padres de familia les parecieron bonitas y tras ese primer pedido, le solicitaron otras 220 guayaberas infantiles con su estilo sin cuello.
Castillo siguió ampliando su portafolio de uniformes escolares y esto lo llevó a la ropa deportiva. En 1996 registra su empresa en la Cámara de Comercio y admite que, aunque sabía vender, aún no había aprendido de confecciones. Trabajaba con maquiladoras, pero fue adquiriendo máquinas para mejorar la calidad de las prendas y usar telas antibacteriales y con filtro UV, lo que funciona bien a la hora de hacer deporte.
El negocio iba creciendo a un ritmo normal, pero en 2002 tuvo un punto de inflexión, pues Gabriel Camargo, dueño del Deportes Tolima le abrió las puertas para hacer los uniformes del equipo, luego vino el Atlético Huila, pero también una amague de quiebra para Castillo, pues pensaba que a los equipos les podía dar los uniformes a cambio de que pusieran su marca en la camiseta y venderles las camisetas a los hinchas, pero al equipo lo eliminaron de la Copa Libertadores en la primera ronda. “Me quedé con las telas y los uniformes hechos, encima me divorcié, no fue un período fácil”, recuerda.
Pese a ese descalabro, siguió buscando equipos para patrocinar y aunque algunos han ido y venido, con el Deportes Tolima continúa firme, al tiempo que siguió metiéndole innovación a su negocio. Ante la Superintendencia de Industria y Comercio registró la tecnología ‘osmodry’, que es para telas semiimpermeables y cuya idea vino del concepto de ósmosis que aprendió en el colegio.
Aunque nunca ha dejado de vender uniformes de colegio, dice que se volvió un negocio muy competido y poco rentable, entonces decidió diversificar sus clientes y desde 2004 empezó a licitar con el Estado para proveer uniformes de las distintas competencias deportivas del sector público y ya no solo se enfoca en fútbol, sino que también tiene ropa para otros deportes; igualmente, les vende a equipos de fútbol de Estados Unidos y de Inglaterra.
Por ahora no vende al detal, ese es su sueño, quiere abrir tiendas propias, pero planea hacerlo despacio, pues en 2010 casi quiebra, cuando se metió al negocio de las mulas, lo que no le dio resultado, al tiempo que intentó sacar su marca Sheffy kids para Venezuela, pero se quedó con la mercancía.
Su obsesión por la calidad ha llevado a que algunos llamen a Sheffy la ‘Nike Colombiana’, pues tiene ropa especial para practicar tenis, fútbol, ciclismo y running. Por ahora sus clientes son los equipos y los deportistas de alto rendimiento y la meta de Castillo es que su ropa, al igual que la de Nike, la gente la compre para salir a la calle o para ir al cine.
Un indicador de que a la empresa le está yendo bien es que sus camisetas de fútbol las falsifican, algo que ha sido muy difícil de combatir. “Yo tengo telas exclusivas y la hinchada del Tolima las aprecia. De vender 500 camisetas pasamos a 12.000, pues la estrategia es vender moda y calidad, pero es un hecho que en este mercado el 57 % es informal”, admite este empresario, quien confía en que con el arancel que se les quiere poner a las prendas importadas, la industria de la confección nacional tenga un impulso extra.
“Acá hay demanda, pero no tenemos capacidad de producción porque no hay operarios. Tenemos productos muy buenos, pero necesitamos medidas proteccionistas como las tienen en Brasil”, puntualiza.
A sus 58 años, con cuatro hijos que ya le están ayudando a evolucionar más en los negocios, ‘Sheffy’ se siente agradecido con su empresa que, contado las maquilas, les da empleo a más de 300 personas y su meta es poder contratar más en los próximos seis meses; eso sí, manteniendo la disciplina y la constancia que tienen los deportistas.