El gobierno de Gustavo Petro, a través del Ministerio de Agricultura, ha dicho que la reforma agraria ya comenzó y su avance se estaría dando con la titulación de tierra a quienes la van a producir, no solo para salir ellos mismos de los altos niveles de pobreza que tiene el campo colombiano, sino para garantizar la seguridad alimentaria, de manera que el país no tenga que importar tanto alimento, lo que, con un dólar por las nubes, encarece el costo de vida y presiona la inflación.
En la ruta de hacer la reforma agraria, el mandatario de los colombianos firmó un acuerdo con el gremio de ganaderos, Fedegán, para la compra de tierras fértiles, y se habló inicialmente de 3 millones de hectáreas. Otras piezas del rompecabezas de la reforma agraria se han venido mostrando, como el uso de propiedades que están bajo la tutela de la SAE (Sociedad de Activos Especiales), que se pondrían en arriendo para uso de los productores del área rural.
En medio de esos avances que, por demás, se están dando a pasos lentos, pues existen varios requerimientos (principalmente financieros) por resolver, José Félix Lafaurie, presidente del gremio de ganaderos, destapó sus cálculos sobre el ingreso que generaría un productor, según diferentes escenarios: si tiene elementos para producir, si tiene mucha tierra, si tiene poca extensión, entre otras.
Así las cosas, lo primero que puso sobre la mesa el dirigente gremial es que “el 89% de los ganaderos colombianos tiene menos de 100 animales y, dentro de ese gran segmento de pequeños productores, el promedio es de 21 animales y 25 hectáreas”.
Con el fin de hacer las cuentas de qué tanta oportunidad tendrían los habitantes del campo al recibir una tierra para producir, de salir de la pobreza, que es el objetivo que busca el gobierno, Lafaurie puso en el debate las grandes diferencias que hay entre tener un pedazo de suelo en una región con cierto grado de desarrollo y una rezagada. “Un ganadero con 100 vacas lecheras y tierra donde alojarlas en una zona como la Sabana de Bogotá, ni es pequeño ni es pobre, pero en gran parte de la Orinoquía y en otras regiones, la Unidad Agrícola Familiar, UAF, definida como la cantidad de tierra para que una familia pueda sostenerse y generar algún excedente, supera las 1.000 hectáreas, sin que se pueda hablar de ganadería improductiva, sino de tierra improductiva”.
En el escenario de una tierra improductiva, “un ganadero con las 25 hectáreas promedio, no solo es muy pequeño, sino muy pobre, con tierra insuficiente y además improductiva”, expresó el presidente de Fedegán.
El gremio, según expresó Lafurie, realizó un modelo de simulación que compara la productividad y la capacidad de generación de ingresos de esa parcela promedio, con ganadería convencional, teniendo en cuenta que el gobierno apunta a acelerar el desarrollo del campo y el bienestar de sus habitantes.
En consecuencia, el cálculo de Fedegán estima que en el caso de un campesino con 21 animales en condiciones convencionales, generaría un ingreso neto mensual de $924.000 (menos de un salario mínimo actual). Y eso se daría “en un horizonte de diez años, sin contar los animales”. Adicionalmente, si el productor en el campo tuviera que cubrir esa inversión inicial, su ingreso mensual se reduciría a $488.000.
Pero no es el único escenario que expone Fedegán. “Si en esas hectáreas desarrolla un sistema silvopastoril intensivo, incluso con menos hectáreas, solo con 20, podría tener hasta 105 bovinos, saliendo del rango de pequeño ganadero”.
El meollo del asunto está en la plata, pues para que el pedazo de tierra mencionado sea productivo se requiere una inversión estimada en $7,3 millones/hectárea, $148 millones para 20 hectáreas. Dicha inversión, “multiplicaría por cinco el número de animales, hasta 105, que le costarían unos $251 millones. La inversión sube, pero también los ingresos, por mayor producción en leche y en kilos del novillo gordo”.
De acuerdo con las cuentas realizadas por Fedegán, la alternativa para que la reforma agraria sea exitosa requiere mucho más que entregarles la tierra a los productores, la cual, además, debe ser “suficiente”. También es imperativo acompañar esa entrega de tierra con condiciones de producción (vías, energía, riego, crédito, etc.), porque, enfatiza Lafaurie, “la tierra insuficiente -la ‘parcelita’- y la falta de integralidad -la ‘parcelita pelada-, fueron la razón de anteriores fracasos”.