El colombiano David Vélez y la peruana Mariel Reyes son una de las parejas de esposos más ricas de Latinoamérica. David es fundador y CEO ‘Nubank’, un neobanco que se convirtió en el más grande en el mundo.
La pareja anunció que habían firmado una iniciativa que busca donar la mayor parte de su fortuna, porque consideran que existe un límite en la cantidad de dinero que se puede gastar, puntualizando que “la riqueza adicional no trae felicidad ni utilidad adicional”. David, quien tiene 41 años, es apoderado de una fortuna de US$ 4.300 millones y aparece en la lista de multimillonarios de Forbes.
Actualmente la pareja lanzó la plataforma ‘VelezReyes+’ que buscan enfocarla para disminuir la desigualdad de oportunidades para los habitantes de América Latina y el Caribe. A través de la donaciones han llegado a organizaciones sin ánimo de lucro de diferentes países, entre ellas: Alianza Educativa, Latin American Leadership Academy (LALA), Parceiros da Educação, Teach For All, Enseña por Colombia, Enseña Perú y Enseña Brasil.
Vélez hizo una profunda reflexión sobre el dinero y su utilidad, dijo que: “Nadie se lleva la plata para la tumba. Nadie quiere ser la persona más rica del cementerio”
El fundador de Nubank tiene 70 millones de clientes en su poderoso banco digital. En entrevista con la directora de SEMANA, Vicky Dávila, Vélez hizo una reflexión sobre el dinero y cómo es hoy uno de los grandes filántropos.
“Primero, todos somos seres humanos y la vida puede acabar en cualquier momento. La mortalidad es real y nadie se lleva esa plata para la tumba. Nadie quiere ser la persona más rica del cementerio. Entonces, hay un final. Segundo, no necesitamos muchos lujos para vivir. Tenemos una vida cómoda, pero, después de cierto punto, la riqueza te trae menos valor. Tercero, somos muy conscientes de las necesidades en América Latina. Venimos de familias donde hay una conciencia social muy grande. No queremos esperar hasta el final de nuestras vidas para hacer filantropía”, contó.
“La plata para mi esposa o para mí nunca fue un fin. No hicimos una empresa porque queríamos ser ricos. La hicimos porque queríamos desafiarnos, crear impacto, construir una institución y tener más competencia. La sociedad devuelve ese impacto vía dinero. El dinero, en sí, ha sido el subproducto de perseguir esa pasión de impacto. Si ese dinero desaparece mañana, no estamos aferrados a él, nada nos cambia. No vamos a estar llorando. Dado eso, hace más o menos unos 12 meses, a medida que Nubank fue creciendo y levantando más dinero y más dinero y más dinero, y la valoración de la empresa fue creciendo, llegó un momento, a principios del año pasado, en el que dijimos: “Guau, estas acciones valen mucha plata”. Eso nos llevó a una reflexión de varios meses, en la que pudimos leer mucho, hablar con filántropos y pensar muy bien cómo invertir ese dinero. Uno no se lleva el dinero para ningún lado. Entonces hay que gastarlo, pero es que no queremos gastarlo en nosotros porque llega un límite. Y una gran preocupación es que, viendo a esos cuatro niños pequeños, queremos que crezcan en un ambiente donde tengan que luchar y todo no sea fácil”, señaló Vélez.
Esta es la entrevista completa con el fundador de Nubank
VICKY DÁVILA (V. D.): David, me impacta que tenga apenas 40 años. Este domingo cumple 41.
DAVID VÉLEZ (D. V.): (Risas). Sí, estamos empezando apenas. Como decimos en Nubank, estamos en el primer minuto del primer tiempo.
V. D.: ¿Se siente muy afortunado en la vida?
D. V.: Sí, Vicky, la verdad es que sí. La semana pasada estuve en Colombia y me pellizcaba varias veces al día, sin creer lo que estaba pasando. Así que sí me siento muy afortunado.
V. D.: ¿Ha cumplido sus sueños? ¿Qué le falta por cumplir?
D. V.: No, falta mucho por construir. Estoy muy contento con lo que hemos podido construir en Nubank en estos casi diez años. En lo personal, tengo una familia con cuatro niños chiquitos y eso es un desafío gigantesco, que crezcan, sean buenas personas y lleguen a ser buenos ciudadanos. Es un gran desafío en el que estoy muy enfocado.
V. D.: Usted es fundador y CEO de Nubank, y hay muchas críticas a los bancos en general, por ejemplo, en América Latina. En Colombia, en particular, dicen que ganan mucho y ayudan poco. ¿Está de acuerdo?
D. V.: Parcialmente sí. Es una industria que no tiene mucha competencia y eso pasa en cualquier otra: cuando hay pocos competidores, porque hace 20 años había decenas de bancos y hoy básicamente son cuatro o cinco, que son dueños del 80 o el 90 % del sistema, en Brasil, en Argentina, en México, se crea complacencia, un poco de arrogancia y se empieza a ignorar a los consumidores.
V. D.: ¿Por qué lo dice?
D. V.: Porque cuando estas instituciones crecen tanto, se olvidan de que hay gente del otro lado, que hay consumidores esperando media hora para hablar con alguien que les resuelva algo. Cuento siempre mi historia. Cuando abrí una cuenta en Brasil, fue un proceso de cinco meses y tuve que ir a su sucursal bancaria unas siete veces. Fui tratado como un criminal. Tuve que pasar por una puerta blindada, vinieron policías, me dijeron que tenía que salir de una sucursal, dejar el celular fuera, volver a esperar 45 minutos, hablar con alguien que no me quería atender. Esa no es la forma de tratar a un consumidor. Muchas veces nos preguntan cómo hemos logrado crecer tanto. ¿Es la tecnología, el machine learning y la inteligencia artificial? Sí, es verdad, pero al final la diferencia es que hacemos algo que mi mamá me decía cuando era chiquito: “Tratemos a los demás como nos gustaría que nos traten a nosotros”. Quisimos crear una cultura organizacional que trata bien a la gente. A muchas de esas empresas se les olvidó que la meta número uno debe ser servir a esos clientes completa y continuamente ignorados.
V. D.: Déjeme insistir. ¿Los bancos ganan demasiado? ¿No deberían ganar tanto?
D. V.: Es una pregunta difícil de contestar. ¿Cuál es el retorno justo o la ganancia adecuada? Nadie lo puede responder. Pero lo que sí puedo decir con convicción es que lo que se necesita es más competencia. Si es así, esa rentabilidad va a bajar y los productos y su calidad van a aumentar. Muchas veces, cuando se hace esa pregunta, el instinto es venir a regular. El instinto es que alguien todopoderoso venga y diga: “Usted gana mucho, debería ganar menos”. Es un instinto erróneo. El adecuado es: “Muy bien, es una industria rentable, ¿cómo traemos a otra gente, a más competidores?”.
V. D.: Durante la pandemia, en Colombia muchos sintieron que los bancos no se compadecieron lo suficiente con la gente y sus necesidades. ¿Lo ve así?
D. V.: Para ser sincero, no seguí lo que pasó en la pandemia con los bancos. Le voy a contar lo que nosotros hicimos. Fue un desafío. Al principio, no sabíamos qué iba a pasar con los portafolios gigantescos. Fue un momento de mucha incertidumbre. Nosotros, siendo una empresa ciento por ciento enfocada en nuestros clientes, que nos amen fanáticamente, vimos la pandemia como una oportunidad de aumentar ese vínculo. No solamente fuimos muy flexibles a la hora de los pagos, con la gente que no podía pagar, sino que creamos un fondo para ayudar en lo que se necesitara. Hubo gente que nos llamaba y nos decía “No tengo plata para pagar la leche de mi bebé esta noche”, y le mandábamos leche; “No tengo con qué comprar pañales”, y les mandábamos pañales; o “No tengo con qué comer”, y les mandábamos comida. Después, la gente vuelve y recuerda que estuvimos ahí cuando nos necesitaron.
V. D.: ¿Qué significa para un hombre como usted ser el segundo más rico de Colombia, según ‘Forbes’?
D. V.: No es algo en lo que piense mucho. Realmente no ha cambiado nada. Al final, independientemente de si se es el dos, el tres o el cuatro, lo que queda muy claro para mi esposa y para mí, desde el último año, es el compromiso público de The Giving Pledge, que consiste en donar la mayor parte de nuestra riqueza a lo largo de nuestra vida a organizaciones sociales que están impactando positivamente a la gente.
V. D.: ¿Cuáles fueron las bases de esta decisión?
D. V.: Primero, que todos somos seres humanos y la vida puede acabar en cualquier momento. La mortalidad es real y nadie se lleva esa plata para la tumba. Nadie quiere ser la persona más rica del cementerio. Entonces hay un final. Segundo, no necesitamos muchos lujos para vivir. Tenemos una vida cómoda, pero, después de cierto punto, la riqueza te trae menos valor. Tercero, somos muy conscientes de las necesidades en América Latina. Venimos de familias donde hay una conciencia social muy grande. No queremos esperar hasta el final de nuestras vidas para hacer filantropía.
V. D.: ¿Cómo una pareja millonaria decide no aferrarse a la plata?
D. V.: La plata para mi esposa o para mí nunca fue un fin. No hicimos una empresa porque queríamos ser ricos. La hicimos porque queríamos desafiarnos, crear impacto, construir una institución y tener más competencia. La sociedad devuelve ese impacto vía dinero. El dinero, en sí, ha sido el subproducto de perseguir esa pasión de impacto. Si ese dinero desaparece mañana, no estamos aferrados a él, nada nos cambia. No vamos a estar llorando. Dado eso, hace más o menos unos 12 meses, a medida que Nubank fue creciendo y levantando más dinero y más dinero y más dinero, y la valoración de la empresa fue creciendo, llegó un momento, a principios del año pasado, en el que dijimos: “Guau, estas acciones valen mucha plata”. Eso nos llevó a una reflexión de varios meses, en la que pudimos leer mucho, hablar con filántropos y pensar muy bien cómo invertir ese dinero. Uno no se lleva el dinero para ningún lado. Entonces hay que gastarlo, pero es que no queremos gastarlo en nosotros porque llega un límite. Y una gran preocupación es que, viendo a esos cuatro niños pequeños, queremos que crezcan en un ambiente donde tengan que luchar y todo no sea fácil.
V. D.: Es muy interesante lo que plantea porque, generalmente, los padres trabajan para dejarles todo a los hijos. ¿Por qué no hace lo mismo?
D. V.: Cuando mi esposa y yo pensamos en nuestros 40 años de vida y nuestra carrera, los momentos de mayor satisfacción fueron aquellos en los que tuvimos que luchar por algo durísimo y lo conseguimos. Entonces queremos que ellos también luchen, que tengan esa hambre. Lo que pasa, muchas veces, es que el dinero puede quitar esa hambre, ese sentido de desesperación. Eso sería un robo incalculable para los niños. Queremos crear un ambiente familiar en donde no todo sea fácil, en donde no todo les caiga del cielo, sino que puedan construir su propio camino y tengan ese sentido de desesperación y esa hambre. Eso significa también que todo ese dinero no se les va a dejar a ellos. Se les dará muchísimo amor, como les damos, y muchas oportunidades de educación y de desarrollo, pero todo ese dinero no es para ellos. No queremos crear una dinastía familiar, de generación en generación, esa no es la idea, lo tengo muy claro.
V. D.: ¿Qué significado tiene la plata para usted?
D. V.: Al principio y por mucho tiempo significó libertad y algo muy valioso que todos necesitan. Es el medio que nos permite las capacidades necesarias para una vida feliz. Entonces tener una casa, poder casarse, darles oportunidades a los hijos, poder comer, darse un lujito, un viaje de vez en cuando, todo eso. Llega un momento en el que esas necesidades son adecuadamente satisfechas y, después de eso, el dinero para nosotros termina siendo una gran oportunidad para ser invertido en cambiar la vida de alguien. Eso lo hemos visto desde que empezamos a hacer filantropía.
V. D.: David, ¿cuántos clientes tiene usted en Nubank?
D. V.: El viernes pasado celebramos llegar a 70 millones.
V. D.: ¿En Colombia cómo van?
D. V.: Muy bien. Estamos muy contentos. En Colombia, hace unos 18 meses, empezamos a lanzar la moradita (la tarjeta de crédito). Ya llegamos a casi dos millones de colombianos que pidieron su tarjeta y se han convertido en más de 400.000 clientes activos. Nos faltan muchos productos. Por ejemplo, para lanzar cuentas de ahorros, nos falta una licencia bancaria o de financiamiento comercial. Es un proceso largo. Ya el Gobierno pasado nos la aprobó. Todavía faltan varios procesos regulatorios para tener esa licencia y lanzar otros productos en nuestra plataforma de banca digital.
V. D.: ¿El colombiano es buena paga?
D. V.: Sí, hasta ahora sí. Han pagado bien. No queremos tomar mucho riesgo. Poco a poco vamos creciendo. No se puede crecer demasiado rápido.
V. D.: ¿Qué les dice a esos jóvenes sin oportunidades que estudian y salen a cruzarse de brazos, sin empleo, o a aquellos que no han podido estudiar?
D. V.: Las oportunidades existen. En los próximos diez años vamos a ver una revolución histórica que va a cambiar las industrias en el mundo, incluyendo Colombia. Esos cambios tan drásticos, ese remolino que se viene, crean desafíos y oportunidades. Hay que ser estratégico en el lugar en el que los jóvenes tienen que posicionarse en el lado del mercado de tecnología, computación, programación y ciencia de datos. La cantidad de empresas desesperadas tratando de contratar gente y mano de obra en esta área es enorme. Se calcula que hay más o menos medio millón de programadores que faltan en Colombia, dada la demanda que existe. Entonces, si uno logra estudiar específicamente esas capacidades, en segundos encontrará un trabajo que paga dos, tres o cuatro veces más de lo que paga el mercado. Pero lo extraño, Vicky, es que hasta ahora esto no se entiende. En Colombia se están formando y graduando diez veces más abogados que programadores. No tengo nada en contra de los abogados, necesitamos abogados, pero no diez veces más que los programadores, en medio de esta transformación digital tan abrumadora. Tal vez para esa gente que se está formando el mensaje es que entiendan claramente lo que se viene en el país y se posicionen en ese lado de la escasez y no de la abundancia.
V. D.: ¿Le gusta la política o cero?
D. V.: No me gusta mucho.
V. D.: ¿Cree que un empresario como usted no debe meterse en política y no debe opinar al respecto?
D. V.: Es posible, pero hay que estar superbién informado y siempre hay riesgos. En los temas políticos se necesita mucha delicadeza y aprendizaje para entender los diferentes lados. Hay demasiada polarización sobre cualquier tema político y usualmente hay posiciones muy extremas. Lo que uno se da cuenta a veces, cuando ve ciertos temas, es que hay una gran oportunidad usualmente en el medio.
V. D.: ¿Usted es de derecha o de izquierda?
D. V.: Me preguntan mucho eso y mi respuesta es: tengo una mano derecha y una mano izquierda, no tengo ni dos manos derechas ni dos izquierdas. Mi visión es que se necesitan esos dos lados y dejar los extremismos y la polarización que se ve tan clara en tantos lugares.
V. D.: ¿Cómo ve a Colombia, su país?
D. V.: Bien, especialmente en el contexto en el que estamos. Es un país que, económicamente, está creciendo mucho este año. Es diferente a lo que se ve en la mayor parte de los países. Ese es el resultado de ciertas políticas económicas que funcionaron bien en la pandemia. He tenido la oportunidad de hablar con el presidente Petro.
V. D.: ¿Y cómo le fue?
D. V.: Fue una conversación muy buena. El presidente mencionó el interés de que haya más competencia en las industrias financieras en Colombia. Solo el 50 % de los colombianos tiene hoy un producto financiero y solo el 15 % tiene una tarjeta de crédito. Falta mucha inclusión, llegar a mucha gente. Esto está muy alineado con la forma como nosotros pensamos. Venimos a traer más competencia, más inclusión y lo interesante es que venimos a resolver ese problema del mercado, trayendo más capitalismo, creyendo en el sector privado como una forma de crear una riqueza que va a ser distribuida. Es posible que alguien imagine que habría desencuentros entre el presidente y yo, y la verdad es que hasta ahora nosotros hemos crecido en gobiernos de izquierda en Brasil, estamos creciendo en un gobierno de izquierda en México, y ahora hemos visto gobiernos de derecha y de izquierda en Colombia, y esta es una de las áreas en las que los dos lados, la mano derecha y la mano izquierda, se encuentran.
V. D.: Me da la impresión de que es un empresario que no se deja enredar en el dilema de si se está con Petro o contra él...
D. V.: Sí, definitivamente. Es la forma como nos tratamos de posicionar. Queremos lo mejor para el país.
V. D.: ¿Está a favor de pagar más impuestos en Colombia, si le toca, con la nueva reforma tributaria?
D. V.: Me parece que la gente que gana más debe pagar más. Lo entiendo y estoy de acuerdo con eso. El sector privado, en cualquier economía, genera riqueza y empleo. Es la gallina de los huevos de oro, y me imagino que hay un momento en el que el impuesto puede ser tan alto que uno mata a esa gallina de los huevos de oro. Pero estoy de acuerdo con que haya un sistema tributario en el que los más ricos paguen más, teniendo cuidado de no crear incentivos para que los empresarios digan: “Me voy de aquí para otro país”. Al comienzo de este proyecto tributario sí había esa preocupación de muchos emprendedores sobre cómo iba a afectar el emprendimiento. Claramente lo veían como un gran error. Pero el ministro ha dicho abiertamente que eso va a cambiar. Es importante que se cambie. No queremos que los emprendedores salgan de Colombia; por el contrario, queremos que la gente venga a hacer empresa al país.
V. D.: Entiendo que no le gusta que a Nubank lo llamen banco. ¿Verdad?
D. V.: Ha sido un gran debate. Tiene sus pros y sus contras, pero preferimos que no. Somos una plataforma de servicios financieros. En Brasil ya hemos ido más lejos y estamos ofreciendo otro tipo de productos no financieros.
V. D.: Usted, que vive en el mundo digital, ¿ve televisión?
D. V.: Veo, pero no canales tradicionales. Veo streaming, Netflix, algunos de esos servicios. En general veo poca televisión.
V. D.: ¿Escucha radio tradicional?
D. V.: No escucho radio.
V. D.: ¿Cómo se informa entonces?
D. V.: Leo mucho. Mucha prensa escrita, muchos periódicos. Leo periódicos de varios países, todas las mañanas. Varias de las revistas clave y, cuando puedo, veo los noticieros.
V. D.: ¿Se informa comprando periódicos en papel? ¿O lee en digital, en el celular o el computador?
D. V.: En el iPhone, en el computador. Nada físico ya. El papel no lo uso mucho.
V. D.: ¿En qué momento el celular se volvió un elemento fundamental para las personas, en el que prácticamente se puede hacer de todo?
D. V.: Sí, definitivamente. Ha sido esa revolución que salió con el iPhone durante los últimos diez años. Lo interesante es que mucha gente habla del metaverso, sobre cómo será vivir en ese metaverso y la verdad es que ya existe. Si uno se pone a pensar en la cantidad de horas que pasa en el teléfono, ese es el metaverso. Ya vivimos en el metaverso, hablamos con gente con el metaverso, trabajamos en el metaverso, enviamos información, leemos y escribimos. Ya somos seres sorprendentemente biónicos, ese celular es hasta parte integrada de nuestro cuerpo y nuestra vida. Lo estamos viviendo en un mundo digital. La interfaz aún no es ideal, hay mucho por mejorar, pero ya existe.
V. D.: ¿Qué le ocurre al que no esté en lo digital?
D. V.: Cada vez más es como si le faltara un brazo, una pierna o una parte del cerebro. Es tener poco acceso a una gran cantidad de información, de gente y hasta una oportunidad de trabajo.
V. D.: ¿A qué horas apaga el celular?
D. V.: Todavía me falta más disciplina, pero mi meta es llegar a la casa, comer con toda la familia a las 7:00 p. m. y en ese momento se apaga. Lo pongo a un lado.
V. D.: ¿Y a qué horas lo prende?
D. V.: Apenas me despierto, a las 5:00 a. m., cuando voy a hacer deporte. Es lo primero que cojo cuando me despierto. No es la mejor práctica, pero sí desde tempranito.
V. D.: ¿Ha tenido preocupaciones por el alza del dólar en Colombia?
D. V.: No es un factor muy significativo para nosotros en este momento. Nuestro fondo viene en dólares y tenemos bastantes dólares que levantamos en nuestra oferta pública de acciones en diciembre. Tenemos bastantes dólares parqueados allá y eso va a ayudar a financiar las operaciones locales. Por el momento no ha sido un desafío para nosotros.
V. D.: Cuando el presidente Petro habla de buscar la paz total, ¿esa idea le gusta?
D. V.: Ese concepto me gusta definitivamente. Creo que es difícil estar en oposición a ello. Es un proceso supercomplejo y realmente no tengo la respuesta de cómo llegar hasta allá. Pero el costo que ha tenido que pagar Colombia durante décadas de violencia es incalculable. Mi familia es uno de los millones de ejemplos que tuvo que salir de Colombia en una época muy difícil. Viví de primera mano la dificultad de la violencia y todos los colombianos la conocemos. Donde pudiéramos invertir todo ese tiempo, toda esa energía, todo ese dinero, en construir un mejor país, en vez de estar en estas peleas que no paran desde hace varias décadas, sería increíble.
V. D.: Se ha anunciado una reforma pensional. ¿Qué se le viene a la cabeza?
D.V.: Ahí sí me corchaste, no tengo ningún punto de vista claro sobre el tema todavía.
V. D.: ¿Y en cuanto a la reforma a la salud?
D. V.: No la conozco lo suficiente.
V. D.: ¿Cómo ve al mundo hoy?
D. V.: Es un momento de mucha volatilidad y ansiedad. El tema que más preocupa es la ironía de lo que ha creado este mundo digital. En teoría, fue construido para aumentar la comunicación, quitar barreras y unirnos más. Lo que en realidad ha creado es más desunión y polarización. Es imposible resolver grandes problemas cuando todos hablamos idiomas diferentes. Cada vez más estamos viviendo la torre de Babel, cada vez es más difícil entendernos los unos a los otros, y ese es el tema más complicado. Si pudiéramos ponernos en el mismo nivel y entendernos mejor, y si existiera más comunicación, cualquier problema, por más complejo, se podría resolver, por ejemplo, los desafíos inflacionarios, climáticos y la guerra en Europa.
V. D.: ¿Es amante de las redes sociales o no?
D. V.: Paso realmente el mínimo de tiempo ahí. Tuve redes, pero me salí.
V. D.: ¿Por qué?
D. V.: (Risas). Por varias razones. Me empezó a preocupar la cantidad de información personal que uno le empieza a dar a esas redes sin nada a cambio. Hay un aspecto de privacidad que me empezó a incomodar bastante y no me gusta. En la medida en que esas empresas van creciendo, van utilizando esa información. Además, la cantidad de tiempo que invertimos ahí es perdido. Uno se pone a ver las horas y horas que gastamos ahí y es tiempo que nunca más va a regresar. Tal vez el activo más escaso que tenemos es el tiempo. Entonces regalar nuestro tiempo es una tragedia. En vez de eso, es mejor empezar a utilizar esas dos o tres horas en algo que pueda ser más productivo, algo más eficiente, como leer un libro. Me fascina leer, si tuviera más tiempo, leería más, o pasaría más tiempo con personas.
V. D.: ¿Pero creo que tiene una cuenta en Twitter?
D. V.: Soy relativamente activo en Twitter para leer noticias. Soy más un consumidor que un productor de contenido. Leo, básicamente, y de vez en cuando lanzo alguna cosa. Me parece que es una forma de dar mucho tiempo sin nada a cambio y al final terminamos perdiendo más que ganando.
V. D.: ¿No se ha ganado nunca un insulto en Twitter?
D. V.: (Risas) Claro, eso es una parte que me imagino tú ya aprendiste…
V. D.: No, pues imagínese… (risas).
D. V.: Sí, está uno bajo ataques diariamente, a la empresa la atacan. Hay una negatividad enorme y hay que aprender a ignorar todo eso. Hay una gran ventaja de estar por fuera de eso y no meterse en esa negatividad, en medio de ese barro de lama.
V. D.: Mark Zuckerberg, creador de Facebook, ¿es un ángel o un demonio?
D. V.: Es una pregunta bastante difícil. Creo que es un poco de los dos, no creo que sea una persona malintencionada. No creo que haya tenido un plan maquiavélico de construir esa red, que al final terminó siendo un vehículo tan grande de manipulación. No creo que haya sido esa la intención. Creo que las intenciones desde el principio fueron bastante positivas, y uno ve parte de los productos de Meta, como WhatsApp, por ejemplo, es increíble lo que ha generado esa posibilidad de comunicación global. Y en Facebook está la posibilidad de estar conectadas 4.000 millones de personas, la cantidad de trabajos que ha creado, la cantidad de comunicación que ha creado es gigantesca. Hay muchísimo valor positivo en esa tecnología. Pero, definitivamente, hay un lado bastante negativo, que es la forma como se utilizan esas redes para manipular a la gente. Ellos están tratando de ver cómo minimizar lo negativo y aumentar lo positivo. Es lo mismo que pasa con cualquier tecnología, como la energía atómica. Esta puede ser la solución del mundo en energía, pero también se pueden construir bombas atómicas.
V. D.: En algunos casos, Facebook se ha convertido en un instrumento para atentar contras las democracias...
D. V.: Sí, correcto, especialmente en esos casos de clara manipulación donde Gobiernos han entrado a tratar de manipular la información de la gente. Han tratado de ver cómo cambia la forma en que la gente piensa. Eso es muy peligroso.
V. D.: ¿Por qué llegó a vivir en Brasil?
D. V.: Estaba trabajando en un fondo de inversiones en Nueva York, y era el único latinoamericano. Un día mi jefe me dijo: “David, usted es lo más cercano a un brasilero, por qué no se mueve a Brasil y abre nuestra oficina allá en São Paulo”. Creo que ni siquiera sabía que eran idiomas diferentes. Quedé feliz, y esa fue mi primera oportunidad de emprendimiento. Irme de Nueva York a São Paulo. Me fascinó quedarme en Brasil y me gusta mucho.
V. D.: Este domingo usted cumple 41 años. Y, justamente, Brasil elige presidente. ¿Quién va a ganar? ¿Lula o Bolsonaro?
D. V.: No sé (risas). En esa no me meta, Vicky, es muy complicada.
V. D.: Las encuestas dicen que Lula retornará al poder.
D. V.: Las encuestas dicen que será Lula, pero ya veremos el domingo qué pasa.
V. D.: ¿Usted puede votar o no?
D. V.: No puedo votar.
V. D.: Menos mal, ¿no?
D. V.: Menos mal, menos mal…
V. D.: (Risas). ¿Qué piensa de lo que está pasando en América Latina con el regreso, con mucha fuerza, de los gobiernos de izquierda?
D. V.: Es un péndulo, de derecha a izquierda y viceversa. Al final del día, la gran mayoría de la población se está dando cuenta de que ninguna de las dos corrientes está resolviendo sus problemas. Hay mucha insatisfacción con los gobiernos. El cambio termina siendo una forma de tratar de ver si la puerta siguiente es la solución. Lo que termino viendo son gobiernos de derecha con un foco muy grande en los más desfavorecidos y la población más vulnerable. Por ejemplo, este gobierno de derecha de Bolsonaro ha tenido el foco en los más pobres, en los más desfavorecidos. En la pandemia fue un gobierno muy activo en tratar de contener los efectos en las áreas más desfavorecidas, y fue un gobierno de derecha. Por otro lado, hay gobiernos de izquierda, más moderados, que ven lo privado como un sector importante.
V. D.: ¿Será una realidad la recesión en el mundo?
D. V.: Es probable que se avecine una recesión el próximo año. No hay forma de escaparse. Vienen subiendo mucho las tasas de interés. La inflación está muy alta, todos los bancos centrales están tratando de pararla, subiendo las tasas, y eso al final probablemente será una recesión, espero que corta.
V. D.: ¿Cómo se puede combatir la inflación en Colombia?
D. V.: El Banco de la República viene combatiendo esa inflación con tasas de interés altas. Lo que se busca es bajar la demanda, es un mecanismo antichoque. Estamos contribuyendo a que la inflación de Colombia baje en el largo plazo. Si logramos competir con esos bancos, bajando las tarifas, las tasas de interés y brindando más acceso, eso inevitablemente lleva a una economía de desinflación porque trae más comercio y oportunidades.
V. D.: Para usted, ¿cuál es el rico más admirable en Colombia y fuera del país?
D. V.: Vicky, qué pregunta más difícil (risas). Voy a hablarle de los casos que nos han inspirado, como Charles Feeney, cofundador de los Duty Free Shop en los aeropuertos. Él hizo eso en los años ochenta. Se volvió uno de los hombres más ricos del mundo cuando vendió su compañía e inmediatamente se dedicó a la filantropía y gastó todo su dinero en metas sociales. Hay un libro de su caso que se llama El billonario que nunca fue. Todo el mundo pensaba que era billonario, realmente no lo era, había heredado toda su fortuna en vida y se dedicó por 40 años a crear universidades en Vietnam, hospitales en el Sudeste Asiático, contribuyó con la paz de Irlanda. Una de las frases que él dice es “Quiero que mi cheque rebote”, y eso es lo que nosotros decimos: queremos que nuestro último cheque rebote, porque al final del día, cuando se acabe el tiempo, nos gastamos todo y pudimos invertir todo ese dinero en oportunidades sociales.
V. D.: Me habló del millonario extranjero que admira, pero no me ha respondido sobre el colombiano.
D. V.: Estoy aprendiendo todavía el ecosistema local.
V. D.: En medio de tanta pobreza, hay cierta antipatía con la gente que tiene más dinero. ¿Usted la ha sentido?
D. V.: Creo que sí existe. Sinceramente, en Colombia no la he sentido y eso ha sido interesante. La gente ha celebrado mucho el éxito que hemos tenido como empresa hasta ahora. Ha sido muy positivo. En Brasil, tal vez, ha sido un poco diferente porque no entienden qué hace un colombiano haciendo todo esto en Brasil.
V. D.: Usted es consciente de la desigualdad social, me imagino...
D. V.: Hay gente que empieza la maratón diez o cinco kilómetros adelante, eso es real. El lugar de nacimiento y la condición socioeconómica en cualquier país como Colombia casi que determinan el ciento por ciento de la perspectiva de vida de alguien. En Colombia se necesita entre nueve y 11 generaciones para ir de la clase baja a la clase alta.
V. D.: ¿Y usted empezó diez kilómetros adelante, atrás, o en el punto de partida?
D. V.: No sé cuántos kilómetros, pero definitivamente empecé adelante. Mis padres se preocuparon muchísimo por mi educación. Crecí en una familia muy estable. Tuve muchísimas oportunidades, como estudiar en Estados Unidos. Trabajé muy duro. No es que todo haya llegado en bandeja de plata. Hubo mérito propio, definitivamente, pero también condiciones personales que hicieron que mi trayectoria hubiera sido tal vez más fácil que la trayectoria de otra gente. Hay personas que han tenido que luchar mucho más.
V. D.: ¿Y cuál fue el trabajo más difícil que le ha tocado?
D. V.: Los diferentes trabajos en los que he estado, después de mi graduación, han sido de 100 y 120 horas a la semana, especialmente empezando con Nubank. Básicamente vivía en el lugar de trabajo. Empezamos la compañía en una casa de dos pisos. Mi cofundador vivía en el segundo piso. Yo básicamente dormía en el primer piso, o pasaba muchas noches en el primer piso. No salimos de esa casa por seis o 12 meses porque trabajábamos como locos.
V. D.: ¿Es fácil abrir una cuenta en Nubank?
D. V.: En Colombia, solo tenemos una tarjeta de crédito. Es muy fácil pedirla, es bajar la aplicación de Nubank para Android o iPhone. Se toma una foto, pone su información y dura dos minutos pidiendo la tarjeta. Ahí inicia un proceso de aprobación del crédito. No podemos decirle sí al ciento por ciento de la gente todavía. Tenemos que ir creciendo disciplinadamente.
En Brasil, abrir una cuenta dura un minuto, es muy fácil. Inmediatamente, la gente puede empezar a recibir su salario en nuestra cuenta. Servimos a todos los clientes digitalmente. No hay sucursales y por eso podemos ofrecer servicios en los que no cobramos nada. Tenemos cero comisiones. Cobramos una tasa de interés cuando la gente financia, pero no tenemos ningún tipo de comisión escondida, ni por aquí ni por allá. La idea es que como es un modelo más eficiente, sin sucursales, podemos trasladar esa eficiencia al consumidor final, sin tener que cobrar todo ese montón de condiciones y ofreciendo trabajo.
V. D.: O sea, en Nubank, ¿cero chequeras, extractos en papel, recibos de consignaciones, etcétera?
D. V.: Todo se hace digitalmente. Se ahorra horas, paga cero y uno es feliz.
V. D.: ¿Es justo que una persona dure toda la vida pagando su casita y que, además, la pague tres o cuatro veces?
D. V.: Es difícil saber qué es justo porque nadie sabe esa respuesta. El banco va a dar varios préstamos y varios se van a perder y se va a perder el capital. Eso significa que, si la tasa es más alta, hay que traer más competencia. Es el mercado el que define qué es justo y qué no.
V. D.: ¿Usted qué quiere dejarle al mundo?
D. V.: Me gustaría que la gente se viera empoderada a construir, a resolver problemas. Que salgamos muchas veces de esa visión de víctimas en la que dependemos de muchas fuerzas. Que veamos problemas como grandes oportunidades para ayudar a resolver. Por ejemplo, frente a esa mala experiencia con los bancos, como me pasó en Brasil, mucha gente se hubiera sentado y quejado del banco. Pero vi una oportunidad gigantesca de ir y competir contra él. En Medellín, Bogotá o Cali, todos los días salimos a las calles y muchos servicios no funcionan. La salud no funciona, la educación no funciona, otros servicios no funcionan. Todas esas son oportunidades de resolver problemas y, en vez de sentarnos a criticar, podemos pararnos y construir.
V. D.: Defínase con una palabra. ¿David Vélez es?
D. V.: Un constructor.