Recientemente, una colombiana fue noticia porque se inventó haber trabajado para Studio Ghibli, un estudio japonés de animación, considerado por la crítica especializada como uno de los mejores de su categoría en la actualidad.
El engaño generó bastante ruido en las redes sociales, al punto que la creciente industria de animación nacional decidió salir a mostrar que, si bien la protagonista de esta historia mintió, lo que no es mentira es que Colombia es hoy un importante proveedor de animaciones para la industria audiovisual global.
Así lo explica Daniel Vélez Carvajal, fundador del estudio de animación paisa Bombillo Amarillo. Recuerda que desde el año 2000 empezaron a crearse estudios, pero fue en 2007 cuando el Gobierno decidió ponerles el ojo a las industrias culturales y en el sector se dan cuenta de que pueden exportar.
Hoy, los cinco estudios más grandes traen entre ocho y diez millones de dólares al año por sus ventas al exterior. “Históricamente, los colombianos no hemos sido ni productores ni consumidores de animación, pues los pocos que arrancamos iniciamos con publicidad. Hacer un corto animado ya era mucho e iniciamos con el tema aquellos a los que nos gustaba dibujar y queríamos ganarnos la vida dibujando, lo que no sabíamos era que era tan difícil”, recuerda.
Al igual que la industria de las flores, que se desarrolló en el país con vocación exportadora, la industria de la animación ha crecido apuntándole al mercado internacional. El motor propulsor han sido las convocatorias estatales y los programas del Ministerio de Cultura, los cuales financian pilotos, que luego son vendidos al exterior.
Prueba de ello es lo que pasó con el estudio ZincoTools, que creó la serie Joaco vs. Paco, la cual consiguió inversión de Cartoon Network y se convirtió en 2021 en la primera producción digital colombiana en ser transmitida por el renombrado canal infantil.
Se estima que la industria total global de animación mueve unos 300.000 millones de dólares al año, siendo Japón uno de los mayores productores. En América Latina el primero es México por su cercanía con Estados Unidos y ahora Colombia se estaría disputando el segundo lugar con Argentina.
“La pandemia nos dio un gran impulso, porque en ese momento creció la necesidad de contenido y empezaron a mirar a la región, pues antes solo veían a China e India. Nos empiezan a mandar pruebas para ver si teníamos la capacidad y así hemos venido creciendo todos”, comenta Vélez Carvajal, cuya empresa tenía 30 empleados en 2020, ahora va en 70 y el año pasado facturó alrededor de 4.100 millones de pesos.
En su concepto, la ventaja competitiva de la animación colombiana no está en el costo de la mano de obra, sino en su calidad; además, le favorece la zona horaria para atender los mercados de Canadá y Estados Unidos.
Igualmente, se destaca el caso del estudio bogotano Dinamita, que anima capítulos de Rick and Morty, una serie de televisión estadounidense de animación para adultos que se transmite por HBO Max y Amazon Prime. Ellos les dan trabajo a 75 personas y facturan más de un millón de dólares al año.
El también bogotano Insert Coin vende 1,5 millones de dólares anuales, emplea a 75 personas y es actualmente la casa donde se anima Cocomelón, uno de los contenidos más importantes del mundo de YouTube, con más de 2,6 millones de suscriptores. Sus contenidos no solo se ven en este canal, también está en Netflix.
El mismo nivel de facturación tiene Mamoncillo, que es uno de los estudios más jóvenes del país y trabaja con estudios canadienses. Con 70 empleados hace contenido para jugueteras como Mattel (Barbie y Polly Pocket).
También sobresale Piragna, que son los animadores y dueños del Frailejón Ernesto Pérez, lo que para Vélez Carvajal representa lo que debe ser el futuro de esta industria y es crear personajes icónicos tipo Bob Esponja, el cual tiene vida propia y viene acompañado de un montón de productos. Así mismo, cree que lo ideal es poder educar a las audiencias y ojalá llegar al nivel de México, en donde cada año sacan dos o tres películas animadas.
Finalmente, en lo que respecta a la posibilidad de atender el mercado japonés, como lo dijo la mujer del engaño, este empresario dice que es difícil, pues el anime es bastante exigente y además la zona horaria no favorece a los animadores colombianos, “pero seguro allá también llegaremos”, concluye.