El encuentro de dos mujeres con una gran imaginación hace 23 años le dio vida a una de las productoras audiovisuales más grandes del país, que con sus películas y series ha puesto a brillar a los talentos colombianos fuera de las fronteras.
Se trata de CMO Producciones, la firma que les dio vida a películas como Bolívar soy yo y Soñar no cuesta nada, así como a las telenovelas Correo de inocentes, La niña, la segunda temporada de Pasión de gavilanes, y por supuesto, a la exitosa serie de Netflix, Pálpito.
Todo comenzó cuando Ana Piñeres y Clara María Ochoa se conocieron al trabajar juntas en la Dirección de Cinematografía del Ministerio de Cultura. Clara María, para ese entonces, ya era reconocida en el mundo audiovisual, ya había hecho películas y había sido socia de Proyectamos Televisión. Acababa de crear una empresa e invitó a su compañera de trabajo para que se uniera a su emprendimiento.
En 2000 arrancó CMO Producciones y las dos empezaron a trabajar para sacarla adelante. Comenzaron a hacer cine, pero en 2003 decidieron pausar y entrar a otro negocio, el de los restaurantes, aprovechando que ambas son apasionadas de la cocina y de la buena música. Con su restaurante Claroscuro –nombre en homenaje al cine– fueron de las empresarias pioneras de la llamada Zona G en Bogotá. “Fueron unos años maravillosos, un pare en el camino para hacer algo que nosotras queríamos y cumplir un sueño de creatividad”, recuerda Ana.
Sin embargo, su instinto cinematográfico no se apagó y, sin buscarlo, les llegó la posibilidad de hacer una película de un tema de la vida real, pero que parecía un guion de cine: el famoso caso de la guaca que se encontraron unos soldados. Al leer la noticia en el periódico, Clara María supo que esa sería su próxima película.
La cinta Soñar no cuesta nada se hizo en menos de ocho meses y representó a Colombia en los Óscar. También estuvo nominada en los Premios Goya, se presentó en Cannes y fue la más taquillera de 2006.
“En ese momento nos convencimos de que teníamos que concentrarnos en el cine, no solo porque era nuestra verdadera vocación, sino porque el restaurante era cada vez más demandante y era como tener rodaje todos los días”, comenta Ana.
Tras el éxito de Soñar no cuesta nada, en CMO pensaron que si en Estados Unidos se estaban haciendo series de televisión con formato cinematográfico y aquí en Colombia solo se hacía novela, era el momento de incursionar en ese formato. Así empezaron a hacer cine para televisión y desde entonces no han parado. “Clara María y yo nos dedicamos a pensar en historias porque las dos somos guionistas. Nos dimos cuenta de que en Colombia se estaban volviendo populares las series de capos y nos preocupó porque no queríamos que ellos fueran los héroes, así que optamos por hablar del narcotráfico, pero desde el lado de las víctimas. Así nació Correo de inocentes, una historia sobre los correos humanos (conocidos como mulas)”, precisa Ana.
Su apuesta ha sido por series, que si bien son entretenimiento, también cuenten con un sentido social. También decidieron darles protagonismo a las mujeres heroínas, vengadoras o justicieras. Por ejemplo, el tema de la trata de personas lo desarrollaron en La promesa y el de los menores guerrilleros y reinsertados a la vida civil fue el eje de La niña.
Tras varios años de trabajar con los canales locales, CMO se empezó a beneficiar del interés de las plataformas de streaming por Colombia. Entraron en contacto con Netflix y allí conocieron la historia de Pálpito, que también cuenta el drama social del tráfico de órganos. Luego vino un proyecto para NBC Universal, que rodaron durante ocho meses en pandemia en Villa de Leyva: la segunda temporada de Pasión de gavilanes y ya iniciaron el rodaje de la segunda temporada de Pálpito.
CMO Producciones emplea hoy a 25 personas de base, pero en cada proyecto aumenta su mano de obra según la necesidad. Por ejemplo, para Pasión de gavilanes fueron 450 personas.
Ana Piñeres atribuye los buenos resultados de CMO a la creatividad y pasión de su equipo, pero también al salto cuántico que ha tenido la industria audiovisual del país, gracias a los incentivos creados para obtener financiación de empresas nacionales y extranjeras. Le preocupa la discusión reciente sobre el concepto de economía naranja, el cual pide no estigmatizar, pues más allá del nombre, que puede ser el de industrias creativas, lo importante es no frenar una serie de procesos que han consolidado a Colombia como un escenario maravilloso para rodajes.
“Esos incentivos sirvieron para demostrar que hacíamos un buen trabajo, que teníamos talento, proveedores de servicios, buenas productoras y actores. Indiscutiblemente había que entrar en un modelo de internacionalización y la ventaja es que aquí había con qué”, enfatiza Ana, quien además de socia es la gerente de CMO.
Una prueba de que la creatividad también es un buen negocio.