A pesar de habernos pasado la última década reformando al sistema de contratación pública con la promesa de acabar la corrupción y garantizar la libre competencia, y a pesar de los esfuerzos de Colombia Compra, como ente rector, en la creación y establecimiento de manuales, guías y el establecimiento de lineamientos, el sistema de compras públicas sigue siendo un ambiente hostil, lleno de lagunas y escenario de toda clase de arbitrariedades por las entidades contratantes.
Sí, no hay tarea más ingrata que participar en las licitaciones en nuestro país, una actividad con alto nivel de incertidumbre, donde la mejor regla inventada es dejar a la suerte y el azar el resultado final, para garantizar transparencia y evitar la manipulación.
Ríos de tinta se han escrito en diagnósticos, informes y reportes de órganos de control, gremios y académicos sobre la baja participación, o mejor dicho, sobre los proponentes únicos y los pliegos dirigidos, sin mencionar la contratación directa que sigue siendo la regla general y utilizada para evadir los procesos competitivos.
En la búsqueda de alternativas y mecanismos destinados a minimizar la corrupción, promover la participación y garantizar la aplicación de reglas justas e igualitarias se han diseñado diferentes soluciones. Los pliegos tipo, por ejemplo, son una de esas soluciones que se han implementado para tratar de atacar el problema sistémico, algunos los ven con resultados positivos, otros como inflexibles, complejos y en todo caso maniobrables.
La plataforma web de contratos del Estado, el famoso SECOP, también es otra estrategia de publicidad, transparencia y gestión de la información pública de contratación. Pero quién no ha sufrido con las incontables fallas y limitaciones del software, desde caídas, imposibilidad de acceso, hasta mensajes al interior del proceso que nadie sabe cómo se publican.
Aunque los anteriores esfuerzos han representado pequeñas victorias, acompañadas de complejidades por supuesto, en el periodo actual, licitar tiene otros grados adicionales de complejidad. Hemos tenido que presenciar licitaciones declaradas desiertas a pesar de existir proponente, licitaciones adjudicadas que luego son revocadas sin que se cumplan las causales excepcionales, grandes licitaciones sin que se resuelvan conflictos de interés por meses, licitaciones suspendidas por recomendación de la Procuraduría, entidades que nunca responden las preguntas y solo copian y pegan “remítase al texto de pliego”, matrices de riesgos que solo describen incumplimientos, audiencias de riesgos a las que asisten entidades sordas, procesos de selección con condiciones de imposible cumplimiento para cualquier interesado, entidades que nunca escuchan a los oferentes y podemos continuar con los casos sorprendentes que resquebrajan el ordenamiento legal.
Es innegable entonces que los retos evolucionan a una velocidad mucho más rápida que las herramientas destinadas a contrarrestarlos. Y si milagrosamente nada de lo anterior sucede, siempre puede llegar una medida cautelar de un juez que deje todo en suspenso.
Si después de haber llegado a este punto, usted todavía quiere licitar en Colombia, la incertidumbre es su zona de confort y confía que la suerte estará de su lado con la balota final; es un compatriota valiente.
No tengo la solución mágica para los problemas del sistema de compras públicas, solo un llamado para que no normalicemos y aceptemos los problemas sistémicos que continúan sin resolver.
Hay que reconocerlo: aquí no gana el mejor, ni la mejor oferta; gana el que puede, el que sobrevive en el rally de la contratación.
Por: Paola Larrahondo, socia de Administrativo, constitucional e infraestructura en Gómez - Pinzón.