Como si se tratara de la apertura de una represa, las aguas de la inteligencia artificial se colaron en cada uno de los rincones de las universidades del país. La apertura de compuertas se ha intensificado a tal punto que hoy es común ver clases con asistentes virtuales, conocidos como chatbots, o evaluadores en línea, que van complejizando la naturaleza de las preguntas en tiempo real.
En el caso de los estudiantes de Ingeniería de la Universidad Nacional, las dudas que surjan de cualquier materia o ejercicio se resuelven escribiendo al chatbot especializado en esta área del conocimiento y en identificar una amplia diversidad de respuestas y recomendaciones bibliográficas. “Los estudiantes también pueden acceder a tutorías individualizadas que generan reportes para los profesores sobre las debilidades y fortalezas de cada estudiante”, detalló Liz Herrera, coordinadora de Transformación Digital de la universidad.
La principal responsable detrás de todas estas transformaciones es la inteligencia artificial, una herramienta que los docentes están aprovechando para generar aprendizajes más personalizados. Wilmer Garzón, director de la maestría en Ciencia de Datos de la Escuela Colombiana de Ingeniería Julio Garavito, contó que vienen implementando evaluaciones adaptativas con las herramientas que brinda la IA. “Detrás de todo esto se encuentra el trabajo del profesor que alimenta un banco de preguntas y que permite que la herramienta rete a los estudiantes. Lo más importante es que haya un aprendizaje supervisado, pues se detectan falencias y se busca hacer énfasis en esas temáticas”, agregó Garzón.
Los resultados de las evaluaciones en línea optimizan el tiempo de los profesores y los retan en la búsqueda de nuevos métodos que incorporen estas tecnologías, un desafío a la hora de enseñar a nativos digitales. En sus clases, la profesora Lola Bautista, de la Universidad Industrial de Santander (UIS), demuestra con ejercicios por qué es importante no confiar del todo en las respuestas de una herramienta como ChatGPT.
“No se trata de la tabla de salvación”, advirtió. Por el contrario, lo ve como una oportunidad de afianzar el pensamiento crítico de los estudiantes y de enseñarles a verificar fuentes. Algunas universidades ya enseñan cómo citar a ChatGPT en trabajos académicos y cómo detectar y evitar sus más de 300 sesgos.
Las diferentes experiencias en las universidades han demostrado que lo más complejo es el cambio cultural y entender que se trata de herramientas que pueden ser usadas en todas las áreas, no solo en ingeniería. En la UIS existen comunidades de aprendizaje donde profesores de Farmacia y Diseño Industrial han empezado a incorporar su uso dentro de los salones de clase.
Fuera de la academia, el mundo laboral incrementó la demanda de profesionales expertos en inteligencia artificial o con habilidades digitales, que contribuyan a optimizar procesos. Una realidad que ha llevado a las universidades a desarrollar programas asociados a esta demanda. Además, se ajustaron muchos planes de estudio. En la Escuela Colombiana de Ingeniería se han hecho varias cosas en este sentido: crear la maestría en Ciencia de Datos, adaptar cursos de análisis de datos y certificar habilidades mediante cursos de educación continua. Adicionalmente, en convenio con la Universidad del Rosario, la Escuela creó un programa en Ingeniería Biomédica, en nivel pregrado y posgrado, ante la necesidad de buscar soluciones para la salud a través de la ingeniería.
Hasta los laboratorios
La Universidad Nacional decidió aprovechar el procesamiento de su data para crear herramientas basadas en IA y medir el número de publicaciones, proyectos, grupos de investigación y tesis. Una información con la que ha podido analizar, entre otras cosas, la participación de mujeres docentes e investigadoras para tomar medidas que permitan reducir las brechas de género. Otro desarrollo interesante tiene que ver con una tecnología que predice la deserción y facilita la toma de decisiones para prevenir este fenómeno.
Las aguas de la Inteligencia Artificial también han colmado los laboratorios y campos de trabajo en investigación académica, con un mayor énfasis en los últimos años. “Nunca antes ha habido tantas posibilidades como las que plantea hoy la inteligencia artificial. El poder de la tecnología es transformador”, aseguró Luis Carlos Gómez, director de la Escuela de Ingeniería de Sistemas e Informática de la Universidad Industrial de Santander.
Como organizaciones del conocimiento, las universidades pueden aportar a construir soberanía, pero hacen falta políticas de desarrollo tecnológico e involucrar a la educación superior. “Se trata de que exista un matrimonio sólido entre universidades, Gobierno y sector productivo para ver avances significativos”, puntualizó Garzón, de la Escuela Colombiana de Ingeniería.