A principios de abril de este año, por cuenta del fenómeno de El Niño, ante la reducción de los embalses que alimentan de agua a Bogotá, especialmente los de la zona oriental de la ciudad en Chingaza, y un incremento en el consumo que desde la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de la capital (EAAB) calcularon que representaría 500.000 nuevos usuarios, la Alcaldía tomó la decisión de iniciar un racionamiento de agua durante 24 horas por nueve turnos.
Aunque la medida se redujo hace unas semanas y los usuarios no tienen cortes cada 10 días, sino cada 18, la ciudad está a la expectativa de cuándo se levantará la restricción, en especial porque el fenómeno de La Niña llegó y los embalses han venido recuperando su disposición de agua.
Para el especial de las 100 Empresas de SEMANA, la gerente de la EAAB, Natasha Avendaño, calificó la situación del racionamiento como “atípica”. “No nos había tocado en Bogotá y hasta ese momento no iba a ser tan evidente la situación de cambio climático para el país”, dice.
Explica que la ciudad tiene un sistema de abastecimiento que, fundamentalmente, depende del sistema Chingaza, que es el 70 % del agua que consume Bogotá en condiciones normales, y que había sido ajeno a los fenómenos climatológicos agudos.
Las precipitaciones empezaron a bajar desde octubre del año pasado y la sequía se agudizó. Con reto adicional: los incendios forestales que afectaron los cerros de la capital y algunas zonas cercanas a la ciudad. “A finales de enero tuvimos los incendios forestales en los que gastamos 1,5 millones de metros cúbicos de agua para apagarlos, eso es casi que el consumo de toda Bogotá en un día”, agrega Avendaño.
¿Hasta cuándo irán los racionamientos? “Para no generar falsas expectativas, creo que deberíamos terminar el año definitivamente sin ningún tipo de esquema de restricción. Espero que en diciembre ya esté levantada la restricción en todas sus posibles variantes”, explica la gerente sobre la medida.
“El mensaje más importante es: tenemos que cambiar nuestra relación con el agua. Estamos ante la incertidumbre y esto que pasó puede volver a pasar y en todos los países del mundo en los que ha pasado se repite. El problema es que no sabemos cuándo. Tenemos que estar preparados para que cuando vuelva a pasar, no nos toque racionar. Porque el día que levante la medida de racionamiento es porque no voy a volver a ella nunca. Y porque tenemos que dejar a la empresa preparada para que la ciudad no vuelva a una medida de ese tipo”, sentencia Avendaño.
El racionamiento de agua también reflejará en la empresa un impacto en sus ingresos. “En este año vamos a tener un impacto duro en los ingresos de la empresa, que dependiendo de qué tanto duren las restricciones y la intensidad que tengan, puede estar entre los 100.000 y 130.000 millones de pesos menos de ingresos”, advierte Avendaño.
Para ella, esta situación es aún más compleja: “Nos pega duro, además, por una razón. Los ingresos de la Empresa de Acueducto, como los ingresos de cualquier empresa de servicios públicos, están 100 % regulados. Uno no puede cobrar lo que se le da la gana, uno cobra lo que la regulación establece a través de una metodología tarifaria. Todos esos ingresos están comprometidos en el plan de obras e inversiones regulados. Estamos ya en el año 8, es decir, ya estamos en 8 de 10 años. Es decir, tenemos toda la plata comprometida en obras que debemos hacer para poder garantizar la prestación del servicio”, explica Avendaño.
Y señala que el lío es que no se pueden dejar de hacer las obras porque, entonces, incumpliría no solo los compromisos regulatorios, sino que pondría en riesgo la calidad de prestación del servicio. “¿Qué me toca hacer mientras tanto? Pues tratar de endeudarme a las mejores tasas posibles”, dice, en un escenario en el que las tasas aún se mantienen altas. Y sentencia: “Este es un movimiento financieramente difícil. Pero, si no tengo agua, ¿cómo la vendo?”.