La conocida frase de que una crisis se puede convertir en una oportunidad dejó de ser un cliché para la cadena de comidas rápidas Frisby y se convirtió en realidad.
Esta firma pereirana, cuya gerente y cofundadora es una convencida de que se puede y se debe hacer empresa para que ganen los dueños, los empleados y la comunidad, tuvo en 2020 la coyuntura perfecta para comprobar la veracidad de sus teorías.En medio de la pandemia crearon una gerencia de innovación y pudieron desarrollar 20 proyectos nuevos.
Tener personal que de un momento a otro vio suspendidas sus labores fue el caldo de cultivo para incentivarlos a innovar; se organizaron por equipos y “así empezamos a descubrir talentos que no sabíamos que teníamos en la empresa. Nos dimos cuenta de que la cultura organizacional se come la estrategia, pues por más visión de futuro que se tenga, si no hay con quién llevarlo a cabo, difícilmente se van a lograr las metas. Evidenciamos que el amor por la empresa es genuino”, dice Liliana Restrepo, quien, junto con su esposo, Alfredo Hoyos Mazuera, fundó Frisby hace 44 años.
Recuerda que con el inicio de la crisis sanitaria lo primero que hicieron fue enfocarse en sus 4.000 colaboradores y en poner en práctica gran parte de la experiencia en materia de bioseguridad, una necesidad fundamental del sector de restaurantes.
Durante tres meses, muchos de sus locales en centros comerciales estuvieron cerrados. Lo que hicieron fue implementar rápidamente el servicio a domicilio en los puntos en donde no lo tenían, al tiempo que fortalecieron su página web.
Para el cuarto mes de la crisis habían logrado adaptarse a la nueva situación e incluso a final de 2020 pudieron darles bonos a sus empleados, esto gracias a ajustes en el flujo de caja y para no dejar de cumplir su promesa de compartir las utilidades. El año pasado, los ingresos de Frisby cayeron 13 por ciento y fueron de 358.210 millones de pesos, pero las utilidades solo bajaron 1,3 por ciento y fueron de 13.539 millones.
“La cultura que hemos creado dentro de la empresa es que, si a Frisby le va bien, a todos nos va bien y eso es algo que no podemos perder, incluso en momentos de crisis. Es una apuesta con la que buscamos ayudar en la transformación del país, ir más allá de las ventas y buscar el bien común”, asegura la empresaria, quien se siente agradecida por sobrellevar una crisis en la que se han perdido más de 40.000 restaurantes.
También les sirvió mucho la ayuda del Gobierno para cubrir nóminas y pagar a proveedores, y cree firmemente que a ellos se les han devuelto de manera positiva las acciones que han hecho para convertirse en una empresa inspiradora, un reconocimiento que les da la Andi a las compañías que resuelven desafíos sociales como parte integral de su negocio, al tiempo que aumentan su competitividad.
Trabajar formalmente es hacerlo de la mano de los colaboradores, pues la riqueza se construye de forma compartida, por eso también tenemos una apuesta por la educación con un colegio en el que se forman 515 niños, en los que queremos desarrollar el pensamiento crítico y los valores”, comenta Restrepo.
Se trata del Instituto Tecnológico de Dosquebradas, que ya ha graduado 22 promociones y tiene más de 50 estudiantes becados. Una de las características del colegio es que sus egresados se deben graduar con un propósito de negocio y los mejores proyectos pasan por un programa de emprendimiento en la Fundación Frisby. Uno de ellos, por ejemplo, montó un restaurante vegetariano en Pereira. “Nuestro propósito es estimular el amor de hacer empresa” reitera la gerente de Frisby.
El 2021 también ha venido con dificultades; no obstante, desde Frisby consideran que la clave está en entender que hay para todos, aunque no para la avaricia de todos. Cree que la coyuntura del malestar social ha servido para insistir en el capitalismo consciente, en el que se va mucho más allá de las utilidades y se deben buscar nuevas maneras para hacer las cosas. “No es fácil, pero se logra”, subraya.