Con la proyección de producir ingresos por ventas por 350 millones de dólares en 2025, según la consultora PWC, la economía colaborativa se expande a pasos de gigante en el mundo.

Surgido en 2008 gracias a Lawrence Lessig, profesor de la Universidad de Harvard, este modelo de negocio, basado en las plataformas tecnológicas, es un facilitador en la relación de intercambio comercial entre clientes y proveedores.

De acuerdo con Edwin Zácipa, country head de Open Vector –firma de asesoría bancaria británica–, “siguiendo la tendencia mundial, la economía colaborativa (EC) ha tenido una explosión inminente en el país debido al aumento de la apropiación digital de los colombianos”.

Impulsado en la actual pandemia y en el marco de la cuarta revolución industrial, plantea que estos esquemas de negocios virtuales ayudan “a desintermediar servicios básicos en nuestro ciclo de vida como consumidor, tales como los servicios financieros, la movilidad, el comercio electrónico y el real estate, entre otros”.

Para David Luna, exministro TIC y actual presidente de Alianza In (el gremio que agrupa a algunas de las principales apps que operan en el país), el aporte de la economía colaborativa es clave en Colombia, máxime en un escenario en el que el desempleo alcanza el 14,2 por ciento, según el Dane, y en el que la tasa fue más elevada en el primer año de la crisis sanitaria.

“Teniendo en cuenta estas cifras, la economía colaborativa se ha convertido en una solución creativa para crear actividades que generen ingresos a miles de familias y ayudar a reactivar la economía”, aseguró Luna.

Financiamiento alternativo

La economía colaborativa abarca múltiples actividades, que van desde los servicios a empresas, el transporte, la educación, la cultura, la salud y los de tipo financiero hasta el préstamo entre personas. Este último se ha convertido en un esquema de financiamiento alternativo que beneficia a los segmentos empresariales con dificultades para acceder a los recursos de la banca tradicional.

Por medio de figuras como el crowdfunding, factoring, confirming y lending, entre otras, las micro, pequeñas y medianas empresas, además de los emprendimientos, pueden obtener rápidamente recursos que les permiten proseguir y ampliar su operación.

De acuerdo con Lina Marcela Parra, directora de nuevos negocios de la Bolsa de Valores de Colombia (BVC), existen tres tipos de financiamiento alternativo que se destacan en el país: soluciones de préstamos, factoring y crowdfunding. Sin embargo, considera que todavía “hay mucho camino por recorrer”.

“La brecha de acceso a financiamiento de las pymes en Colombia es muy grande, y hay mucho espacio para que soluciones innovadoras como A2censo, basadas en un modelo de crowdfunding, crezcan proveyendo a los empresarios financiamiento oportuno y a la medida de sus necesidades en términos de condiciones financieras”, afirma.

No obstante, se ven avances. Luego de que el Fondo Nacional de Garantías (FNG) y la BVC se aliaron para crear un producto de garantía dirigido a las personas naturales que desean hacer inversiones en bonos a fin de financiar ideas de negocios de las empresas, el tamaño de los recursos respaldados por medio de esta plataforma creció varias veces.

“En julio del año pasado, la plataforma tenía 2.000 millones de pesos. Hicimos la tarea de hacer una valoración, un análisis, y aumentó a 12.000 millones de pesos. Y hoy, a raíz de que prácticamente ya se utilizó todo el cupo de garantía que tenía la plataforma, podemos anunciar que este se duplicó y ahora puede respaldar obligaciones por 25.000 millones de pesos”, aseguró Parra.

También creció el confirming, que es una forma de pago que posibilita a un proveedor anticipar el cobro. Según cuenta la funcionaria, este producto, que comenzó a utilizar el FNG en octubre pasado, ha permitido garantizar operaciones superiores a 1.300 millones de pesos en el caso de las micro y pequeñas empresas.

Desafíos de la economía colaborativa

De acuerdo con Pablo Santos, CEO y fundador de Finaktiva –compañía de financiamiento que apoya a pymes y emprendedores–, el principal reto es medir el valor de un producto o servicio de una categoría con respecto al de otras firmas.

“La tecnología nos está permitiendo avanzar rápidamente en este tema, pero depende esencialmente de que las empresas que busquen aportar a un proyecto de economía colaborativa sólida se vinculen a una estructura de negocio bien desarrollada y medible que haga que el flujo de información entre las partes responda ágilmente al modelo de intercambio”, afirmó.

Diego Llanos, profesor de la Universidad Javeriana, considera que la regulación es el principal desafío nacional en este campo porque, si bien existen los decretos 1357 de 2018 y 1235 de 2020, “aún queda mucho por ahondar en este campo. (…) Es preocupante que, pasados tres años desde el surgimiento del primer decreto regulatorio, hasta ahora exista tan solo una plataforma de crowdfunding, lo cual señala que el camino todavía es largo por recorrer”. El académico asegura que en el transporte colaborativo el desafío es el mismo.

Finalmente, Nicolás París, director de la Escuela de Finanzas y Negocios Internacionales de la Universidad Externado de Colombia, plantea que mantener la confianza de las partes involucradas es el pilar a cimentar. “En esto, los responsables principales son los prestadores de estos servicios; es decir, las plataformas y, por supuesto, el Estado”, afirmó.

La economía colaborativa sigue ganando espacio en el mundo, y en Colombia se convierte en una alternativa en diversas áreas, en especial en el financiamiento empresarial.