Las operaciones de fusiones y adquisiciones se han movido a la cadencia de la economía no solo en Colombia, sino también en la región. Si bien el año pasado hubo una gran actividad de compra y venta de empresas, y de la operación histórica de las ofertas públicas de adquisición de Sura y Nutresa, en medio de un año de crecimiento, 2023 –caracterizado por un proceso de desaceleración– arrancó con un apetito menor.

Se ha notado apetito por algunos activos distress y por activos para inversionistas con un mayor perfil de riesgo.

“Esta tendencia a la baja no solo obedeció a la incertidumbre generada por la entrada del nuevo Gobierno y a las llamadas reformas estructurales que se propusieron ante el Congreso de la República, lo que produjo incertidumbre en los inversionistas, sino también tuvo como causa la amenaza de recesión de Estados Unidos aunada a los efectos económicos de la invasión de Rusia a Ucrania”, señala Lina Uribe, socia de Gómez Pinzón.

Como explica Felipe Aristizábal, socio de DLA Piper Martínez Beltrán, según las estadísticas, en los primeros meses del año se presentó una reducción de cerca del 46 por ciento en el volumen de operaciones en comparación con el año anterior. De hecho, el arranque del año contrastó con el cierre de 2022, periodo en el que, como advierte Jaime Robledo, socio de Brigard Urrutia, “vivimos un alza inusual en el número de transacciones, causado, entre otros, por el aumento de la tarifa del impuesto de ganancia ocasional aprobado en la última reforma tributaria”.

A su vez, Andrés Crump y Jaime Trujillo, socios del área de Fusiones y Adquisiciones de Baker McKenzie, consideran que las condiciones macroeconómicas han marcado de manera significativa la dinámica local y regional en materia de fusiones y adquisiciones. “La menor liquidez de los mercados internacionales, las presiones inflacionarias y las altas tasas de interés han impactado el volumen de transacciones en la región”.

Andrés Crump y Jaime Trujillo, socios de Baker McKenzie. | Foto: Revista Semana

Además, la coyuntura política, las reformas presentadas ante el Congreso –en especial la laboral, la pensional y la de la salud– y los anuncios de cambios regulatorios y ajustes en sectores como el de energía, ambiente, agro y tierras provocaron incertidumbre e impulsaron a los actores del mercado de fusiones y adquisiciones para actuar de forma cautelosa y mesurada a la hora de colocar sus capitales en el mercado colombiano.

Lina Uribe, Socia de Gómez Pinzón

Y aunque una vez terminó el primer trimestre el mercado volvió a adquirir un nuevo ritmo, como explica Jaime Cubillos, socio de Posse Herrera Ruiz, por coyuntura política, ciertas industrias han quedado rezagadas en inversión, como es el caso de los sectores de la salud, la infraestructura y la exploración de recursos naturales.

“Las elecciones regionales de octubre y la reacción de la institucionalidad y los sectores políticos frente a los resultados serán determinantes para mantener un flujo de inversión”, dice. En el último año, distintas transacciones movieron esta área de práctica.

El intercambio de acciones y la operación entre el Grupo Gilinski y el Grupo Empresarial Antioqueño (GEA) para el desenroque de este último; la compra de HDI del negocio de Liberty Seguros en Brasil, Colombia, Chile y Ecuador; la creación de la plataforma aeroportuaria de Odinsa y Macquarie; el apetito por negocios de infraestructura, en especial vías que ya están operando, no en fase de construcción; la adquisición de Advent de la mayoría accionaria de la operadora hotelera GHL, y movidas como las de la chilena Parque Arauco, que se ha quedado con posiciones mayoritarias de centros comerciales, como Titán Plaza en Bogotá, marcaron la agenda.

También se destacan la compra de Ashmore de una participación en Concesionaria Ruta Bogotá Norte y del 85 por ciento de la Sociedad de Oncología y Hematología del Cesar.

Felipe Aristizábal, Socio de DLA Piper Martínez Beltrán

Una de las principales discusiones es qué tanto influye en las operaciones de fusiones y adquisiciones la coyuntura política local. Para Aristizábal, influye, pero no es determinante. “Los inversionistas (tanto colombianos como extranjeros) tienen una línea roja: la seguridad jurídica. En el momento en que la seguridad jurídica sobre sus inversiones se ponga en entredicho, ese inversionista perderá el interés de invertir en el país y buscará liquidar sus posiciones. Si la seguridad jurídica se mantiene, la inversión seguirá fluyendo. En esa medida, mientras la coyuntura política no se traduzca en un ataque directo a la seguridad jurídica de la inversión, las decisiones sobre fusiones y adquisiciones se seguirán dando. Por supuesto, el enfoque legislativo y el diseño de incentivos fiscales dirigirán la atención de los inversionistas hacia unos u otros sectores, pero, por el momento, no se prevé que la coyuntura afecte dramáticamente la toma de decisiones”, asegura.

Felipe Cuberos, socio de Philippi Prietocarrizosa Ferrero DU & Uría (PPU), considera que el impacto de la coyuntura local en este tipo de operaciones es “más de lo deseable, pero, curiosamente, menos de lo esperado. Es posible que el golpe más duro se sienta a partir del próximo año, pero también hay algo de confianza de los inversionistas en este momento por la postura firme que ha adoptado el Poder Judicial para hacerles frente a algunas situaciones que hubieran podido crear mucha inestabilidad jurídica”.

Por otro lado, la volatilidad del dólar, que alcanzó los 5.000 pesos, pero ha retornado a niveles de 4.000, al igual que las tasas de interés, hoy en 13,75 por ciento, han sido variables determinantes en las operaciones.

Felipe Cuberos, Socio de PPU

“Creemos que la volatilidad del dólar junto con una inflación alta han llevado a un alto costo de capital, frenando financiaciones locales y extranjeras. Esto lleva a que los inversionistas más activos en el mercado sean los que tengan liquidez y capacidad propia. Se han pausado operaciones de mayor riesgo, que se apalancan con el sector financiero”, explica Felipe Cuberos, de PPU.

Por su parte, para Felipe Mariño, socio de Cuatrecasas, el dólar tiene un efecto doble. Por un lado, hay inversionistas con mayor perfil de riesgo que tienen apetito por activos cuyo precio se ha visto castigado por la devaluación del peso y otras situaciones macroeconómicas, y ven ahí una oportunidad. La otra cara de la moneda son inversionistas que tenían tesis de inversión de corto plazo y que, con la volatilidad de la moneda, han tenido dificultades para lograr los retornos esperados en dólares al haber comprado con una tasa de cambio más barata.

Por otro lado, las operaciones de deuda se han visto afectadas por el alza de las tasas de interés. “Hemos visto negocios en los que se ha preferido suspender el desarrollo de los proyectos, porque las financiaciones los hacen inviables. Con la estabilización de la inflación, la reducción de las tasas de interés y los vientos de recesión más calmados, creemos que las financiaciones van a reactivarse”, señala Robledo. De hecho, la crisis del covid dejó cicatrices que se mantienen.

Como advierte Cuberos: “Hay varias compañías arrastrando males que vienen desde la pandemia, y algunas otras cuyo nivel de endeudamiento de la época, en que había tasas de interés relativamente bajas, ahora no las está dejando avanzar. Hay un aumento en los pasivos reestructurables, y lo que se espera es que algunos procedimientos de emergencia, que son de más corta duración, diseñados con vocación de temporalidad durante la pandemia, tengan ahora la vocación de mantenerse como legislación permanente”.

La dinámica de las fusiones y adquisiciones no solo ha cambiado el ritmo, también los intereses por activos y la velocidad de los negocios.

Jaime Robledo, Socio de Brigard Urrutia

Según Mariño, entre agosto de 2022 y agosto de 2023 se ha observado un cambio en la percepción de riesgo y en los precios. Además, la negociación y cierre de las transacciones están tomando, en general, más tiempo, y las expectativas de precio entre vendedores y compradores, en muchos casos, han tenido que encontrar puntos medios, con alternativas como precios variables o earn-outs atados a resultados futuros de la operación de la compañía adquirida e, incluso, con pagos diferidos de parte del precio o lo que se conoce como seller financing.

“Lo que hemos notado este año es que hay apetito por ciertos activos en distress (en dificultades financieras) y por activos que, por factores como la depreciación del peso, se han vuelto atractivos para inversionistas con un mayor perfil de riesgo. También hemos visto más activos a ciertos inversionistas estratégicos que ven en este momento de turbulencia una buena oportunidad para expandir su negocio en jurisdicciones donde no tenían presencia”, concluye.

Por ahora, el mercado está a la expectativa de los negocios futuros, como el perfeccionamiento de la adquisición de control sobre Nutresa y el desenroque del GEA, que, a la vez, pueden movilizar inversionistas estratégicos en Grupo Sura y Grupo Argos, como acaba de ocurrir con la movida de Cementos Argos en Estados Unidos. Allí se integró con Summit Materials y se quedó con el 31 por ciento de la compañía integrada, y en la que solo la operación de Cementos Argos en Estados Unidos fue valorada en 3.200 millones de dólares.

Asimismo, se destaca la operación del Grupo Éxito, que llevó la acción a tres plazas bursátiles –Colombia, Brasil y Estados Unidos-, movimiento que puede venir acompañado de una posible venta de esta cadena de retail tras la capitalización de Casino y el interés de enfocarse en Europa. Aunque el ritmo ha bajado, los negocios no paran y buscan retomar su dinámica.