Cuando llegó la pandemia, el mundo se paralizó. La preocupación se tomó las agendas porque muchos negocios quedaron en el limbo.
Dependiendo de las firmas consultadas, a algunos se les cayó 30 por ciento de los proyectos y a otros, menos de 10 por ciento. Otros lograron mantenerlos. Sin embargo, para el segundo semestre del año pasado el mercado se reactivó. Y este año la tendencia ha sido al alza. Áreas como energía, infraestructura, logística, salud, agro y servicios financieros tuvieron un papel importante en las transacciones de fusiones y adquisiciones.
La pandemia puso en jaque los negocios, pero no los doblegó. Felipe Quintero, socio de DLA Piper Martínez Beltrán, señala que el año pasado había alguna preocupación porque en su momento se estaban cayendo algunas operaciones y otras quedaron en ‘stand by’. “Pero, finalmente, se reactivaron y 2020 terminó muy activo con transacciones bastantes relevantes y las que se habían suspendido o cancelado volvieron a arrancar. Y 2021 va como un volador”.
Para Sergio Michelsen, socio de Brigard Urrutia, en fusiones y adquisiciones hay dos cosas claras: primero, tasas de interés bajas por fuera; y segundo, un exceso de liquidez enorme en el mundo. “Frente a conseguir plata barata y rendimientos financieros muy bajos, lo que están haciendo es comprando empresas y usando esos recursos”, explica.
Además, hubo factores que ayudaron a las compañías: el sistema bancario ha estado sólido, el Gobierno entregó ayudas que permitieron que muchas empresas al menos se mantuvieran. “Hemos visto firmas de otros países, especialmente de Europa, con apetito por compañías que tradicionalmente eran familiares o de grupos pequeños, pero que han mantenido un crecimiento sostenido durante los últimos años, cuyo valor ha resultado ser muy competitivo para estándares internacionales dada la reciente devaluación del peso colombiano”, dice Felipe Cuberos, de PPU.
Esto se apalanca con la dinámica de los fondos de pensiones en el mundo que están en la búsqueda de activos para invertir y obtener mejores rendimientos; así como por las oportunidades que buscan jugadores estratégicos para crecer en sus negocios y diversificar sus mercados. Igualmente, los fondos de capital privado se siguen consolidando. En 2020, dichos fondos cumplieron 15 años en el país, en ese tiempo se han creado más de 165 fondos colombianos e internacionales y han acumulado compromisos de capital por 17.164 millones de dólares.
No solo avanzan en la búsqueda de inversiones, sino también en la dinámica propia de sus desinversiones. Esto sin contar con las empresas que quedaron muy golpeadas financieramente por la pandemia y los bloqueos, pero que son viables. Allí podrían darse cambios en las participaciones accionarias y procesos de consolidación.
El entorno
En industria, dos operaciones reflejan gran parte de esta situación: las ventas de Familia y Orbis. La primera fue adquirida por el grupo sueco Essity por 674,8 millones de dólares, y la segunda por la neerlandesa AkzoNobel. Estas operaciones de empresas familiares, en especial la de Orbis, se venían analizando desde hace varios años y este fue el momento en que los accionistas decidieron hacer la operación. “Definitivamente hay accionistas que dicen: si no lo hacemos ahora, de repente no lo podemos hacer después”, asegura un abogado de empresas familiares. Incluso, algunas de esas familias están más abiertas hoy que en el pasado a escuchar ofertas o poner negociaciones sobre la mesa.
¿Cuál es la razón? Si el año pasado la pandemia puso tensión a los movimientos, para este año varios factores están enmarcando la coyuntura: la pérdida del grado de inversión del país, las tensiones sociales y electorales, y la volatilidad del dólar. Con la pérdida del grado de inversión de Colombia por parte de las calificadoras Standard & Poor’s y Fitch, habrá algunas decisiones –muchas que ya se tomaron, incluso antes de las bajadas de calificación– de fondos de capital y de pensiones que tienen como exigencia movilizar inversiones solo en países con grado de inversión. Sin embargo, esa no es una regla general.
De hecho, cuando un fondo invierte en un país emergente, parte del riesgo que asume es que estas situaciones ocurran. “No es ingenuidad, es un tema medido y donde parte de su rentabilidad está explicada en el riesgo país en el que están dispuestos a invertir”, dice Quintero. Por eso, en medio de la pandemia y de las tensiones sociales están llegando algunos fondos a países como Chile –que avanza en su Asamblea Constituyente–, Perú –con cambio de presidente y de tendencia política hacia la izquierda– y Colombia con una tensión social que no se ha desactivado y la incertidumbre electoral.
Precisamente, la tensión social y las elecciones se convierten en variables clave en la inversión. Pero en especial para los jugadores locales. “Los de afuera invierten montos que son un porcentaje pequeño de sus patrimonios y con riesgos calculados”, dice Michelsen, de Brigard Urrutia.
Pero mientras para los extranjeros hay atractivo, lo interno está en alerta. Para Ricardo Fandiño, de Gómez Pinzón, el paro y los bloqueos sí han afectado las operaciones entre locales. “Es decir, las expansiones de las compañías colombianas, la búsqueda de financiación para comprarse entre firmas nacionales o para aumentar su crecimiento. Estamos pasando de un mundo de financiaciones para crecer, a uno de financiaciones que se llaman reestructuraciones, refinanciaciones o reperfilamientos”.
Finalmente, la volatilidad del dólar también refleja incertidumbre. Si bien los activos en el país se vuelven más baratos con un dólar fuerte, una devaluación intensa pondría en riesgo la inversión porque los retornos estarán apalancados en un peso débil.
Si el precio del dólar se sigue disparando, los inversionistas estarán muy atentos porque ellos se comprometen a entregar el mejor retorno con quienes han puesto los recursos.
Como señala Andrés Hidalgo, de Lloreda Camacho, Colombia sigue siendo un jugador de peso en la región en materia de fusiones y adquisiciones, siendo uno de los cinco países en Latinoamérica con más transacciones registradas en lo que va del año. La nación reporta un crecimiento de 22 por ciento sobre el año pasado, con transacciones de gran envergadura y relevancia estratégica. A pesar de todo, sigue siendo un mercado de oportunidades.
Además, todo apunta a que este año se dará el negocio de mayor envergadura de la historia económica reciente, pues Ecopetrol y la Nación suscribieron el contrato interadministrativo de compraventa por el 51,4 por ciento de Interconexión Eléctrica S.A. (ISA), el cual tendrán un valor de 3.600 millones de dólares, es decir, unos 14 billones de pesos.
Aunque el proceso avanza a buen ritmo y se espera que la operación se cierre antes del 6 de diciembre, aún no se puede cantar victoria, pues existen algunos recursos legales que se han puesto en contra y hay críticas por temas de gobierno corporativo y por la situación de los minoritarios. Lo cierto, es que de llegar a buen puerto, este será el negocio del año, e incluso se prevé que la entrada de estos recursos al país, impacten la tasa de cambio.